Monarquía Hispánica y Japón Tokugawa:
La Embajada de Hasekura (1613-1620)
Introducción
La
imagen que tenemos de Japón durante la Edad Moderna, así como una gran parte de
la etapa Contemporánea, es la de una nación cerrada al mundo, totalmente
aislada de las relaciones internacionales. Y, si bien es cierto que hay una
gran verdad en torno a esta afirmación, tampoco debemos olvidar que hubo muchos
intentos de establecer relaciones de tipo comercial antes del cierre sistemático
de los puertos de la isla a los extranjeros. Uno de estos contactos fue el
realizado por el monarca Felipe II (continuada, a su muerte, por su hijo),
acción que se vería consolidada por la conocida como embajada de Hasekura de
1613-1620.
Los
primeros contactos
Los
primeros europeos (documentados) que arribaron a Japón fueron unos comerciantes
portugueses que, en 1543, llegaron a la isla por accidente cuando una tormenta derribó
su embarcación y la corriente les arrastró al país nipón. Por otro lado, el
primer español que alcanzaría Japón sería el jesuita Francisco Javier en 1549,
que trataría de evangelizar la isla a través de los famosos centros de
evangelización. Estos intentos se verían favorecidos por la importante desunión
que existía entre la nobleza y el deseo, por parte de algunos de estos señores
feudales, de establecer relaciones comerciales con la potencia hispánica, unas
relaciones que no se harían realmente efectivas hasta el establecimiento, por
parte de los españoles, en Filipinas el año 1565. Sería entonces cuando uno de
los señores feudales japoneses se ofrecería en vasallaje a los filipinos,
creándose así una comercio muy beneficioso para los nipones, que, entre otras
cosas, obtendrían el derecho a establecerse en Manila.
Como ya he mencionado, estas primeras relaciones estarían
fuertemente condicionadas por la situación política por la que pasaba el país
del Sol Naciente durante estos años. Esto se debe a que Japón estaba fuertemente
sumergido en una serie de guerras civiles, conocido por la historiografía
japonesa como el Gekokujyo, o la Edad
de las Guerras, que venía enfrentando a la alta y a la baja nobleza desde 1479.
La situación se vería estabilizada cuando Oda Nobunaga se haría con el poder en
el 1573, acabando con el anterior Shogun, y, tras la muerte de este en 1581, la
conversión de su general, Hideyoshi Toyotomi en Taikosama, consiguiendo así una “cancillería” que le otorgaba el
poder. Toyotomi realizaría una fuerte persecución religiosa contra los
cristianos, aunque esta política se vería considerablemente suavizada tras los
contactos que este realizaría con las Filipinas en torno a 1585. Finalmente,
Toyotomi retornaría a estas políticas de agresividad, sucediéndose el conocido
martirio de los 26 frailes en 1596, forzando así al gobernador de Filipinas a
expulsar a todos los japoneses del archipiélago un año después, sin que estos
pudieran volver en seis años.
Toyotomi moriría finalmente en 1598, y así comenzaría una
etapa caracterizada por el buen trato a los franciscanos, que hacían de
embajadores en la isla. En este momento se puede observar un cambio en lo que a
la mentalidad de las propias relaciones se refiere, ya que ahora eran los
japoneses los que estaban interesados en crear un comercio con Nueva España.
Debemos comprender que esta circunstancia se debe a que tras un nuevo periodo
de guerras (que comenzó con la muerte de Toyotomi), Tokugawa Ieyasu vencía en
la Batalla de Sekigahara (1600), iniciando así una nueva dinastía (conocida
como el Bakumatsu o Baku-han) que terminaba con todos los conflictos que se
venían sucediendo en la isla desde la Edad de las Guerras.
Las
Embajadas
Sería
a lo largo de estos años, durante los cuales Ieyasu terminaba de consolidar su
dinastía, cuando algunos de los religiosos españoles de mayor importancia
llegaran a la isla, como podían ser Luis Sotelo, Alonso Muñoz o Rodrigo Vivero.
Este último será importante, ya que se entrevistará con el propio Ieyasu (que
se había establecido en Edo, actual Tokyo) y su hijo, Hidetada, que decidieron
establecer una línea comercial entre la isla nipona y el Virreinato de Nueva
España (a cambio, los españoles pidieron que se expulsara a todos los
holandeses del comercio con Japón). Alonso Muñoz, por otro lado, sería nombrado
por Ieyasu para ser su embajador frente al Virrey de Nueva España y el propio Felipe
III, entregándole un documento en el que se permitía la entrada a los españoles
en los puertos japoneses. La embajada enviada por el Shogun alcanzaría Madrid
en 1611, aunque no se aprobaría la propuesta japonesa.
Pero esto no acabaría con el ambición de la Monarquía
Hispánica de poder conseguir comerciar con Japón, por lo que el Virrey de Nueva
España enviaría a un conocido comerciante, Sebastián Vizcaíno, para tratar de
retomar la idea del establecimiento de unas beneficiosas relaciones
comerciales. Sería recibido por Ieyasu y Hidetada, coincidiendo en esa
recepción tres de los personajes más importantes de lo que se convertirá en la
Embajada Keicho: el propio Vizcaíno, Luis Sotelo y el japonés Data Masemune
(uno de los señores feudales más influyentes). Meses más tarde, el propio
Masamune retomaría la idea de enviar una embajada al Rey de las Españas, involucrando
así a Vizcaíno, que partiría, con el samurái Hasekura (que actuaría como
representante de Masamune) hacia Madrid en 1613.
