sábado, 11 de enero de 2014

Comercio marítimo y los puertos como una vía de comunicación en la Edad Moderna.

La práctica naval fue desarrollándose a partir del siglo XVI, quedando España retrasada en los avances de la construcción de navíos. A partir de la segunda mitad del siglo XVI los barcos extranjeros, en especial los barcos holandeses e ingleses, fueron desplazando a los españoles. La técnica naval de los ingleses y holandeses alcanzó realizar barcos más baratos, que fueron relegando a los típicos barcos españoles del siglo XVI, los galeones y las naos. La industria naval vasca, que no pudo adaptarse a las novedades extranjeras, no pudo competir con la de estos dos estados.
La mayor parte del comercio marítimo, que se realizaba entre puertos cercanos y siguiendo las rutas marítimas tradicionales cercanas a la costa,  se hacía en forma de cabotaje, realizado por barcos de mediano tamaño. Este tipo de comercio fue alcanzando cada vez mayor importancia, del mismo modo que sucedió con los pequeños  puertos, que no se encontraban entre los grandes puertos habituales de las grandes rutas costeras. Este es el caso del puerto de Luances, Mataró o Salou. Estas rutas de cabotaje se enlazaban con rutas del comercio americano y con rutas comerciales más amplias.
El principal puerto del Cantábrico fue el puerto de Bilbao donde se exportaban productos como la lana y el hierro hacia otros puntos del norte de Europa. Bilbao aparte de por esta faceta también se reconocía como un importante centro de construcción de barcos. También destacan otros puertos en esta zona como Laredo, Santander y San Sebastián.
Otros puertos comerciales se situaron en la zona gallega, más en concreto en Betanzos, en Vigo, en Pontevedra y en Bayona, y participaron en las rutas comerciales hacia Portugal, junto con los puertos andaluces, que además eran escalas entre el norte de Europa, Sevilla, y el Mediterráneo.
El gran puerto andaluz y de España en general,  era el puerto de Sevilla, centro comercial y financiero de gran importancia. El puerto sevillano tuvo una gran rivalidad con el puerto de Cádiz, llegando incluso éste a desplazar al puerto sevillano por las condiciones naturales de su puerto y por las preferencias de los barcos extranjeros  hacia éste. Asimismo destacan en la zona gaditana otros puertos, como el de Santa María o el Puerto Real. Otro gran puerto andaluz era el de Málaga cuyo comercio se repartía entre el Mediterráneo y el Atlántico, convirtiéndose en el intermediario entre ambos mares.
En la zona del Mediterráneo destacan puertos, como el puerto de Barcelona, de Valencia, de Alicante o el puerto de Denia. El puerto de Barcelona fue desplazado hasta el siglo XVII, cuando se recuperó, por el de Valencia, que se convirtió en el puerto con mayor afluencia de todo el Mediterráneo español. Sin embargo, a pesar de esta crisis el puerto de Barcelona siguió perteneciendo a la ruta entre Génova y Castilla, no obstante  la ventaja del puerto de Valencia recaía en que este puerto estaba abierto a todas las rutas desde el norte de Europa hasta la zona de Oriente Medio. Alicante fue otro gran puerto del Mediterráneo, que se convirtió en escala de las grandes rutas comerciales y en uno de los puertos de salida de la lana castellana y de destino de productos hacia Madrid. Por su parte, el puerto de Denia alcanzó gran popularidad, durante el reinado de Felipe III, al estar bajo la jurisdicción del Duque de Lerma. En suma, destacaron también los puertos de Vinaroz, Tortosa, Cullera, Cartagena, Mallorca o Ibiza que se convirtieron en escala hacia Italia y el Mediterráneo Oriental.
Por tanto, la navegación marítima española encontró sus dificultades en los accidentes naturales, pero también en las actividades de los piratas y corsarios ingleses y holandeses, que se acrecentaron tras la rebelión de las Provincias Unidas, y que tenía lugar sobre todo en el Canal de la Mancha, mientras que la piratería inglesa, predominaba en la zona atlántica y mediterránea.


Fuente: GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Historia Económica de la España Moderna, Madrid, Actas, 1999.



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