La transición
del feudalismo al capitalismo es un fenómeno que ha causado gran
debate dentro de la historiografía (sobre todo marxista).
Cuáles son los
sucesos que marcan el inicio de esta transición también son objeto
de un profuso debate. Desde el factor mercado -exterior- de Pirene
hasta la prioridad que otros autores dan al factor interno -el paso
de la economía rural a la economía a domicilio1-
son muchas opciones las expuestas en el tapete.
Para empezar
vamos asumir que el modo de producción desde el siglo XIII hasta el
siglo XVIII es un modo de producción híbrido, es decir dentro de un
modo de producción concreto (véase feudalismo) existen elementos a
menor escala de otro modo de producción (capitalismo). Elementos del
capitalismo ya los podemos encontrar en el siglo XIII con las redes
comerciales existentes redes que representan un factor fundamental
para el desarrollo de la economía capitalista, pero ¿ es el factor
determinante, o en cambio es el desarrollo de la economía a
domicilio el factor fundamental?
1) Uno de los
hechos que más dinamismo económico otorgan al siglo XVI serán el
establecimiento de enclaves en el norte de África y el
descubrimiento de América en el siglo XV. La explotación de los
recursos minerales de ambas regiones va a tener varias consecuencias
que se harán notar en el continente europeo de forma directa.
En primer lugar
se empieza a crear un tejido comercial que conecta todas las regiones
del mundo (economía-mundo), fomentando la creación por un lado de
monopolios (casa de contratación de Sevilla creada en 1503 trataba
de asegurar el monopolio del tráfico americano para la monarquía
hispánica) y por otro la interconexión de mercancías en la fachada
atlántica, cambiando progresivamente el foco de comercio marítimo,
siendo la cuenca del Mediterráneo la damnificada.
Por otro el
descubrimiento de minas que contenían metales preciosos en África y
en América permiten la afluencia de oro africano y plata americana,
contribuyendo a la creación de un sistema monetario eficiente, que
como bien señala Bracco, G, en Historia económica de Europa.
Siglos XV-XX antes no era
posible por el déficit de metales monetizables. Ahora con el
incremento cuantitativo de estas mercancías - unido a que además
por el desarrollo de las técnicas de extracción mineras se explotan
de manera más eficientes las reservas de metales preciosos en Europa
encontradas en Alemania, Hungría y Austria - se puede proceder a la
acuñación de moneda de manera notable.
La
creación de una red comercial mundial va además a fomentar lo que
se denomina las prácticas mercantilistas de los Estados. Es decir el
fomento de un “nacionalismo” económico basado en el
proteccionismo – para fomentar las manufacturas internas al evitar
que manufacturas del exterior, más competitivas precisamente
contribuyan a su subdesarrollo – y en teoría en el libre comercio,
aspecto este último falso en la práctica, ya que como señalaba
Gustav von Schmoller “los holandeses son los más decididos y
belicosos monopolistas […] practicaban primero el mare
liberum y cuando el mar estaba
limpio de otras potencias, el mare clausum”2.
El
auge del comercio va a favorecer a hombres que actúan como
intermediarios entre el productor y el mercado (por cuestiones de
lejanía geográfica), obteniendo beneficios (plusvalía) que le
permiten aumentar su capital, que luego puede re invertir en otros
sectores; estamos ante el capitalismo comercial y el inicio del
capitalismo financiero.
Las prácticas mercantilistas entre otros objetivos el
fortalecimiento de los Estados. Un Estado fuerte, es un Estado que
genera confianza. Ya en el siglo XVII la hegemonía de la que podía
haber disfrutado la monarquía hispánica se traslada a las
Provincias Unidas: Amsterdam va a ser el centro económico de la
economía-mundo durante gran parte del siglo XVII. Como apunte
señalar que el cambio en la estructura de producción, que pasa de
la industria artesanal a la manufactura y el sistema de trabajo a
domicilio, unido a la eficiencia agro-industrial (capitalismo
industrial) permite desarrollar un modelo económico coherente e
integrado, permitiendo una mayor efectividad en la producción y
desarrollando así el comercio holandés.
Aún así estamos ante una fase previa al desarrollo del capitalismo
moderno preindustrial. El otro gran protagonista europeo que se erige
como puntal en cuanto al desarrollo de la economía capitalista será
Inglaterra, durante el siglo XVIII.
A finales del siglo XVII se crea en la gran banca de Londres (1694),
elemento fundamental para la el préstamo de capitales, inversión y
especulación. Durante el siglo XVIII los cambios paulatinos en la
estructura productiva inglesa y en la estructura comercial acabaran
desembocando en el modo de producción capitalista industrial, con
unas características que llegan a nuestros días. Como reseña
mencionar que el modelo político inglés -monarquía parlamentaria
con una clara influencia liberal- fue fundamental para el desarrollo
de las actividades financieras que permitieron una mejora general en
la economía inglesa.
Hay que dividir por tanto el desarrollo de dos ámbitos económicos:
el comercial (exterior) y el manufacturero y agrícola (interior).
