miércoles, 30 de octubre de 2013

COLBERT Y LA ECONOMÍA FRANCESA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII



COLBERT Y LA ECONOMÍA FRANCESA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII

Jean-Baptiste Colbert nació en Reims en 1619 en el seno de una familia dedicada a las finanzas y el comercio. Aunque de origen plebeyo, Colbert logró ascender de unos puestos a otros con progresivo éxito, gracias a la influencia y fortuna de su padre en los primeros años y debido a su eficiencia una vez introducido en los círculos de poder. Al principio trabajó sobre todo como ayudante para otros cargos de prestigio; tal es el caso de su labor al servicio de Michel Le Tellier, Subsecretario de Estado de Guerra. En 1651 ya trabajaba para el Cardenal Mazarino y en 1659 su influencia era tal que pudo acabar con el Superintendente de Finanzas, Nicolás Fouquet. En 1661 el propio Colbert ocupaba el cargo vacante. Su carrera no quedó aquí, sino que fue completándose hasta convertir al gestor en figura inseparable e imprescindible del mismo Monarca.
El contexto más amplio en el que podemos encuadrar a este personaje es el de una Europa reordenada por y heredera del sistema westfaliano, además de paces paralelas como, para Francia, la de los Pirineos de 1659. El gran perdedor en los conflictos que se resolvieron en 1648 y 1659 probablemente fuera  el Imperio español que no sólo perdía territorios a lo largo del Camino, sino en las propias Provincias Unidas, tras el reconocimiento, oficializado en Münster, de los siete territorios septentrionales de los Países Bajos. Más aún, perdía en 1659 el Rosellón y la Cerdaña, aunque ganaba Rosas. Francia ganaba para sí también, en el norte, Artois, Hinaut y Luxemburgo. Por lo demás, el virtual monopolio americano hispano se terminaba oficialmente con un pacto con Provincias Unidas.
Nacía de este modo, además de una Europa replanteada, una Francia vencedora, ampliada, asegurada en sus fronteras y en su posición de predominio sobre los Estados vecinos, en especial Alemania, con la soberanía francesa sobre Alsacia y los obispados de Metz, Toul y Verdún. Westfalia fue, además, un plan de estabilidad europea que aseguró un periodo de paz relativamente largo. Paz que aprovechó la Francia de Luis XIV para ampliar hasta el descalabro sus metas.
El monarca de Francia desde 1643 era Luis XIV, figura de necesaria mención al referirnos a Colbert. Máximo representante de la monarquía absoluta y heredero de varias tradiciones –en materia de educación fue influido por Mazarino, en lo protocolario por su madre Ana de Austria, en su ideal político por parte de Felipe II, a quien admiraba- Luis XIV desempeñó el papel de rey incontestado, todopoderoso, tanto en el interior de Francia como frente a otros Estados. Revestido de poderes como líder reputado del Estado victorioso, el monarca desarrolló todo un proyecto de modernización administrativa a partir de 1661 que incluía, entre otros organismos, varios Consejos (Superior, de Despachos, de Hacienda y de Estado), encargados de acelerar la toma de decisiones y de conducir la política estatal, siempre en función de los designios reales. El centralismo, la concentración de responsabilidades en escalones administrativos directamente encaminados a una misma cumbre –el monarca- y la selección de cuatro secretarios de Estado (Asuntos Exteriores, Marina, Guerra y Casa Real) fueron premisas fundamentales a la hora de organizar un nuevo régimen.
Es en este proceso de remodelación y saneamiento político y económico en el que se inserta la figura de Colbert y la lógica del colbertismo. En este sentido, la eliminación de Fouquet, que abre las puertas al nuevo Intendente, se entiende en un movimiento general de corrección y racionalización de las finanzas estatales. Así, Colbert representa una nueva casta de burócratas y administrativos, surgidos de la plebe y forjados por su éxito personal y su carrera personal; una casta de servidores del Monarca que deben sus puestos a la confianza real o a la de personajes relevantes de la pirámide de poder, pero que en última instancia deben su posición a su capacidad para la resolución de los problemas estatales.
Colbert se convirtió, desde 1661, en un elemento fundamental del éxito económico francés. En 1662 Francia lograba un saldo anual positivo en sus finanzas estatales, hecho que se mantendría hasta 1672 y que sólo dejaría de confirmarse por el balance de 1668. En 1664 comenzaba una reglamentación arancelaria destinada a cerrar las fronteras a los productos manufacturados, fundamentalmente ingleses y holandeses, competidores naturales. También en ese año se creaba una Compañía Francesa de las Indias Orientales, que sería la primera de varias destinadas al comercio ultramarino. Un Consejo de Comercio sería creado con la intención de servir a Colbert de herramienta legislativa para canalizar su planificación. Mediante él pudo controlar la producción de manufacturas, que habían de cumplir unos requisitos de calidad que dotaran de prestigio al producto.
Estas y otras iniciativas se enmarcan en un cuadro económico general denominado colbertismo, que a su vez se explica en el contexto del mercantilismo. Podríamos estructurar algunas ideas fundamentales respecto a la forma de entender la economía nacional por parte de Colbert de la siguiente forma:


 
1.      Hay una relación estrecha entre capacidad industrial y comercial y poder de la nación y del monarca.
1.1  La capacidad industrial tiene que ver con el incremento de las manufacturas.
1.2  La capacidad comercial tiene que ver con la competencia marítima y naviera.
1.3  Industria y comercio son motores únicos del éxito del Estado.

2.      El extranjero es un “enemigo económico” en acto y un “enemigo militar” en potencia.
2.1  Hay que igualar el poder naval de Francia a su poder territorial, por motivos comerciales y militares.
2.2  El comercio exterior francés tiene que librarse de las importaciones, que son la victoria extranjera en el conflicto económico, y fomentar las exportaciones.

En último lugar habría que precisar que existe una revisión historiográfica sobre la labor de Colbert, en relación a su predominante faceta como administrador y sus carencias como economista. Pudo haber sido en este sentido, y seguramente no quepa duda al respecto, un organizador de recursos antes que un teórico. También cabría comentar que, frente a la generalización del concepto de “planificación económica” y en opinión de algunos autores, sería más apropiado hablar de “política económica” en un contexto económico y social eminentemente agrario en el que una sola mala cosecha podía trastornar, con consecuencias harto conocidas por los historiadores, varios ejercicios anuales consecutivos.


BIBLIOGRAFÍA
LÓPEZ CORDÓN, María Victoria y MARÍNEZ CARRERAS, José Urbano, Análisis y comentarios de textos históricos II. Edad Moderna y Contemporánea. Madrid, Alhambra, 1982, pp. 138-139.
SANZ AYÁN, Carmen, “Las monarquías occidentales en la época de Luis XIV (1661-1715)”, en FLORISTÁN, Alfredo (coord.), Historia Moderna Universal, Ariel, Barcelona, 2012.


AUTOR: Lucas Canteras Zubieta.

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