Ahora que el curso ha acabado, y me entra el miedo porque no sé si voy a llegar a las cuatro entradas mínimas os proporciono el trabajo que expuse junto a mis compañeros del grupo 4. Notaréis que he incluido el cuadro que no incluí en la presentación que os hice. Espero que disfruten.
Planteamiento
En el presente
trabajo, se tomará la figura de Don Luis de Haro como una excusa para analizar
los intentos de reforma fiscal que hubo en uno de los períodos menos estudiados
en la historiografía española: la segunda etapa del reinado de Felipe IV, o lo
que es lo mismo, ¿qué medidas económicas se llevaron a cabo en España entre la
Paz de Westfalia en 1648 y la muerte de Felipe IV en 1665?
El
problema que afrontamos al encarar el tema es la falta de información concreta
relativa a este período. Bien es cierto que se puede recurrir a manuales como La economía en la España Moderna (Alvar
Ezquerra, Alfredo dir.) que nos darán una panorámica general, pero no nos
aportarán reformas o proyectos concretos, que es precisamente el objetivo de
este trabajo. Para ello, he recurrido a la obra de Valladares, Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio
General, que nos proporciona información detallada acerca de distintas
sesiones de Cortes entre 1646 hasta 1664.
En
el presente trabajo, por tanto, seguiremos la línea argumental de Valladares y
nos centraremos en el proyecto del Medio General y su intento por parte de
Felipe IV de instaurarlo a través de las distintas sesiones de Cortes. Todo
ello enmarcado en una aguda crisis política y económica.
El
Medio General
La
década de 1650 había demostrado el agotamiento de la capacidad contributiva del
Estado llano mientras que la crisis hacendística desbordaba todas las
previsiones. El recurso a la suspensión de pagos, como ocurrió en 1647 y 1652,
sólo contribuiría a ahuyentar a los banqueros, precisamente cuando más se les
necesitaba. Era necesario un Medio General que gravase a todas las capas
estamentales.
El
intento de aprobar este tipo impositivo no era algo novedoso en España. Ya
desde tiempos del emperador se intentó, en las Cortes de 1538 (que se negaron
ante lo que percibieron como una violación de los derechos de la nobleza),
aprobar un impuesto común a todos. Habrá intentos también con Felipe II y
Felipe III. Olivares recogerá esta idea, y en 1623 aprobará un Decreto Real por
el cual las oligarquías urbanas, principal punto de mira de Olivares, debían
aportar un 5% de las haciendas a la recién creada red de bancos. Ante el clamor
popular, Olivares se vio obligado de pactar en las Cortes de 1623 el aumento de
millones[1],
pero a cambio de renunciar al 5% de las haciendas de estas oligarquías. La
caída posterior de Olivares, en 1643, no representó un debilitamiento de Felipe
IV, sino todo lo contrario, ya que se tenía la imagen de rey cautivo por el
corrupto Olivares[2].
Una
vez depuesto Olivares, la figura en la que debemos detenernos es Jacinto de
Alcázar (1597-1687). Como buen arbitrista, se fijó en la crisis que estaba
asolando el reino y propuso la manera ideal de proceder, en 1643. La reforma
fiscal propuesta por Alcázar se basaba en la consideración de que gran parte de
la riqueza que se producía en Castilla estaba distribuida de forma muy desigual,
ya que las principales fortunas la acaparaban la nobleza y el clero. El método
corrector sería una alcabala, de la cual se esperaba recaudar alrededor de 31
millones de ducados cada año, sería un pago proporcional que cada súbdito, sin
excepción, realizaría al fisco según perteneciese a alguno de los cinco niveles
de renta establecidos:
Nivel de
renta
|
Pago
|
1.
Grandes, títulos, comendadores, ministros superiores, asentistas, ricos
abogados y juristas
|
60
Ducados
|
2.
Comerciantes
|
20 Ducados
|
3.
Ricos ganaderos y agricultores
|
16
Ducados
|
4.
