La
práctica naval fue desarrollándose a partir del siglo XVI, quedando España retrasada
en los avances de la construcción de navíos. A partir de la segunda mitad del
siglo XVI los barcos extranjeros, en especial los barcos holandeses e ingleses,
fueron desplazando a los españoles. La técnica naval de los ingleses y
holandeses alcanzó realizar barcos más baratos, que fueron relegando a los
típicos barcos españoles del siglo XVI, los galeones y las naos. La industria
naval vasca, que no pudo adaptarse a las novedades extranjeras, no pudo
competir con la de estos dos estados.
La
mayor parte del comercio marítimo, que se realizaba entre puertos cercanos y
siguiendo las rutas marítimas tradicionales cercanas a la costa, se hacía en forma de cabotaje, realizado por
barcos de mediano tamaño. Este tipo de comercio fue alcanzando cada vez mayor
importancia, del mismo modo que sucedió con los pequeños puertos, que no se encontraban entre los
grandes puertos habituales de las grandes rutas costeras. Este es el caso del
puerto de Luances, Mataró o Salou. Estas rutas de cabotaje se enlazaban con rutas
del comercio americano y con rutas comerciales más amplias.
El
principal puerto del Cantábrico fue el puerto de Bilbao donde se exportaban productos
como la lana y el hierro hacia otros puntos del norte de Europa. Bilbao aparte
de por esta faceta también se reconocía como un importante centro de
construcción de barcos. También destacan otros puertos en esta zona como
Laredo, Santander y San Sebastián.
Otros
puertos comerciales se situaron en la zona gallega, más en concreto en
Betanzos, en Vigo, en Pontevedra y en Bayona, y participaron en las rutas
comerciales hacia Portugal, junto con los puertos andaluces, que además eran
escalas entre el norte de Europa, Sevilla, y el Mediterráneo.
El
gran puerto andaluz y de España en general, era el puerto de Sevilla, centro comercial y
financiero de gran importancia. El puerto sevillano tuvo una gran rivalidad con
el puerto de Cádiz, llegando incluso éste a desplazar al puerto sevillano por
las condiciones naturales de su puerto y por las preferencias de los barcos
extranjeros hacia éste. Asimismo
destacan en la zona gaditana otros puertos, como el de Santa María o el Puerto
Real. Otro gran puerto andaluz era el de Málaga cuyo comercio se repartía entre
el Mediterráneo y el Atlántico, convirtiéndose en el intermediario entre ambos
mares.
En
la zona del Mediterráneo destacan puertos, como el puerto de Barcelona, de Valencia,
de Alicante o el puerto de Denia. El puerto de Barcelona fue desplazado hasta
el siglo XVII, cuando se recuperó, por el de Valencia, que se convirtió en el
puerto con mayor afluencia de todo el Mediterráneo español. Sin embargo, a
pesar de esta crisis el puerto de Barcelona siguió perteneciendo a la ruta
entre Génova y Castilla, no obstante la
ventaja del puerto de Valencia recaía en que este puerto estaba abierto a todas
las rutas desde el norte de Europa hasta la zona de Oriente Medio. Alicante fue
otro gran puerto del Mediterráneo, que se convirtió en escala de las grandes
rutas comerciales y en uno de los puertos de salida de la lana castellana y de
destino de productos hacia Madrid. Por su parte, el puerto de Denia alcanzó
gran popularidad, durante el reinado de Felipe III, al estar bajo la
jurisdicción del Duque de Lerma. En suma, destacaron también los puertos de
Vinaroz, Tortosa, Cullera, Cartagena, Mallorca o Ibiza que se convirtieron en
escala hacia Italia y el Mediterráneo Oriental.
Por
tanto, la navegación marítima española encontró sus dificultades en los
accidentes naturales, pero también en las actividades de los piratas y
corsarios ingleses y holandeses, que se acrecentaron tras la rebelión de las
Provincias Unidas, y que tenía lugar sobre todo en el Canal de la Mancha,
mientras que la piratería inglesa, predominaba en la zona atlántica y
mediterránea.
Fuente: GONZÁLEZ
ENCISO, Agustín, Historia Económica de la
España Moderna, Madrid, Actas, 1999.
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