martes, 21 de enero de 2014

Piratería y Corso

Piratería y Corso.
Mediante las actividades de los piratas y corsarios se intentaba burlar el monopolio español sobre el comercio con América, incluyendo el comercio de los metales preciosos. Estos piratas actuaban por su cuenta o para sus gobiernos, mediantes las “patentes de corso”, que permitía la legitimación de sus actividades[1].  
Las actividades de estos corsarios y piratas iban dirigidas en su mayoría hacia los puertos españoles, como el puerto de Cádiz, o bien hacia los territorios americanos bajo la jurisdicción de la Corona Hispánica, como Cartagena de Indias, a partir del siglo XVII aprovechando la debilidad del Imperio español. Los principales piratas y corsarios serían ingleses como Hawkins y su sobrino Drake, y holandeses, llamados los mendigos de mar. Para facilitar sus actividades llegaron incluso a instalarse en puntos concretos del Caribe.[2]
 Durante un tiempo los barcos españoles navegaron de forma solitaria y aislada  confiados en su protección mediante sus propias armas, llevando mercancías y suministros a las Indias, y cargamento de oro y plata a su vuelta a la metrópoli, pero ya desde 1520, los piratas ingleses, e incluso franceses y berberiscos llegaron a amenazar a los navíos españoles hasta el punto de que tuvieron que ordenar que  los barcos de guerra, armados y equipados con los beneficios de “la avería” navegaran protegiendo a los buques mercantes. Los lugares donde predominaban los ataques en un primer momento eran los puertos andaluces y ciertos puertos de las Indias[3].  
La regulación del armamento de los barcos que practicaban el comercio con las Indias, formulaba que los barcos poseyeran armamento propio para protegerse en caso de ataque de los piratas. Sin embargo hacia mediados del siglo XVI los ataques piratas se convirtieron en algo sistemático, y el miedo hacia el secuestro de navíos de la Corona Hispánica por barcos enemigos durante las guerras de la Casa de los Austrias obligaron a cambiar los métodos de protección nuevamente de las naves que contenían metales preciosos. Por tanto tras esta nueva regulación los barcos mercantes empezaron a navegar en forma de convoyes o sistema de flotas, compuesta por ocho buques  y con la protección de naves de guerra, cuyos gastos se financiaban mediante el impuesto de “la avería”, que recaía directamente sobre los viajeros y las mercancías[4].
Por tanto la navegación marítima española encontró sus dificultades en las actividades de los piratas y corsarios ingleses y holandeses, que se acrecentaron tras la rebelión de las Provincias Unidas, y que tenía lugar sobre todo en el Canal de la Mancha, mientras que la piratería inglesa, predominaba en la zona atlántica y mediterránea.[5]
En un primer lugar sólo dos armadas cubrían todo el tráfico con las Indias españolas. Anualmente salían dos convoyes, la primera flota que viajaba desde Abril hacia la Nueva España y los galeones que salían en Agosto y que llegaban a Panamá y a Cartagena de Indias.  Ambas flotas se reunían en la Habana y retornaban juntas, aunque esto varió con el tiempo, ya que en 1564 se dictó una pragmática  que ordenaba que las flotas navegasen por separado.[6]
Los  registros de la Casa de Contratación demuestran que hubo varios intentos fallidos por parte de  ataques piratas y de potencias enemigas, de  capturas de las naves del Imperio español. Sólo en dos años encontramos porciones significativas de estos cargamentos arrebatadas por enemigos: en 1628 los holandeses se apoderaron de la flota que volvía de Nueva España, y en 1656 los ingleses consiguieron arrebatar y de esta forma impedir que llegara a España la mayor parte del oro y la plata  que transportaba la flota de tierra firme. Por tanto, de forma general los navíos equipados correctamente de hombres y armas  navegaron por las rutas tradicionales  a intervalos regulares intentando evitar los ataques enemigos.[7]
 Finalmente estas actividades corsarias se fueron incrementando, y esto obligó a aumentar la protección y los gastos aumentándose a su vez “la avería”, y retrasando la salida de flotas: cada dos años salía una flota hacia Nueva España, y cada tres hacia tierra firme.
