martes, 21 de enero de 2014

EL ESTUDIO DE REDES EN EL ANÁLISIS DEL COMERCIO ANGLO – HOLANDÉS


Para cerrar el trabajo sobre el comercio británico y holandés en la Edad Moderna, y aprovechando la relativamente nueva implantación del estudio de redes en los estudios económico – históricos actuales, me ha parecido especialmente correcto incluir un estudio de las redes comerciales de la época y su funcionamiento. Ante ello, lo primero que he de aclarar es que la información recopilada, en su mayoría corresponde al imperio español, pero qué mejor que ver la posición de los enviados anglo – holandeses en el ámbito del mayor imperio de la Edad Moderna (de acuerdo al interés internacional por ocupar una posición privilegiada en el comercio hispánico tras 1648[1]). El estudio del funcionamiento interno de las redes es el “new challenge” de la historia socio – económica, tal y como afirma Ana Crespo Solana.[2]

A la hora de presentar este estudio de redes he decidido tomar como punto de partida los grandes puertos, de los cuales iremos concretando hacia las personas o redes menores, de acuerdo a un sistema de análisis que va de lo general a lo particular. De este modo, y de acuerdo a la multitud de fuentes hispánicas, y con el fin de dar otro matiz a este trabajo, valoraremos el papel del comercio británico y, sobre todo, neerlandés en relación a los grandes puertos hispánicos que mantenían relaciones comerciales con América, un nuevo mercado que nadie estaba dispuesto a dar por perdido (pudiendo observar así su actuación en otros ámbitos que no sean el propio). De este modo podemos hablar de una comunidad flamenca importantísima en Sevilla y Cádiz, esos dos grandes puertos antes mencionados. Se trataba de puntos comercialmente estratégicos por su control del comercio americano y que, por tanto, eran vitales en la creación de redes comerciales (un sujeto pasivo donde se encuentran intereses económicos y políticos, así como influencias sociales y culturales, tal y como se ha llegado a definir)[3]. Pero el caso de estos dos puertos es especialmente reseñable, pues se trataba de puertos que por ese “monopolio” con las colonias sirvieron a estos comerciantes extranjeros como puntos de re – exportación de manufacturas (éstas ya habían sido exportadas desde su lugar de origen a España, desde donde a su vez serían exportadas a las colonias, a cambio de la plata americana). Por todo ello, una tesis sostenida recientemente con relativa fuerza es la que afirma la importancia vital de la financiación extranjera en el comercio hispano – americano en la Edad Moderna.[4] [5]

Pero los holandeses serán los primeros en conocer el provecho que tiene el hecho de crear una red comercial en los puertos, depurando un mecanismo que les llevará a controlar el Báltico, la zona de Surinam y que casi les proporciona el control sobre el Caribe: la mecánica consistía en invertir en las producciones agrícolas autóctonas, mejorándolas a cambio de poder almacenar y exportar a Europa las cosechas.[6] Se creaban así unas complejas redes comerciales y mercantiles con un entramado muy complejo pero extremadamente eficaz, con centro en esos dos puertos mencionados que servían de re – exportadores[7] del mercado marítimo europeo ya no sólo de manufacturas hacia América, sino de materias primas desde ese suroeste hacia el norte del continente europeo[8] (Mar Báltico, Amberes, Brujas, etc.) o hacia el ámbito del Mediterráneo[9] (con especial interés por la zona de la Península Itálica y la conexión Oriental). Armando Alvarado hace una descripción muy concreta de todos estos productos importados y exportados.[10]

Por ello, y en este análisis de las redes comerciales, cobran especial significado estos puertos, donde se puede ver perfectamente cómo aparecen, se desarrollan y mantienen estas comunidades de comerciantes extranjeros (especialmente flamencos), de acuerdo a ese atractivo comercial de ambas ciudades antes mencionado. Estamos hablando de lo que se podría calificar como “sociedades dentro de la propia sociedad”. En los casos que nos ocupan, en las comunidades de Sevilla y Cádiz nos encontramos ante unas comunidades (abiertas a recibir nuevos miembros[11]) dentro de la sociedad, unidas por lazos de paisanaje, parentesco[12], religión o vocación comercial. Pero la mejor definición de éste funcionamiento interno de las redes de comunidades auto – organizadas lo encontramos en los trabajos de Ana Crespo Solana: “núcleos complejos y flexibles que formaban redes evolutivas integradas en su marco correspondiente, e integrados por comerciantes, productores y funcionarios gubernamentales”.[13] El prototipo de personas que conformaban estas redes de comerciantes extranjeros era el siguiente: se trata en su inmensa mayoría de hombres adultos, procedentes de las Provincias del Sur, que han conseguido licencia para el comercio con las colonias americanas, y que buscan conseguir la “carta de naturalización” castellana mediante el matrimonio con mujeres del lugar y la adquisición o propiedad de bienes inmuebles/bienes raíces.[14]