No entraré en los numerosos detalles con los que contó el
viaje en sí, ya que carecen de importancia. Simplemente me gustaría destacar
que, en todas las ciudades por las que pasó la Embajada Keicho, esta fue
recibida con gran pomposidad, celebrándose numerosos espectáculos en su honor.
Serían también recibidos, evidentemente, por algunas de las personalidades más
importantes, como podían ser los Duques de Lerma y Medina Sidonia y, por
supuesto, por Su Majestad el Rey Felipe III durante su paso por Madrid, que
durante la reunión con la Embajada parecía bastante dispuesto a consolidar las
mencionadas líneas comerciales. Cabe destacar que el mismísimo Hasekura se
convertiría al cristianismo, adoptando así el nombre de Felipe Francisco
Faxecura.
El viaje proseguiría hacia Roma, donde serían recibidos
por el Papa, que también se mostraría muy positivo frente a las propuestas de
la Embajada. El viaje de vuelta comenzaría, por lo tanto en enero de 1616, y
Hasekura no alcanzaría el país del Sol Naciente hasta 1620, pero no podría entrar
en la isla porque había comenzado una de las numerosas persecuciones hacia los
cristianos. Finalmente, Hasekura sería quemado vivo en 1624, tras haber tratado
de entrar en su país de origen disfrazado como un comerciante chino. La
Embajada Keicho había fracasado.
La
consolidación del Shogunato Tokugawa
Pero
¿qué había sucedido a lo largo de los últimos diez años en Japón? Como hemos visto, tras la victoria en
Sekigahara, Tokugawa comenzaría a dar forma al que se convertiría en un sistema
totalitario de lo más rígido. Uno de sus principales movimientos sería en 1614,
cuando acabaría con todo el clan Toyotomi, eliminando así cualquier tipo de
aspiración al Shogunato por parte de los herederos de Hideyoshi. A partir de
ese momento, Ieyasu, y posteriormente su hijo Hidetada, realizaría una
importantísima reforma del sistema feudal japonés, consiguiendo un total
control de todos los daymios, de
forma que impedía cualquier tipo de enfrentamiento entre ellos (otro de los
nombres por los que es conocido el periodo Tokugawa es por el de la Gran Paz),
así como cualquier intento de alianza contra el Shogunato.
Pero para poder mantener de una forma efectiva esta
situación de control, el Shogun debía impedir que cualquier tipo de influencia
exterior penetrara en la isla. De esta forma, comenzaría así una política
mediante la cual Ieyasu permitía la intervención de cualquier orden o secta
religiosa que se encontrara en la isla, lo cual se vería plasmado, finalmente
en las matanzas de cristianos de 1622 y 1638 en la rebelión de Shimabara (como
vemos, la primera fecha coincide casi con la llegada, y posterior ejecución, de
Hasekura a la isla). La crudeza de estas continuas represiones se vería
acentuando de forma progresiva, hasta que, en 1639, el Shogun decretaría que se
expulsaría a todos los europeos de la isla, cerrándose, a su vez, todos los
puertos a cualquier extranjero, con excepción del puerto de Nagasaki, puerto en
el que tan solo los holandeses podían comerciar.
Conclusión
El
aislamiento de Japón no sería, por supuesto, completo, pero aún así se
conseguiría un cierre hermético, que mantendría a la sociedad japonesa
prácticamente ajena al mundo que le rodeaba hasta 1854, fecha en la que el
comodoro Perry forzaría la apertura de los puertos con el ataque de los famosos
barcos negros. Resulta bastante interesante analizar la situación de los
contactos entre los españoles y los nipones, especialmente durante los últimos
años del Siglo XVI, a partir de estudiar la situación política en la que se
encontraba la isla en ese momento.
Si bien es cierto que existe un interés por parte de
algunos daymios de establecer unas relaciones con la Monarquía
Hispánica, estas se verían parcialmente truncadas por los constantes cambios de
dinastía que se sucederían entre 1573 y 1600 (final de la dinastía Ashikaga;
Shogunato de Oda Nobunaga; “cancillería” de Toyotomi Hideyoshi; y, finalmente,
dinastía Tokugawa), y, por lo tanto, los intentos de controlar a la población
japonesa, que también afectarían a los españoles a través de las numerosas
persecuciones a los católicos.
Resulta curioso el que sería, finalmente, uno de estos daymios, y no el propio Ieyasu, quien
decidiría enviar la Embajada Keicho, una embajada que parecía llevar buen cauce
(no olvidemos que las respuestas por parte del Felipe III primero, y del Papa
después fueron positivas), pero que, debido a la fuerte reorganización
territorial realizada por el Shogun, así por como la posterior ejecución de los
católicos en orden de consolidar el rígido control de la población nipona, no
llegaron a buen puerto.
Bibliografía:
-
COLOMAR ALBAJAR, M.
A., LÁZARO DE LA ESCOSURA, P. (comisarias de la exposición); De Japón a Roma buscando el Sol de la
Cristiandad: la Embajada de Hasekura (1613-1620), Sevilla, 2013.
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GUILLAMÓN ÁLVAREZ,
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HILGEMANN, W.,
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MUÑOZ, I. M.,
TAKIZAWA, O., “El Japón del Siglo XVI. La Era de un país en Guerra”, de Desperta Ferro Historia Moderna, Nº 7. El
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