“Gente de medianía” (agricultores pobres y oficiales de bajo nivel)
|
6
Ducados
|
5.
“Gente sin Hacienda”
|
1
Ducado
|
6. “Gente suelta y sirviente”
|
Exentos
|
Este
es el cuadro que propuso Alcázar[3].
Sin embargo, caben dos aclaraciones. La primera, es que Alcázar, como
arbitrista, no propone un método realista y práctico adaptado a las condiciones
del momento, sino que da su punto de vista de lo que sería la forma de proceder
ideal; de hecho, el propio Alcázar admitió la imposibilidad de llevar a cabo
este proyecto, por lo que acabó modificándolo. La segunda aclaración, es que su
método no se debe interpretar como algo liberal o revolucionario (más propio de
tratadistas decimonónicos), sino que por la propia contingencia demográfica de
cada grupo estamental, acabaría siendo el estamento no privilegiado el que más
contribuyese[4]
y el privilegiado el que menos.
Esta
reforma fue apoyada y respaldada por Juan Chumacero, el entonces presidente del
Consejo Mayor de Castilla, y, por lo tanto, de Felipe IV. Fue presentada en las
Cortes de 1646, pero ante las revueltas 1647 que tuvo su principal escenario en
las ciudades (aunque también hubo revueltas desde arriba) y el cierre de Cortes
precipitado por parte de Felipe IV, la cuestión nunca llegó a debatirse[5]. En
este contexto, aparece la bancarrota de 1647, la segunda del reinado, que en
ese clima de conflicto, Valladares la interpreta como un mensaje de
tranquilidad hacia las oligarquías, satisfechas de comprobar que la Monarquía
volvía a sus prácticas habituales[6].
Con
la toma de Barcelona en 1652, la política interior de Felipe IV da un viraje
hacia nuevos objetivos: Portugal y Francia. El objetivo para financiar la
guerra no varió, era necesaria la implantación del Medio General. A tal efecto,
se convocó una Asamblea en Octubre de 1654. No se convocaron Cortes porque las
de 1649-51 había demostrado que ni el Rey, obcecado con el Medio de la Harina,
ni las Cortes, que no supieron dar alternativas; acabaron sin acuerdo entre
ambas partes. En Octubre de 1654, cuando el rey evaluó en cinco o seis millones
de Ducados el servicio mínimo que precisaba para liquidar la guerra con
Francia, la Junta de Asistentes a Cortes se negó a volver a vivir otra
pesadilla como la de 1651. Se propuso en cambio una Asamblea, efectiva a partir
de Abril de 1655. El motivo de aquella asamblea era aprobar un Medio General,
esta vez solicitado por el propio Rey, que hasta ahora no había sido tan
directo ni había puesto en marcha ningún plan para conseguir la implantación
del Medio General. En Mayo de 1655, Felipe IV ordenó a la Junta de Asistentes
de Cortes que comenzasen a negociar con el Reino la implantación de un Medio
General. La Asamblea, en principio, no cedió a las exigencias, aunque teniendo
en cuenta la coyuntura de la guerra contra Francia, no es de extrañar que el
Cuarto Felipe no desistiese en su empeño. Así, en Agosto ya empezaron las
primeras aprobaciones de servicios. El rey presionó entonces para la lectura
del memorial de Alcázar. A la par, la Asamblea fue aprobando servicios para
evitar pronunciarse sobre el Medio General[7].
En Febrero de
1656, los contrarios al Medio General, eludiendo los escritos de Alcázar,
pidieron a la Junta de asistentes que remitiesen los distintos proyectos para
sopesarlos con el de Alcázar. La Junta de Asistentes enviaron un documento que
recogía los tres Medios Generales que habían estudiado: el pago del 10% de las
rentas patrimoniales, el 5% del Medio de la Harina y el crecimiento de la alcabala.
Se decantaron por la última propuesta. Aunque hubo intentos y discusiones
posteriores para que se discutiese y aprobase el Medio General, no se llegó a
ningún acuerdo. Finalmente, Felipe IV desistió[8].