Estos comerciantes flamencos asentados en los que podríamos denominar “puertos americanos” en Castilla se aprovecharon de su pasado bajo la Corona Imperial de Carlos V para de este modo gozar de ciertos favores reales. Además, la tradición histórica de unión entre Flandes y Castilla favoreció a estas redes flamencas por el hecho de conocer las costumbres y sociedad española, de tal forma que pudieron mimetizarse de forma más que aparente con el medio en el que desenvolvían su trabajo, lo cual les favoreció no sólo en los beneficios conseguidos sino inicialmente también en su competencia con el comercio inglés. De este modo, aún en los cincuenta años siguientes a la Guerra de los Treinta Años la preponderancia neerlandesa en el comercio castellano siguió vigente.[15] Una preponderancia que se verá, de algún modo, incluso legitimada por la legislación y las concesiones realizadas a la comunidad flamenca (con acuerdos como los de 1687, 1688 o 1692 o la confirmación de los fueros de esta comunidad extranjera en 1738 (fueros aceptados a su vez por los cónsules de Francia, Gran Bretaña y Holanda).[16] Vemos así como la comunidad de comerciantes flamencos en Andalucía se fueron asentando poco a poco (desde la llegada de Carlos I al trono castellano y hasta mediados del siglo XVIII), empleando diversas vías de integración, como es el caso de las cofradías gaditanas que señala Ana Crespo Solana.[17] Por ello, esta capacidad de mimetismo es uno de los motivos que explican el enorme éxito comercial flamenco en España (además de la necesidad de manufacturas en un país en el que escaseaban y ese nuevo nicho comercial fue aprovechado desde el norte de Europa). En el análisis de estas fuentes tampoco podemos olvidarnos de que el funcionamiento familiar de estas casas comerciales de origen extranjero no tuvieran sólo una función, sino que los herederos de una determinada firma mercantil, por lo que se ha estudiado y tal y como afirman Fernández Chaves y Gamero Rojas, mientras que uno de los hijos se dedicaba a llevar el control de la casa comercial, el otro tomaba la vía militar, integrándose en el ejército[18], ejemplos de los cuales encontramos varios como la familia Gand o los Craywinckel. Pero el mismo hecho de pertenecer a esa comunidad dentro de la sociedad castellana favorecía que entre ellos se realizasen acuerdos más o menos duraderos para el aprovechamiento del comercio, pero sin perder nunca el contacto con sus lugares de origen (como es el caso de Van der Woestyne). Además, por esa exigencia de posesión de bienes raíces para obtener la “naturalización” del individuo por parte de la Corona, muchos de estos extranjeros fomentaron la inversión interior que supuso a su vez una activación de la economía a nivel local y que les granjearía incluso el favor de algunos gremios (como se vio en la década de 1660).[19] Los inversores extranjeros impulsaron el sector agrícola andaluz, sobre todo los ingleses en el campo de los cítricos o el vino (un producto que se mantuvo en valores elevados a lo largo de toda la primera mitad del siglo XVIII, como demuestra Diego Téllez Alarcia[20]).

Pero, si bien muchas veces los integrantes de estas comunidades de extranjeros eran corresponsales de una red que se iniciaba en su país, otras muchas veces eran ellos mismos el origen de una red que se extendía desde los puertos andaluces hacia América, donde era imprescindible la presencia de agentes, agentes que además no sólo se instalaban en América[21], sino que además podían estar presentes en el interior continental, hacia donde estos grandes comerciantes importaban las materias primas americanas, adentrándose en el comercio interno de la mano de esos agentes.[22]

Los agentes son aquellos que moverán la economía transnacional[23] en esta época. Se trata de personas en las que los grandes empresarios o compañías delegaban y que eran sus “corresponsales” en aquellas ciudades o puertos en los que dichos proto – empresarios tenían intereses. Además, los agentes mercantiles o comerciales son testigos del crecimiento de los intercambios en zonas marginales, así como responsables de la integración de nuevos espacios económicos en el ámbito europeísta imperante.[24] La práctica de delegar en una persona fue mucho más común en los casos de procedencia flamenco – holandesa que en los ingleses, aprovechando además los flamencos el mercado americano (por su pasada pertenencia a la Corona hispana) en su puja con los británicos.

Pues bien, atendiendo a estos agentes, cuya importancia en el mercado era trascendental, podemos observar que ellos necesitaban de algo muy valioso para permanecer en su puesto: gozar de la confianza de su contratista. Los sistemas de confianza son clave en estas redes comerciales (tal y como defiende Xabier Lamikiz)[25]. Se trata, según este autor de unas relaciones continuas, en los que es esa misma continuidad la que se encarga de legitimar la confianza otorgada al agente comercial. Un agente que, al mismo tiempo, no duda en extender su buena reputación en los círculos locales a los que tiene acceso con el fin de sacar algún tipo de beneficio.

