martes, 7 de enero de 2014

EL FACTOR GEOGRÁFICO EN LA ECONOMÍA EUROPEA MODERNA


A la hora de hablar de la importancia del ámbito geográfico o las características del terreno en el desarrollo económico de la Europa Moderna, podemos afirmar que los factores de dicha índole eran especialmente reseñables en un mundo económico en el que el comercio, más allá de la vocación americana y los grandes puertos mediterráneos, se realizaba por el interior continental, lo cual contribuiría a desarrollar y extender o, por el contrario, a aislar y empequeñecer económicamente otras muchas zonas. Así, y tal y como se apreciará ya en el XVIII, no podemos hablar de la economía de los estados europeos en líneas generales sino que hemos de referirnos incluso a zonas geográficas concretas que pueden tocar varios de esos países (como es el caso de los extensos cultivos de grano a lo largo de Alemania y Polonia) o, por el contrario, afectar a unas coordenadas geográficas particulares y cuyo caso es sólo apreciable en un determinado país (como las tierras irrigadas que recorrían el sur de Lombardía hasta el Po). Aún así, por lo general podemos hablar de que la agricultura europea estaba anquilosada en un pasado poco productivo (en términos de interpretación más cercanos a la rentabilidad actual imperante) con unos bajos rendimientos y una población campesina vulnerable a los desastres naturales y el clima.


A pesar de todo ello, podemos decir que los rendimientos europeos a mediados del siglo XVIII aumentaron, mas no en relación a una todavía minoritaria práctica del cultivo intensivo, sino en virtud de la innovación en cultivos, como la introducción del maíz en el sur de Europa, (ante la escasa innovación que se mantenía en las técnicas y tecnologías) y la extensión de los mismos, que trajo además la destrucción de numerosos espacios de bosque. Esta agricultura se mantuvo entonces en los umbrales de la subsistencia, aportando una producción que rozaba lo insuficiente en un entramado europeo de comercio local, regional e interregional cada vez más interrelacionado a través de complejas tramas de redes, en las que imperaban más las manufacturas textiles de lana, lino o seda.


En este contexto, la geografía jugó un papel determinante, delimitando por los accidentes geográficos las áreas de influencia económica de cada gran urbe o centro de poder económico. Tal es el caso de Francia, con un sur orientado al mediterráneo, un norte con vocación manufacturera o un oeste vinculado al Atlántico; peor lo mismo se reproducía en el caso español, con ciudades como Cádiz o Sevilla muy centradas en el comercio colonial, frente a la vocación mediterránea catalana o los sistemas cerrados de la Meseta Central. Pero al mismo tiempo que podemos hablar de zonas diferenciadas en un ámbito geográfico más o menos concreto, las diferencias eran apreciables en otros niveles: estamos hablando de los pertenecientes a la monarquía de los Habsburgo, contrastando las vocaciones comerciales, manufactureras y agrícolas de los territorios del sur de Holanda con los del este de Austria (como Bukovina) u otro tan dispar como  Lombardía.


Pero al mismo tiempo que la geografía delimitaba, cercaba, e impedía el contacto fluido entre territorios, el factor geográfico supuso en muchos otros casos un factor aglutinador como espacio de intercambio, algo que se aprecia sobre todo en el comercio marítimo, donde nos vienen a la mente los dos grandes ejemplos que son el Báltico y el Mediterráneo, así como otras vías fluviales como puede ser el Danubio. De este modo, no podemos terminar esta disertación sin matizar la importancia o influencia del factor geográfico en la economía europea de la Edad Moderna. Como ya hemos dicho, fue un factor que unificó y a la vez aisló tierras. Siempre es un tópico el ejemplo de las comunidades montañosas y su aislamiento, pero incluso hay lugares en que poblaciones establecidas en lugares de llanura no podían verse totalmente favorecidas por la falta de caminos o la falta de transitabilidad de los mismos en según qué época del año, no sin olvidar mencionar los elevados costes del transporte terrestre, y más para productos cuya carga era abultada como es el caso de los cargamentos de grano (un ejemplo de que el factor geográfico – climatológico no se puede analizar aisladamente sino que se interrelaciona y conecta con otros).


DI VITTORIO, Antonio (coord.): "Historia económica de Europa. Siglos XV - XX." Barcelona, Editorial Crítica (páginas 141 - 143).

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