Fue sorprendente encontrarnos en clase a un Adam Smith para nada similar a la idea preconcebida que de él se tiene. Frente al clásico inventor del liberalismo, la coartada histórica para los defensores del capitalismo salvaje; nos encontramos a un filósofo de profundas convicciones morales, en La riqueza de las naciones no solo no nos encontramos a un Estado que abandona a la población a la voluntad del mercado, sino que encontramos, entre otros detalles, una verdadera moral para los empresarios así como un Estado garante de una mínima justicia social.
No es la primera, ni será la última vez, que una obra, un personaje, es intencionadamente malinterpretado en beneficio de una perspectiva histórica o en la legitimación de una postura. Esta entrada tratará sobre uno de los principales ejercicios de desvirtuamiento histórico: La Leyenda Negra, especialmente el caso de Don Carlos.
LA LEYENDA NEGRA
Poniendo como ejemplo principal
patrocinador de la mala reputación de Felipe II, Guillermo de Orange, hasta 1580 toda
crítica hacia el reinado de Felipe II no era para nada de índole personal
contra el monarca (recordemos que Don Carlos había muerto en 1568). El
principal objetivo de crítica inicial era la Inquisición, quedando en todo momento tanto Carlos
V como Felipe II siempre eximidos de toda responsabilidad en los procesos inquisitoriales.
La labor crítica de Orange se inicia con el Consejo de los Disturbios, es la pérfida
labor de los ministros del rey con Granvela y el Duque de Alba a la cabeza (donde
si empieza a haber ya descalificaciones personales, como las que recibe el Duque
de Alba caracterizado como “nueva criatura de la infidelidad judía” “este
animal tigre moro y marrano”) y la actitud de los españoles (recordemos el
saqueo de Amberes) los que mantienen engañado a un rey bueno, pero engañado.
Es entonces, en 1580 proscrito
por el rey, cuando Guillermo encarga Pedro Loyseleus la Apología. E n ella (entre otras cosas) se acusa directamente a Felipe de:
- Incesto (por su matrimonio con su sobrina Ana de Austria).
- Bigamia y adulterio.
- Asesinato de su tercera mujer, Isabel de Valois.
- Sádico asesinato de su hijo, Don Carlos, por sus simpatías con los flamencos.
- Responsable directo de “doscientas veces cien mil” asesinatos de americanos.
- Ser un tirano, que no ama a sus súbditos, extranjero, que ni conoce el país ni sus intereses
Aunque las peores críticas fueron escritas en francés (en cierta medida porque sus ediciones alcanzaban una mayor
difusión). En 1581 se escribe Diógenes,
Don Carlos aparece como un joven justo y generoso que desprecia las
ponzoñosas intrigas palaciegas, estos mismos cortesanos le acusan de contactos con Montigny y de amar a su madrastra Isabel.
Felipe manda envenenar a su hijo, las lágrimas de su mujer le confirman el
incesto y manda envenenarla también a ella.
De todos estos puntos, los principales que articulan la Leyenda Negra, se hace eco Giuseppe Verdi en su ópera Don Carlo, estrenada en 1867, basada en un relato de Schiller. Lo que ha quedado como un entretenimiento contemporáneo fue antaño una parte fundamental de la cultura moderna, de la historia han surgido hermosas mentiras.
Es un tema recurrente la maldad de los cortesanos, la vemos también en Rigoletto de Verdi (1851), donde el bufón que durante tanto tiempo los había humillado ve ahora su amada hija secuestrada y deshonrado por los pérfidos cortesanos (3:15)
DON CARLOS
Nacido en 1545 Don Carlos se crió sin la presencia de su padre hasta los 14 años, era rechazado por su temperamento y su aspecto físico por su abuelo en Yuste, además se extendía cada vez más entre sus tutores la idea de su enloquecimiento. Su bagaje endogámico no apuntaba a un grato resultado genético (recordemos que sus padres son primos) pero fue reconocido como heredero de la corona por las Cortes de Castilla en 1560. La única gran habilidad que desarrolló el príncipe parece ser la de escaparse a la vigilancia impuesta por su padre, en uno de esos alardes de escapismo sufre un fortísimo traumatismo craneal al caerse por unas escaleras. Tras sobrevivir a una trepanación y ya recuperado, Felipe lo trae de vuelta a la corte, para que adquiriera mayores dosis de responsabilidad es nombrado presidente del Consejo de Estado y comienza a asistir a sus sesiones. Su conducta era cada vez más agresiva y excéntrica y Don Carlos no hacia sino reclamar públicamente el gobierno de los Países Bajos tal y como se había comprometido su padre en 1559. Obviamente, tanto por el contexto político como por el contexto mental de Don Carlos, Felipe ni siquiera consideraba esta opción, acumulándose la frustración del príncipe y ya registrándose criticas abiertas hacia la figura de su padre e incluso actos de violencia y sadismo sexual.