Vemos así como el entramado de redes comerciales que se tejían a lo largo y ancho del orbe mundial era complejísimo y su estudio puede ir desde las relaciones entre los puertos comerciales a través de los grandes negocios de mercancías hasta las pequeñas comunidades locales y sus agentes en núcleos urbanos menores. Por todo ello, el estudio de redes se nos presenta como una herramienta básica en el estudio de las relaciones comerciales. Para ello, es imprescindible contar con las fuentes necesarias, las cuales no tienen por qué ser estrictamente económicas, sino que pueden ser de otra índole, aportando datos igualmente importantes: me estoy refiriendo a los documentos notariales (testamentos, deudas, poderes, letras de cambio, arrendamientos…), los cuales nos permiten reconstruir no sólo las relaciones comerciales sino que además, en muchos otros casos, y contrastándose con documentos de carácter familiar como partidas de bautismo o de boda, pueden ayudarnos a reconstruir la  interrelación social que había detrás de todos esos intereses comerciales, así como otros muchos aspectos como puede ser el papel de la mujer en todo ello.

 


BIBLIOGRAFÍA

 
ALVARADO, Armando, “La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado novohispano.”, en Iztapalapa: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, n º 36, México, 1995.

CASADO ALONSO, Hilario, “Los flujos de información en las redes comerciales castellanas de los siglos XV y XVI.”, en Investigaciones de Historia Económica, n º 10, 2008.

CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam y Cádiz (1713 – 1778)”, en Cuadernos de Historia Económica, n º 40. Banco de España, 2001.

CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad en el comercio flamenco – holandés en Europa y la Monarquía hispánica.”, en Cuadernos de Historia, nº X. CSIC, Madrid, 2011.

CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes Atlánticos. Redes del comercio flamenco y holandés entre Europa y el Caribe. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones de Cajasur, 2009.

FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, “Flamencos en la Sevilla del siglo XVIII: entre el Norte de Europa y América.”, en Orbis Incognitvs. Avisos y Legajos del Nuevo Mundo. XII Congreso Internacional de la AEA. Universidad de Huelva, 2009.

IBARRA, Antonio; DEL VALLEPAVÓN, Guillermina (coords.), Redes sociales e instituciones comerciales en el imperio español, siglos XVII a XIX. UNAM, México, 2007.

LAMIKIZ GOROSTIAGA, Xabier, Trade and Trust in the Eighteenth Century Atlantic World. Spanish Merchants and their Overseas Networks. The Boydell Press, 2010.

TÉLLEZ ALARCIA, DIEGO, “El comercio del vino español con Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Un proyecto político”, en Brocar: Cuadernos de Investigación Histórica, n º 29, 2005.



[1] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad en el comercio flamenco – holandés en Europa y la Monarquía hispánica.”, en Cuadernos de Historia, nº X. CSIC, Madrid, 2011, p. 57.
[2] Ibídem, p. 63.
[3] CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes Atlánticos. Redes del comercio flamenco y holandés entre Europa y el Caribe. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones de Cajasur, 2009.
[4] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 71.
[5] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, “Flamencos en la Sevilla del siglo XVIII: entre el Norte de Europa y América.”, en Orbis Incognitvs. Avisos y Legajos del Nuevo Mundo. XII Congreso Internacional de la AEA. Universidad de Huelva, 2009, p. 211.
[6] CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes Atlánticos. Redes…
[7] CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam y Cádiz (1713 – 1778)”, en Cuadernos de Historia Económica, n º 40. Banco de España, 2001, p. 22.
[8] CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam…”, p. 29.
[9] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 56.
[10] ALVARADO, Armando, “La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado novohispano.”, en Iztapalapa: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, n º 36, México, 1995, pp. 130 – 131.
[11] CASADO ALONSO, Hilario, “Los flujos de información en las redes comerciales castellanas de los siglos XV y XVI.”, en Investigaciones de Historia Económica, n º 10, 2008, p. 39.
[12] IBARRA, Antonio; DEL VALLEPAVÓN, Guillermina (coords.), Redes sociales e instituciones comerciales en el imperio español, siglos XVII a XIX. UNAM, México, 2007.
[13] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 60.
[14] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 212.
[15] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 212.
[16] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 66.
[17] CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes Atlánticos. Redes…
[18] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 213.
[19] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 217.
[20] TÉLLEZ ALARCIA, DIEGO, “El comercio del vino español con Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Un proyecto político”, en Brocar: Cuadernos de Investigación Histórica, n º 29, 2005, pp. 77 – 89.
[21] CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam…”, p. 23.
[22] FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 217.
[23] Entendiendo como economía transnacional en la Edad Moderna la cooperación entre negocios basados en más de una región, área o país.
[24] CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 60.
[25] LAMIKIZ GOROSTIAGA, Xabier, Trade and Trust in the Eighteenth Century Atlantic World. Spanish Merchants and their Overseas Networks. The Boydell Press, 2010.

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