La piratería y el corso se trasladaron a  las Indias pertenecientes a la Corona Hispánica tras su descubrimiento, por tres razones principales: las grandes riquezas en oro y plata que se descubrían en ese lugar, el intento de mejora de las condiciones económicas que tenían en Europa, y la debilidad del Imperio Ultramarino español. La primera era la causa que más atraía a los piratas ingleses y también franceses, carentes de riqueza que veían en las Indias una oportunidad de mejorar, ya que las noticias que llegaban de ese lugar lo presentaban como una zona inmensamente rica donde el oro y la plata eran muy fáciles de conseguir. Estos piratas advertían cómo los españoles traían  sus navíos cargados de tesoros y riquezas procedentes de esas tierras y decidieron participar en esta empresa.[8]
La piratería se nutrió de desheredados que querían mejor sus condiciones económicas y de  vida, buscando tesoros, libertad religiosa y aventuras. Debido al crecimiento demográfico también se produjo un incremento de desheredados que no aportaban al estado nada, por lo que muchos gobiernos decidieron lanzarles al mar, para conseguir riqueza procedente de las posesiones de españoles y portugueses[9].
Los piratas ingleses irrumpieron en el mar a partir de la aparición del aluvión de la plata y la organización del sistema de flotas. Aunque hubo presencia anterior, vemos una consolidación en los años sesenta del siglo XVI. En 1560, un buque mandado por Edward Cook  conquistó un navío que procedía de las Indias. Al año siguiente  cinco naves inglesas salieron de las islas Madeira, al encuentro de la primera flota de la plata, siendo capturados por los buques de escolta[10]. En 1562 llegó John Hawkins a las Indias atraído por la gran riqueza americana, organizando una expedición de tres buques (el Salomón, el seallow, y el Jonás) y unos cien hombres. Esta expedición contenía unos trescientos esclavos que apresó en un barco negrero portugués en la zona de Guinea[11].  Convertido en negrero cruzó el océano y llegó a la Isla de la Española donde hizo riqueza vendiendo a los esclavos. A su regreso a Londres, la reina Isabel I, interesada en fundar colonias en el Caribe acogió la idea del pirata de volver a América y hacer negocio con los esclavos, ofreciéndole un buque real (el  Jesus of lubeck). Esta expedición estuvo financiada incluso por nobles ingleses. La flota estaba organizada por cuatro buques (el ya mencionado, el Salomón, el Tiger y el Swalow), con alrededor de 150 hombres. Hizo la misma ruta que la anterior zarpó de Inglaterra hasta Tenerife y de allí partió a Guinea para cargar los barcos de negros robados a los buques portugueses (alrededor de 400 hombres).  Esta vez llegó a las islas de Margarita y a la dominicana. Allí demandó la posibilidad de vender a los esclavos y en caso de rechazo español, justificaba la guerra, entendida como justa. Mediante amenazas consiguió vender 151 esclavos, y consiguió otros productos como cuero, y animales. Este procedimiento lo repitió en varios lugares, llegando a disparar con cañones la ciudad de Santa Marta. Intentó navegar por al mar pretendiendo encontrarse con la flota de Indias, que era su verdadero objetivo, aunque no lo consiguió. La llegada a Londres fue gloriosa, ya que las ganancias gracias al contrabando fueron espléndidas, e incluso la Reina Isabel le nombró caballero.[12]
Tras esta expedición hubo más a cargo de un discípulo llamado Lowell, donde tan bien viajaba Francis Drake. Siguieron las mismas líneas establecidas por su maestro, y tras embarcar a esclavos negros en Guinea, tomaron rumbo  a las Indias, donde saquearon  diversos lugares pidiendo cuero y otros productos a cambio de negros esclavos, siguiendo el procedimiento de amenazas[13]. p 77-78.
