domingo, 19 de enero de 2014

Relaciones con el Mundo Extraeuropeo

Monarquía Hispánica y Japón Tokugawa:
La Embajada de Hasekura (1613-1620)
Introducción
La imagen que tenemos de Japón durante la Edad Moderna, así como una gran parte de la etapa Contemporánea, es la de una nación cerrada al mundo, totalmente aislada de las relaciones internacionales. Y, si bien es cierto que hay una gran verdad en torno a esta afirmación, tampoco debemos olvidar que hubo muchos intentos de establecer relaciones de tipo comercial antes del cierre sistemático de los puertos de la isla a los extranjeros. Uno de estos contactos fue el realizado por el monarca Felipe II (continuada, a su muerte, por su hijo), acción que se vería consolidada por la conocida como embajada de Hasekura de 1613-1620.
Los primeros contactos
Los primeros europeos (documentados) que arribaron a Japón fueron unos comerciantes portugueses que, en 1543, llegaron a la isla por accidente cuando una tormenta derribó su embarcación y la corriente les arrastró al país nipón. Por otro lado, el primer español que alcanzaría Japón sería el jesuita Francisco Javier en 1549, que trataría de evangelizar la isla a través de los famosos centros de evangelización. Estos intentos se verían favorecidos por la importante desunión que existía entre la nobleza y el deseo, por parte de algunos de estos señores feudales, de establecer relaciones comerciales con la potencia hispánica, unas relaciones que no se harían realmente efectivas hasta el establecimiento, por parte de los españoles, en Filipinas el año 1565. Sería entonces cuando uno de los señores feudales japoneses se ofrecería en vasallaje a los filipinos, creándose así una comercio muy beneficioso para los nipones, que, entre otras cosas, obtendrían el derecho a establecerse en Manila.
Como ya he mencionado, estas primeras relaciones estarían fuertemente condicionadas por la situación política por la que pasaba el país del Sol Naciente durante estos años. Esto se debe a que Japón estaba fuertemente sumergido en una serie de guerras civiles, conocido por la historiografía japonesa como el Gekokujyo, o la Edad de las Guerras, que venía enfrentando a la alta y a la baja nobleza desde 1479. La situación se vería estabilizada cuando Oda Nobunaga se haría con el poder en el 1573, acabando con el anterior Shogun, y, tras la muerte de este en 1581, la conversión de su general, Hideyoshi Toyotomi en Taikosama, consiguiendo así una “cancillería” que le otorgaba el poder. Toyotomi realizaría una fuerte persecución religiosa contra los cristianos, aunque esta política se vería considerablemente suavizada tras los contactos que este realizaría con las Filipinas en torno a 1585. Finalmente, Toyotomi retornaría a estas políticas de agresividad, sucediéndose el conocido martirio de los 26 frailes en 1596, forzando así al gobernador de Filipinas a expulsar a todos los japoneses del archipiélago un año después, sin que estos pudieran volver en seis años.
Toyotomi moriría finalmente en 1598, y así comenzaría una etapa caracterizada por el buen trato a los franciscanos, que hacían de embajadores en la isla. En este momento se puede observar un cambio en lo que a la mentalidad de las propias relaciones se refiere, ya que ahora eran los japoneses los que estaban interesados en crear un comercio con Nueva España. Debemos comprender que esta circunstancia se debe a que tras un nuevo periodo de guerras (que comenzó con la muerte de Toyotomi), Tokugawa Ieyasu vencía en la Batalla de Sekigahara (1600), iniciando así una nueva dinastía (conocida como el Bakumatsu o Baku-han) que terminaba con todos los conflictos que se venían sucediendo en la isla desde la Edad de las Guerras.
Las Embajadas
Sería a lo largo de estos años, durante los cuales Ieyasu terminaba de consolidar su dinastía, cuando algunos de los religiosos españoles de mayor importancia llegaran a la isla, como podían ser Luis Sotelo, Alonso Muñoz o Rodrigo Vivero. Este último será importante, ya que se entrevistará con el propio Ieyasu (que se había establecido en Edo, actual Tokyo) y su hijo, Hidetada, que decidieron establecer una línea comercial entre la isla nipona y el Virreinato de Nueva España (a cambio, los españoles pidieron que se expulsara a todos los holandeses del comercio con Japón). Alonso Muñoz, por otro lado, sería nombrado por Ieyasu para ser su embajador frente al Virrey de Nueva España y el propio Felipe III, entregándole un documento en el que se permitía la entrada a los españoles en los puertos japoneses. La embajada enviada por el Shogun alcanzaría Madrid en 1611, aunque no se aprobaría la propuesta japonesa.
Pero esto no acabaría con el ambición de la Monarquía Hispánica de poder conseguir comerciar con Japón, por lo que el Virrey de Nueva España enviaría a un conocido comerciante, Sebastián Vizcaíno, para tratar de retomar la idea del establecimiento de unas beneficiosas relaciones comerciales. Sería recibido por Ieyasu y Hidetada, coincidiendo en esa recepción tres de los personajes más importantes de lo que se convertirá en la Embajada Keicho: el propio Vizcaíno, Luis Sotelo y el japonés Data Masemune (uno de los señores feudales más influyentes). Meses más tarde, el propio Masamune retomaría la idea de enviar una embajada al Rey de las Españas, involucrando así a Vizcaíno, que partiría, con el samurái Hasekura (que actuaría como representante de Masamune) hacia Madrid en 1613.
