La producción presenta distinta tipología cuantitativa y
cualitativamente, la disponibilidad de materias primas y la capacidad de
complementar recursos con el mundo extraeuropeo
presentó un panorama variable según las regiones y el tiempo.
La
mayor parte de la capacidad productiva estaba orientada al trabajo agrícola (en
las zonas de costa, ríos y lagos hay que añadir la pesca), estaba marcada por
condicionantes geográficos, pero se mantenía la constante de un intercambio
alimenticio para compensar la producción local. La oferta siempre encontró una limitación
en la ausencia de mejoras de la productividad agrícola, conllevando una demanda
comercial reducida (fig 1). El bajo
rendimiento de la tradición agrícola medieval hasta el siglo XVIII implicaba la
necesaria retención de parte de la producción para garantizar la del año
siguiente.

Frente a una producción agrícola extendida por Europa las
industrias extractivas estaban más específicamente localizadas. Esta producción
quedaba determinada por la disponibilidad de materiales y herramientas, si el
suministro local no proporcionaba cantidades suficientes había que recurrir a
su adquisición en el exterior incrementándose los costes de producción. Todo
ello bajo la constante de los siglos XVI,XVII y XVIII en los cuales no se
producen cambios tecnológicos de importancia que permitan elevar la variedad de
la producción
(fig 2).
Aunque no aumentara mucho el stock en este periodo si
aumentó la gama de productos disponibles para el consumo. Productos tropicales
y subtropicales (azúcar, té, especias, algodón…). Aunque ello no cambió desde
un primer momento la alimentación general de la inmensa mayoría de la población
que mantuvo su variedad en el consumo (que estaba directamente limitada por su
renta) (fig 3).

Los
productos europeos se exportaban (manufacturas, artículos de lujo, vino,
cervezas, armas de fuego…) o reexportaban a África y América. Estas
exportaciones ayudaban a un equilibrio en la balanza comercial y ampliaba la
gama de materias primas y comestibles disponibles para el consumo europeo. Los
productos de lujo, como el té, tenían una pauta de comportamiento que se
mantiene hasta la fecha, donde influye un factor no cuantificable: la
percepción social; la exclusividad asociada a una inherente calidad y
superioridad mantiene un precio elevado e inaccesible a consumidores de renta
inferior, el efecto espejo lleva a imitar los hábitos socialmente aceptados, el
mercado satisface esta demanda aumentando la producción. Ahora que le producto
se ha generalizado y es accesible a un amplio espectro de consumidores pierde
la connotación social elitista, vemos en la (fig 4) la evolución del precio de té, pero podemos ver este mismo
comportamiento en cualquier tipo de moda, hay que señalar que muchos productos
mantienen este ciclo (en distintos ritmos) de una forma pendicular (fig 5).

Cerraré con una frase
del manual que viene a reflejar uno de los debates que se mantuvieron en clase.
“No puede haber demanda efectiva de un
producto hasta que dicho producto está disponible”.
Bibliografía:
Carlo, M. Cipolla, Historia
económica de Europa siglos XVI y XVII. Madrid: Arial, 1979.
Como veréis le he añadido un ingente apartado gráfico a esta entrada por estas razones: primera por evitar monotonía y tedio, segunda por aprender a manejar un poco esto de los blogs y tercera... bueno, me lo pasé muy bien haciendo la última imagen.
ResponderEliminarSiempre es un estímulo comprobar que se puede aprender de un modo entretenido, ¿verdad? La entrada, por lo demás, es muy interesante.
ResponderEliminarAtentamente,