lunes, 11 de noviembre de 2013

Cambios en las pautas de consumo de ropa femenina como reflejo de los cambios de mentalidad en el siglo XVIII


A partir del siglo XVIII se va a producir una serie de cambios que combinan factores tanto ideológicos como económicos y sociales que van a permitir explicar la progresiva modificación en los hábitos de consumo hacia las prácticas propias de la sociedad burguesa del siglo XIX y que queda especialmente patente en el caso de la ropa femenina.

Este proceso puede verse claramente en el caso de Londres y París.

En Londres, estos cambios en los gustos del vestir van a ser estimulados  por los anuncios en revistas como Lady’s Magazine, escondiendo tras de sí tanto factores ideológicos derivados de la mentalidad burguesa en auge, como factores económicos que favorecían esta tendencia a través de la actividad de los denominados manchester man y scotch drapers, vendedores ambulantes que llevaban los productos industriales urbanos a áreas cada vez más alejadas, contribuyendo a su propagación, a la vez que estimularon la generalización de los métodos de crédito y el pago a plazos.

En París, también se produjo una combinación de ambos factores que dio paso a que fuese denominada como la cuna de la “civilización del lujo” a fines del siglo XVIII a consecuencia de la conocida “revolución de lino” y a los factores ideológicos presentes en los prolegómenos de la Revolución Francesa a partir del espíritu ilustrado y el reforzamiento de valores como individualidad o privacidad que derivó en una mentalidad burguesa que, debido al gran valor que daba a las apariencias y a la separación entre espacio público y privado a consecuencia de la creciente importancia de este último, modificó las relaciones afectivas entre los hombres y los objetos materiales.

No obstante, en el caso de Castilla, la situación fue mucho más contradictoria puesto que, si bien es cierto que también se puede apreciar esta tendencia, va a ser de una forma mucho menos acentuada, al mismo tiempo que va a tener que convivir con una fuerte actitud de resistencia muy crítica a estos gastos al considerarlos totalmente superfluos.


Además, esta negativa a la importación de las costumbres francesas en lo referente al consumo en vestimenta femenina no sólo se va a producir desde una perspectiva económica, tanto desde posicionamientos de arbitristas, que ya hicieron oír sus críticas desde el siglo XVI,  como desde las leyes, que durante el periodo borbónico van a intentar frenar el gusto femenino por el lujo. Este rechazo cuenta con una dimensión crítica mucho más profunda al ser entendido como una forma de perversión moral, que auspició su condena por parte de moralistas y clérigos, o incluso como una pérdida de los valores patrios a consecuencia de la importancia del atuendo símbolo de la idiosincrasia típicamente española, otorgándole una connotación política que provocó que en Cádiz en 1810 algunos sectores reivindicaran la vuelta al modo de vestir castizo frente a las modas francesas a consecuencia de esta dimensión ideológica que la forma de vestir traía consigo.

Fragmento de la obra de Ramón de la Cruz El Hospital de la Moda en la que hace una crítica en forma de sátira al gusto por las modas francesas

Sin embargo, aún con estas resistencias y a pesar de que va a ser un proceso mucho más tardío que en el caso de las otras dos ciudades europeas, si se puede apreciar un cambio en los hábitos de consumo que se va fortaleciendo a medida que se acerca el periodo liberal y burgués y que queda muy bien reflejado en el estudio de las dotes matrimoniales a consecuencia de la combinación de una serie de factores sociales y económicos y en la que la importancia de la apariencia exterior como reflejo de estatus social va a contar con un papel crucial. En el caso europeo este símbolo de estatus social a partir de la capacidad de consumo va a quedar especialmente reflejado en el acondicionamiento interior de las viviendas y en la vestimenta. Sin embargo, en España, debido a que la vinculación entre vivienda y espacio privado va a ser más lenta y tardía, durante el siglo XVIII va a ser el segundo de estos elementos el que adquiera un mayor valor simbólico y prestigio social, especialmente en el caso de las mujeres, puesto que su apariencia era el principal símbolo externo que les permitía poner de manifiesto su rango social.

De esta forma, a través del estudio de Máximo García Fernández sobre las dotes matrimoniales en Valladolid en el siglo XVIII, se puede apreciar que junto a la presencia de elementos imprescindibles, a mitad del siglo XVIII se puede percibir también un aumento de la importancia de elementos en relación con la comodidad cotidiana, vinculados a la moda y el consumo.  No obstante, no se trató de una tendencia homogeneizada ni generalizada. Se trató de una tendencia que vino fuertemente condicionada por las posibilidades económicas y la dicotomía entre espacios rurales y urbanos, de forma que fue en las ciudades y en grupos con rentas más elevadas donde primero se manifestó este fenómeno por contar con un mayor nivel de rentas y por tener mayores facilidades para entrar en contacto con las prácticas de consumo francesas.

Así, a partir de un estudio comparativo atendiendo al nivel de rentas, se puede apreciar que cuanto mayor es la dote menor es el gasto relativo realizado en el ajuar de la novia, frente a grupos populares y agrícolas donde los textiles concentran la mayores cantidades en una dinámica que viene favorecida por el importante desarrollo industrial que experimentó este sector y que revirtió en un descenso de la tasación de estos productos favoreciendo a su vez la introducción de una mayor variedad e impulsando el incremento de la demanda tanto en los espacios rurales como urbanos, focalizándose sobre todo en la ropa de vestir.

Por tanto, la mejora en la oferta de productos y las facilidades para su difusión y comercialización con una consecuente retasación de los productos, mucho más favorable, junto con los cambios en la demanda, también condicionados por las nuevas modas, van a favorecer una transformación. El principal nicho de mercado de estos nuevos cambios económicos se va a concentrar en los espacios urbanos entre grupos medios con posibles deseosos de adquirir mayor estatus social e interesados por tanto en el dinamismo que ofrecía la imitación de los hábitos de consumo franceses. Así, se va a ir consolidando una predisposición muy favorable a la aceptación de estas tendencias exógenas que se irá generalizando sobre todo a partir del siglo XIX auspiciado también en una serie de avances que van a facilitar las tareas de lavado y planchado y que van a incrementar la calidad y variedad en los textiles para favorecer una demanda cada vez más diversificada y creciente vinculada a la importancia del vestido como elemento de diferenciación social.

De esta forma, todos estos factores van a favorecer que cada vez se preste una mayor importancia a la calidad de la ropa atendiendo a su origen, ya sea geográfico o en relación con el fabricante, y a la valoración de los artículos nuevos y sin estrenar, que si bien todavía no es significativo, empieza a marcar las pautas de unos comportamientos de consumo que se mantienen hasta la actualidad.

Retrato de Boucher de la Marquesa de Pompadour ataviada con lo que típicamente se reconoce como como "vestido a la francesa"

Bibliografía:  
                                                                                                                                         
-GARCÍA FERNÁNDEZ, M. Entre cotidianidades: vestidas para trabajar, de visita, para rezar o de paseo festivo. Cuadernos de Historia Moderna. [En línea]. 2009, Anejo VIII, pp. 93-117. [recuperado 11 de noviembre de 2013].

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