No entraré en los numerosos detalles con los que contó el viaje en sí, ya que carecen de importancia. Simplemente me gustaría destacar que, en todas las ciudades por las que pasó la Embajada Keicho, esta fue recibida con gran pomposidad, celebrándose numerosos espectáculos en su honor. Serían también recibidos, evidentemente, por algunas de las personalidades más importantes, como podían ser los Duques de Lerma y Medina Sidonia y, por supuesto, por Su Majestad el Rey Felipe III durante su paso por Madrid, que durante la reunión con la Embajada parecía bastante dispuesto a consolidar las mencionadas líneas comerciales. Cabe destacar que el mismísimo Hasekura se convertiría al cristianismo, adoptando así el nombre de Felipe Francisco Faxecura.
El viaje proseguiría hacia Roma, donde serían recibidos por el Papa, que también se mostraría muy positivo frente a las propuestas de la Embajada. El viaje de vuelta comenzaría, por lo tanto en enero de 1616, y Hasekura no alcanzaría el país del Sol Naciente hasta 1620, pero no podría entrar en la isla porque había comenzado una de las numerosas persecuciones hacia los cristianos. Finalmente, Hasekura sería quemado vivo en 1624, tras haber tratado de entrar en su país de origen disfrazado como un comerciante chino. La Embajada Keicho había fracasado.
La consolidación del Shogunato Tokugawa
Pero ¿qué había sucedido a lo largo de los últimos diez años en Japón?  Como hemos visto, tras la victoria en Sekigahara, Tokugawa comenzaría a dar forma al que se convertiría en un sistema totalitario de lo más rígido. Uno de sus principales movimientos sería en 1614, cuando acabaría con todo el clan Toyotomi, eliminando así cualquier tipo de aspiración al Shogunato por parte de los herederos de Hideyoshi. A partir de ese momento, Ieyasu, y posteriormente su hijo Hidetada, realizaría una importantísima reforma del sistema feudal japonés, consiguiendo un total control de todos los daymios, de forma que impedía cualquier tipo de enfrentamiento entre ellos (otro de los nombres por los que es conocido el periodo Tokugawa es por el de la Gran Paz), así como cualquier intento de alianza contra el Shogunato.
Pero para poder mantener de una forma efectiva esta situación de control, el Shogun debía impedir que cualquier tipo de influencia exterior penetrara en la isla. De esta forma, comenzaría así una política mediante la cual Ieyasu permitía la intervención de cualquier orden o secta religiosa que se encontrara en la isla, lo cual se vería plasmado, finalmente en las matanzas de cristianos de 1622 y 1638 en la rebelión de Shimabara (como vemos, la primera fecha coincide casi con la llegada, y posterior ejecución, de Hasekura a la isla). La crudeza de estas continuas represiones se vería acentuando de forma progresiva, hasta que, en 1639, el Shogun decretaría que se expulsaría a todos los europeos de la isla, cerrándose, a su vez, todos los puertos a cualquier extranjero, con excepción del puerto de Nagasaki, puerto en el que tan solo los holandeses podían comerciar.
Conclusión
El aislamiento de Japón no sería, por supuesto, completo, pero aún así se conseguiría un cierre hermético, que mantendría a la sociedad japonesa prácticamente ajena al mundo que le rodeaba hasta 1854, fecha en la que el comodoro Perry forzaría la apertura de los puertos con el ataque de los famosos barcos negros. Resulta bastante interesante analizar la situación de los contactos entre los españoles y los nipones, especialmente durante los últimos años del Siglo XVI, a partir de estudiar la situación política en la que se encontraba la isla en ese momento.
Si bien es cierto que existe un interés por parte de algunos daymios  de establecer unas relaciones con la Monarquía Hispánica, estas se verían parcialmente truncadas por los constantes cambios de dinastía que se sucederían entre 1573 y 1600 (final de la dinastía Ashikaga; Shogunato de Oda Nobunaga; “cancillería” de Toyotomi Hideyoshi; y, finalmente, dinastía Tokugawa), y, por lo tanto, los intentos de controlar a la población japonesa, que también afectarían a los españoles a través de las numerosas persecuciones a los católicos.
Resulta curioso el que sería, finalmente, uno de estos daymios, y no el propio Ieyasu, quien decidiría enviar la Embajada Keicho, una embajada que parecía llevar buen cauce (no olvidemos que las respuestas por parte del Felipe III primero, y del Papa después fueron positivas), pero que, debido a la fuerte reorganización territorial realizada por el Shogun, así por como la posterior ejecución de los católicos en orden de consolidar el rígido control de la población nipona, no llegaron a buen puerto.
Bibliografía:
-          COLOMAR ALBAJAR, M. A., LÁZARO DE LA ESCOSURA, P. (comisarias de la exposición); De Japón a Roma buscando el Sol de la Cristiandad: la Embajada de Hasekura (1613-1620), Sevilla, 2013.
-          GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F. J.; “El Japón Tokugawa en el Siglo XVII”, de Gran Historia Universal, Vol. XVII. El Absolutismo, Club Internacional del Libro, Madrid, 1994;
-          HILGEMANN, W., HERMANN, K.; Atlas Histórico Mundial I. De los Orígenes a la Revolución Francesa, Ediciones Istmo, Madrid, 1986;
-          MUÑOZ, I. M., TAKIZAWA, O., “El Japón del Siglo XVI. La Era de un país en Guerra”, de Desperta Ferro Historia Moderna, Nº 7. El Japón de los samuráis”, Madrid, 2013.


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