El comercio inglés va aumentado progresivamente, sobre todo en el
intercambio comercial con América del norte. Va superando
progresivamente al comercio holandés, que queda relegado a un
segundo plano. En la lucha por la hegemonía se encuentran Francia e
Inglaterra ( el desarrollo económico de Francia viene precedido por
el proteccionismo de Colbert, y el de Inglaterra por las Actas de
navegación de 1654 revisadas en 1721). Aún así no hay indicios de
que los beneficios extraídos del comercio internacional se
invirtiera en empresas manufactureras, si no mas bien en tierras3.
Lo que si que hizo fue desarrollar de un modo indirecto otro tipo de
demanda, como por ejemplo nuevas modas en el vestuario, nueva cultura
comercial, nuevas industrias de bienes de consumo tradicional
(cerveza), a la par que fue decisivo en el desarrollo de la
construcción naval. La flota inglesa aumentó entre 1700-1763
163.000 toneladas ( de 323.000 a 496.000), y se duplicó al terminar
el siglo4.
Pero en lo relativo a una conexión directa y unilateral de
desarrollo comercial-crecimiento económico parece que no es exacto.
En cuanto al desarrollo de la agricultura y al de las manufacturas
parece ser que los cambios en las estructuras tienen una importancia
decisiva. Por una parte están las nuevas técnicas en el trabajo de
la tierra y las innovaciones tecnológicas, que favorecen el aumento
de la producción a menor coste. Esto tiene su consecuencia directa
en el ámbito comercial, ya que si un empresario (o poseedor de
tierra) produce más y más barato, podrá copar el mercado con su
producto. De este caso es un claro ejemplo la mejora en la producción
de trigo por parte de Gran Bretaña (estimulación mediante primas),
que al tener una oferta más barata quitó de la competencia del
mercado báltico a los holandeses. Además el cerramiento de las
tierras comunales (enclosures) que son vendidas a manos privadas
permite aumentar la extensión de terreno cultivable cuya producción
está diseñada para el mercado.
Desde
el punto de vista de las manufacturas, el principal elemento que
inicia la transición al capitalismo moderno es la industria a
domicilio. Este nuevo modelo de manufacturar tiene dos puntos de
análisis. El primero es que sumerge de forma definitiva a los
gremios en un proceso cuyo único final posible es su desaparición.
Por otro lado se genera un tipo de estructura diferente: lo más
reseñable es que ni el centro productivo, ni las materias primas ni
el producto elaborado pertenecen al trabajador, si no al empresario
comerciante.
Este tipo de industria introduce -siempre son procesos a largo
plazo- dos elementos esenciales: la división del trabajo y el
trabajo asalariado. La división del trabajo es fundamental para la
diversificación de la oferta y la especialización en los productos.
El trabajo asalariado -que surge efectivamente de la consolidación
de la economía monetaria con los nuevos metales- lleva inherente una
producción con perspectivas mercantilistas.
Al margen del factor comercio y del factor industria existen otros
elementos que pueden ayudarnos a entender el paso de una economía de
subsistencia a otra de excedente. El aumento demográfico que se
experimenta a finales del seiscientos y durante el setecientos debido
a mejoras en la alimentación (con la introducción de la patata
sustituyendo al trigo), mejoras en el higiene y en la propia medicina
(revolución científica del siglo XVII), permiten un aumento de la
demanda y a la vez un aumento de la población activa. Por último la
llegada de nuevos productos produce una variación en los patrones de
consumo que permite diversificar la oferta, otorgando más dinamismo
al comercio y a la producción.
El modo de
producción capitalista implica una serie de innovaciones que están
presentes en todos los ámbitos de la vida económica: las relaciones
de producción pasan de la servidumbre al trabajo asalariado, existe
una disociación entre propiedad y trabajo, la creación de la banca
(inicio de la inversión y de la obtención de beneficios por la
especulación), desarrollo industrial, existencia de monopolios,
liberalización de las tierras (que las pueden comprar grandes
fortunas privadas), creación de redes comerciales extensas e
interconectadas y la existencia de una economía monetaria eficiente
(que permite la aparición de forma constante del dinero y de las
letras de cambio, fundamentales para las transacciones
internacionales) son los aspectos que más llaman la atención en el
período de tránsito.
La transición no
se produce por una única causa. No es que el capitalismo comercial o
el industrial fueran el motor del desarrollo del capitalismo como
modo de producción. Es una evolución lenta y progresiva que conecta
muchas facetas de la vida social, política y económica que
confluyen en un cambio a finales del setecientos, cuyo paso
definitivo será la industrialización.
1Astarita,
C, Anales de Historia antigua, medieval y moderna. Vol
41. Universidad de Buenos Aires. 2009. Pág 4
2Wallerstain,
I, El moderno sistema mundial. Vol II. Madrid.
2010. Pág 65.
3
VITTORIO, A. di (Ed.): Historia económica de Europa. Siglos
XV-XX, Barcelona, 2007. Pág 158.
4
Op cit. Pág 159.
No hay comentarios:
Publicar un comentario