Después de esta expedición tuvo lugar la tercera expedición de Hawkins en 1567, financiada por la Reina Isabel, que se convirtió en el llamado desastre de Veracruz. Esta expedición contaba con dos galeones de la armada  bien dotados en armas, y cuatro navíos. A bordo de ellos iban alrededor de mil hombres. Llegaron a Guinea donde capturaron esclavos, hasta 450, siguiendo el mismo procedimiento. Arribaron en Dominicana, y pidieron a las autoridades de la Corona Hispánica poder abastecer sus navíos. El alcalde no pudo resistirse accediendo al intercambio de productos[14]. Navegaron por otras zonas donde vendían negros, ante la mirada de los españoles que sabían que no podían hacer nada frente a la Armada inglesa, hasta que tras un secuestro de flotas españolas por parte de Hawkins, propició la batalla donde los españoles apresaron algunos navíos y a un número elevado de ingleses, entregándoles a la Inquisición. Hawkins consiguió retornar a Inglaterra, y mandado por la reina, tuvo la tarea de modernizar la Armada inglesa[15]. Tras estos hechos se cambió la técnica de contrabando inglés.
De esta forma comenzó otra etapa que se desarrolló entre 1569 y 1621. Entre estos años se produce el auge de la piratería financiada por los estados. Durante este período las posesiones españolas sufrieron el acoso de los piratas ingleses y holandeses, financiados los primeros por la monarquía inglesa, y los segundos por un gobierno rebelde que deseaba independizarse de la Corona española. La monarquía inglesa expedía las patentes de Corso para atacar los lugares americanos, mientras que los holandeses también actuaban por medio de las patentes de Inglaterra. La etapa en la que los lugares españoles fueron más atacados, se corresponde entre 1588 cuando estalla la guerra entre España e Inglaterra, hasta 1604  cuando se reconoce la paz, y en el caso de Holanda a partir de 1621, momento en que se crea la Compañía de las Indias Occidentales[16].  
Estos nuevos corsarios siguieron las líneas de los antiguos piratas de América, pero con algunas singularidades. Sus ataques se extendieron por toda la costa americana, incluido el Océano Pacífico, atacando las ciudades más importantes de la América española desde el punto de vista comercial, además los rendimientos fueron más elevados y las ocupaciones de las ciudades más prolongadas.  Estos corsarios estaban respaldados por sus gobiernos, por la burguesía mercantil, e incluso por la clase nobiliaria, que ponían dinero en estas empresas. Estos corsarios estaban ampliamente reconocidos en sus estados, y además obligaron a los españoles a fortificar las plazas americanas debido a sus ataques[17].
Estos nuevos corsarios poseían mejores barcos con mayor capacidad ofensiva a causa de las inversiones ya citadas, además se organizó una gran disciplina entre la tripulación, también intentaron asentar el derecho a practicar el comercio libre, que era considerado contrabando por parte de los españoles, y finalmente mostraron un fervor religioso contra todo  lo que se consideraba posesiones del papa[18].
Tras el desastre de Veracruz, el orgullo inglés había sido atacado y tras el inicio de la guerra con Felipe II, la reina actuó en el mar por medio de los llamados perros del mar. Esta política fue muy eficaz debilitando el comercio español, y haciendo que sus posesiones americanas se tambalearan hacia 1590. Esta gran eficacia tiene relación con la hegemonía naval inglesa y con la modernización de los buques ingleses[19].