En opinión de Valladares, no debe interpretarse la decisión de Felipe IV como
una derrota, ya que al Rey aún le quedaban recursos a los que acogerse, como la
Junta de Fraudes o la Junta de Millones.
Por último,
vamos a detenernos en las últimas Cortes en tiempos de Felipe IV, las de
1661-64. Acabada la guerra con Francia, tocaba ocuparse de Portugal. Felipe IV
comunicó su primera demanda: necesitaba cinco millones de Ducados anuales en
vellón para el conflicto, sugiriendo que este dinero fuese aportado por un
Medio General. El monarca daba a elegir, o caían en la inflación (el Rey ya
había mandado la acuñación de tres millones más de cobre) o se aprobaba el
Medio General. No se aceptó ninguna de las dos opciones. Las negociaciones se recrudecieron
con la retención por parte de Felipe IV del 70% de los juros. Se empieza a
debatir entonces si no sería mejor ceder ante algunas de las exigencias del
Rey, en una especia de Medio General imperfecto. Resultaba difícil debido a la
coyuntura de aquellos años, con Portugal sublevada y el comercio con las Indias
bloqueado por naves inglesas. El monarca se impuso. En 1663, obtuvo el
consentimiento para una recaudación para pagar a sus tropas. Tras los desastres
de 1663, la idea de un Medio General se esfumó: se centrarán en sanear las
deudas con los banqueros[9].
Conclusiones
Me
gustaría articular este breve apartado en torno a una idea que viene
repitiéndose en la historiografía desde hace algunos años: si hubo o no
improvisación fiscal en la España del siglo XVII. A tenor de los resultados
expuestos, debo estar de acuerdo con esta afirmación, aunque haría un matiz: no
es que hubiese improvisación fiscal en base a las dificultades que iban
planteándosele a la Monarquía Hispánica, si no que, como hemos visto, hubo una
enorme planificación para la consecución de un objetivo, el Medio General. La
improvisación fiscal vendría entonces una de las características más
importantes del reinado de los Austrias, la Monarquía Compuesta, esto es, las
resistencias y limitaciones que se encontraban estos reyes. Las Cortes se
celebraron para debatir, no para aprobar decisiones ya tomadas por el monarca.
Será esa característica la que marcará esa improvisación fiscal y no otra.
Bibliografía
·
ALVAR EZQUERRA, A. (dir.),
La economía en la España Moderna, ed.
Istmo, Madrid, 2006.
·
VALLADARES, R., Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio General, Ediciones de la
Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002.
[1] El impuesto de millones
gravaba seis especias: vino, vinagre, aceite, carne, jabón y velas de sebo.
[2] VALLADARES, R., Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio
General, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002,
pp.11-19.
[3] El cuadro ha sido extraído
del libro de VALLADARES, R., Ibídem,
pág. 64
[4] Valladares nos proporciona
cifras al respecto: 100 000 personas el primero (6 000 000 millones de Ducados),
500 000 personas el segundo ( 8 000 000 millones), 500 000 personas el tercero
(10 000 000 millones) 1 000 000 el cuarto (6 000 000 millones) y 1 000 000 el
quinto (1 000 000 millón). Como se puede apreciar, los que más contribuirían
serían las oligarquías burguesas.
[5] VALLADARES, Ibídem, pp. 66-70.
[6] Esta teoría se puede
apoyar en las dificultades hacendísticas por las que pasaban los municipios en
los años 40, según GARCÍA GUERRA, E. “Banca y crédito en España en los siglos
XVI-XVIII”, en La economía en la España
Moderna, Alvar Ezquerra (dir.), ed. Istmo, Madrid, 2006, pág. 288.
[7] VALLADARES, Ibídem, pp. 79-88.
[8] VALLADARES, Ibídem, pp. 88-92.
[9] VALLADARES, Ibídem, pp. 93-110.
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