miércoles, 30 de octubre de 2013

GRUPO 7: CLASE 28/10/2013



ARBITRISMO
Encuadre cronológico y localización
            Situamos el fenómeno arbitrista entre los siglos XVI y XVII, tomando como punto de partida el año 1559, en Castilla fundamentalmente, si bien es extensible a otros territorios de la Monarquía Hispánica. Como antecedente tenemos los memoriales medievales que, si pueden no componer una práctica tan recurrente como en la Edad Moderna, están de hecho en la base del arbitrismo. Por otro lado, este fenómeno también es extensible al siglo XVIII, en el horizonte intelectual de la Ilustración y llevado a un proceso más metódico y riguroso que conocemos como Proyectismo.

Caracterización
            No podemos hablar del arbitrismo como doctrina económica. Es, por su propia naturaleza espontánea e individual, interesada y coyuntural, por lo que carece de la homogeneidad propia de un paradigma teórico. El arbitrismo es una forma de respuesta inmediata a problemas concretos, que incluye en su trasfondo toda una lógica de intencionalidades e intenciones más o menos ocultas.
            Para la caracterización de esta práctica hemos citado a varios autores, entre los cuales se encuentran Gutiérrez Nieto, Vilar y Dubet. El perfil que se ha extraído del arbitrista es heterogéneo y en este sentido ya hemos comentado cómo pueden existir tantas clases de arbitristas como número de los mismos. Los hay de todo tipo, desde los que ofrecen soluciones basadas en los métodos menos ortodoxos (como es el caso de los alquimistas) hasta los expertos conocedores de las realidades que tratan de mejorar y que ofrecen alternativas de cambio plausibles. Algunos de los temas recurrentes fueron el aumento de la presión fiscal y su efecto sobre la economía, la decadencia de algunos sectores productivos por efecto del abandono, los efectos de la fuga de plata hacia las fronteras, el efecto de las continuadas guerras, los perjuicios de la excesiva reglamentación de la economía, etc.
            Estos individuos no gozaban de la mejor reputación, desde el momento en el que su actividad, pese a que teóricamente estaba movida por su “deber de consejo”, se convertía en medio de ascensión social, ganancia de prestigio o de presión sobre los grupos de poder de los Consejos que recibían los memoriales. Estas instituciones servían de intermediador entre el Monarca y el arbitrista, de forma que el documento había de recorrer un camino administrativo en el que podía quedar estancado. Los grupos de poder y las redes clientelares existentes en los Consejos tenían gran relevancia a la hora de sacar adelante algunos proyectos y retirar otros. Por su parte, los arbitristas no dejaban de apelar a la generosidad real en el sentido de que, con sus memoriales, solían buscar la consabida recompensa, en forma de pago, merced o concesión, entre otras formas de retribución.


AUTORES: Pablo García Quemada, Rebeca Cuevas, Adriana Blázquiz, Lucas Canteras Zubieta.

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