Estos 52 años de piratería inglesa, se perpetraron bajo los reinados de la reina Isabel, y de Jacobo I, y tuvieron como modelo a Francis Drake[20]. Entre las empresas más exitosas de Drake, destacan la campaña de 1572, cuando  en Panamá intentó apoderarse de la plata que provenía del Perú. Aunque falló en este intento, consiguió seguir navegando por la zona, y hacerse aliado de unos enemigos de los españoles, los llamados cimarrones. Tras algunos intentos fallidos de hacerse con el valioso metal, finalmente con la ayuda de los hugonotes consiguieron obtener un botín de plata. Pero su gran expedición llegaría en 1577, cuando llegó al Pacífico. Esta vez Drake partió como un auténtico perro del mar, con las bendiciones de la reina, y la patente de corso, además de cuatro barcos.  Su plan era cruzar el estrecho de Magallanes  consiguiendo buques, productos, sembrando el terror en las ciudades americanas, y de hecho lo consiguió. A su vuelta, fue recibido con honores, y la reina propagó que había sido el primer comandante que había dado la vuelta al mundo[21]. En 1585 Drake volvió al Caribe por encargo de la reina que quería hostigar las posesiones americanas de Felipe II. Drake comenzó su ruta saqueando lugares de la costa gallega, para llegar a las costas de las Islas Canarias, y de esta forma llegar a los territorios americanos saqueándolas y sembrando el terror[22].
Durante la guerra con España después del acontecimiento de la Armada Invencible, los buques ingleses golpearon sistemáticamente las plazas indianas.[23]. Esta gran actividad prosiguió hasta los primeros años del siglo XVII cuando las actividades corsarias se fueron desvaneciendo hasta la firma de paz  entre España e  Inglaterra que pusieron un punto y final a esos ataques sistemáticos por parte de los piratas ingleses[24].
  A pesar de estos hechos relatados, los españoles y los piratas ingleses tuvieron que convivir durante casi cien años ya que ninguno de los dos podía acabar con su enemigo[25].
En cuanto a Holanda, la piratería  surgió a raíz de que  Felipe II, en 1585 embargara en Portugal  cien mercantes holandeses que habían acudido allí a cargar sal. Felipe II intentó asfixiar la economía de los Países Bajos, para de esta forma acabar con la sublevación. Pero estos comerciantes buscaron una solución, y esta era buscar las salinas en América. De esta forma comenzó la piratería holandesa, que tendría su esplendor y consolidación en el siglo XVII[26] perfeccionando y modernizando los buques y la técnica naval.
Durante la Tregua de los doce años las incursiones holandesas piratas cesaron en gran medida, pero se incrementaron con la Compañía de las Indias Occidentales creada en 1621, tras la finalización de la Tregua[27]. Esta Compañía dejó recaer su éxito en la capacidad de expoliar las posesiones americanas españolas, y portuguesas y lo consiguió hasta 1674, cuando fue liquidada.[28]



Bibliografía.

GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Historia Económica de la España Moderna, Madrid, Actas, 1999.
HAMILTON, Earl, El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650, Barcelona, Ariel, 1983.
LUCENA, Manuel, Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, Madrid, Síntesis S.A., 2010.




[1] GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Historia Económica de la España Moderna, Madrid, Actas, 1999,  p. 61.
[2] Ibídem.
[3] HAMILTON, Earl, El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650, Barcelona, Ariel, 1983,  pp. 30-31.
[4] HAMILTON, Earl, Opus Cit., p.  31.
[5] GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Opus Cit.,  p. 61.
[6] GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Opus Cit.,  p. 61.
[7] HAMILTON, Earl, Opus Cit., p.  32.
[8] LUCENA, Manuel, Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, Madrid, Síntesis S.A., 2010, p.  21.
[9] Ibídem, p. 22.
[10] Ibídem, p. 71.
[11] LUCENA, Manuel, Opus cit., p. 72.
[12] Ibídem, pp. 73- 77.
[13] Ibídem,  pp. 77-78.
[14] Ibídem, pp. 78-80.
[15] Ibídem, pp. 81-83.
[16] LUCENA, Manuel, Opus cit., p. 93.
[17] Ibídem, p. 94.
[18] Ibídem.
[19] Ibídem,  p.105.
[20] Ibídem,  p.106.
[21] Ibídem,  pp. 107-113.
[22] LUCENA, Manuel, Opus cit., p. 115.
[23] Ibídem, p.121.
[24] Ibídem,  p.125.
[25] Ibídem, p. 94.
[26] Ibídem, p. 130.
[27] Ibídem, p. 135.
[28] Ibídem, p. 137-145.

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