A la hora de
hablar de la importancia del ámbito geográfico o las características del
terreno en el desarrollo económico de la Europa Moderna, podemos afirmar que
los factores de dicha índole eran especialmente reseñables en un mundo
económico en el que el comercio, más allá de la vocación americana y los
grandes puertos mediterráneos, se realizaba por el interior continental, lo
cual contribuiría a desarrollar y extender o, por el contrario, a aislar y
empequeñecer económicamente otras muchas zonas. Así, y tal y como se apreciará
ya en el XVIII, no podemos hablar de la economía de los estados europeos en
líneas generales sino que hemos de referirnos incluso a zonas geográficas
concretas que pueden tocar varios de esos países (como es el caso de los
extensos cultivos de grano a lo largo de Alemania y Polonia) o, por el
contrario, afectar a unas coordenadas geográficas particulares y cuyo caso es
sólo apreciable en un determinado país (como las tierras irrigadas que
recorrían el sur de Lombardía hasta el Po). Aún así, por lo general podemos
hablar de que la agricultura europea estaba anquilosada en un pasado poco
productivo (en términos de interpretación más cercanos a la rentabilidad actual
imperante) con unos bajos rendimientos y una población campesina vulnerable a
los desastres naturales y el clima.
A pesar de
todo ello, podemos decir que los rendimientos europeos a mediados del siglo
XVIII aumentaron, mas no en relación a una todavía minoritaria práctica del
cultivo intensivo, sino en virtud de la innovación en cultivos, como la
introducción del maíz en el sur de Europa, (ante la escasa innovación que se
mantenía en las técnicas y tecnologías) y la extensión de los mismos, que trajo
además la destrucción de numerosos espacios de bosque. Esta agricultura se
mantuvo entonces en los umbrales de la subsistencia, aportando una producción
que rozaba lo insuficiente en un entramado europeo de comercio local, regional
e interregional cada vez más interrelacionado a través de complejas tramas de
redes, en las que imperaban más las manufacturas textiles de lana, lino o seda.
En este
contexto, la geografía jugó un papel determinante, delimitando por los
accidentes geográficos las áreas de influencia económica de cada gran urbe o
centro de poder económico. Tal es el caso de Francia, con un sur orientado al
mediterráneo, un norte con vocación manufacturera o un oeste vinculado al
Atlántico; peor lo mismo se reproducía en el caso español, con ciudades como
Cádiz o Sevilla muy centradas en el comercio colonial, frente a la vocación
mediterránea catalana o los sistemas cerrados de la Meseta Central. Pero al
mismo tiempo que podemos hablar de zonas diferenciadas en un ámbito geográfico
más o menos concreto, las diferencias eran apreciables en otros niveles:
estamos hablando de los pertenecientes a la monarquía de los Habsburgo,
contrastando las vocaciones comerciales, manufactureras y agrícolas de los
territorios del sur de Holanda con los del este de Austria (como Bukovina) u otro
tan dispar como Lombardía.
Pero al mismo
tiempo que la geografía delimitaba, cercaba, e impedía el contacto fluido entre
territorios, el factor geográfico supuso en muchos otros casos un factor
aglutinador como espacio de intercambio, algo que se aprecia sobre todo en el
comercio marítimo, donde nos vienen a la mente los dos grandes ejemplos que son
el Báltico y el Mediterráneo, así como otras vías fluviales como puede ser el
Danubio. De este modo, no podemos terminar esta disertación sin matizar la importancia
o influencia del factor geográfico en la economía europea de la Edad Moderna.
Como ya hemos dicho, fue un factor que unificó y a la vez aisló tierras.
Siempre es un tópico el ejemplo de las comunidades montañosas y su aislamiento,
pero incluso hay lugares en que poblaciones establecidas en lugares de llanura
no podían verse totalmente favorecidas por la falta de caminos o la falta de
transitabilidad de los mismos en según qué época del año, no sin olvidar
mencionar los elevados costes del transporte terrestre, y más para productos
cuya carga era abultada como es el caso de los cargamentos de grano (un ejemplo
de que el factor geográfico – climatológico no se puede analizar aisladamente
sino que se interrelaciona y conecta con otros).
DI VITTORIO, Antonio (coord.): "Historia económica de Europa. Siglos XV - XX." Barcelona, Editorial Crítica (páginas 141 - 143).
DI VITTORIO, Antonio (coord.): "Historia económica de Europa. Siglos XV - XX." Barcelona, Editorial Crítica (páginas 141 - 143).
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