Nacido en 1545 Don Carlos se crió sin la presencia de su padre hasta los 14 años, era rechazado por su temperamento y su aspecto físico por su abuelo en Yuste, además se extendía cada vez más entre sus tutores la idea de su enloquecimiento. Su bagaje endogámico no apuntaba a un grato resultado genético (recordemos que sus padres son primos) pero fue reconocido como heredero de la corona por las Cortes de Castilla en 1560. La única gran habilidad que desarrolló el príncipe parece ser la de escaparse a la vigilancia impuesta por su padre, en uno de esos alardes de escapismo sufre un fortísimo traumatismo craneal al caerse por unas escaleras. Tras sobrevivir a una trepanación y ya recuperado, Felipe lo trae de vuelta a la corte, para que adquiriera mayores dosis de responsabilidad es nombrado presidente del Consejo de Estado y comienza a asistir a sus sesiones. Su conducta era cada vez más agresiva y excéntrica y Don Carlos no hacia sino reclamar públicamente el gobierno de los Países Bajos tal y como se había comprometido su padre en 1559. Obviamente, tanto por el contexto político como por el contexto mental de Don Carlos, Felipe ni siquiera consideraba esta opción, acumulándose la frustración del príncipe y ya registrándose criticas abiertas hacia la figura de su padre e incluso actos de violencia y sadismo sexual.
El contacto con el rebelde conde de
Egmont en 1565 no hacía sino retroalimentar la idea de Carlos de desobedecer a
su padre y fugarse a los Países Bajos.
La ópera nos presenta a un Don Carlos plenamente cuerdo y consciente de su destino, frente al tirano déspota de su padre, vemos al joven príncipe enamorado que llevará la libertad a Flandes.(2:35)
En 1567 pidió prestado a Éboli 200.000
ducados para poner en marcha su plan de fuga hacia los Países Bajos… que
inmediatamente se los comunicó a Felipe II que se limitó a registrarlos.
Promete a Don Juan de Austria Nápoles y
Milán si le ayuda con su causa llevándole a Italia, Don Juan… inmediatamente se
lo comunicó a Felipe II que se limitó a registrarlo (parece que al final no le
llamaban “Prudente” en vano).
En este punto era para Felipe obvio que
la corona no podía ir a parar a las manos de su hijo y que de buscarle
matrimonio la descendencia que de él surgiera no podría esperarse nada mejor. Restaba por decidir, el
confinamiento perpetuo o la muerte.
“En la noche del 18 de enero de 1568,
Felipe II, acompañado de tres consejeros y un destacamento de guardias, entró
en la habitación de su hijo en el Alcázar de Madrid. Don Carlos se despertó,
confuso, y al ver a su padre preguntó si había venido a matarlo. Con su
habitual talante impasible, Felipe II se llevó consigo todos los documentos del
príncipe, lo entregó a los hombres armados y se marchó de la habitación. Ésa
fue la última vez que vio a su hijo.”
Esta escena con los papeles parece muy similar al momento en La Traviata (Verdi, 1853) en el que Alfredo, confundido a más no poder en este momento de la trama arroja el dinero que ha ganado en el juego a su antigua mujer, Violeta, enferma terminal, por el tiempo que "estuvo" con él antes de romperle el corazón. (2:30)
7 meses y 7 días después moría Don Carlos, ¿asesinado? No sería la primera vez que la “razón de Estado” llevaría a Felipe II a ordenar directamente el fin de una vida en concreto, véanse los casos de Montigny o Escobedo. Con el agravante que la incapacidad del príncipe ponía en juego la propia corona, pero no se puede demostrar que este fuera el caso. Desgraciadamente no se cuenta con un testimonio fehaciente de su muerte, fuera asesinado o no, la retención de correo durante dos días por el rey tras su muerte no hizo sino alimentar la posterior rumorología y fantasía.
Felipe siempre defendió que su decisión
no fue fruto del castigo por crimen alguno de su hijo, sino al contrario porque
su hijo no era responsable de sus propias acciones, negaba que su hijo fuera
culpable de rebelión o herejía y tomó esta decisión por el bien de sus reinos y
de su propio hijo.
Aunque el propio Carlos hablaba ya de
suicidio parece ser que los excesos en prisión, huelga de hambre, ataque de
gula y masiva ingestión de hielo posterior no hicieron mucho bien a su salud.
Frente a este relato histórico naturalista encontramos el final de Don Carlos en la obra de Verdi acorde a la Leyenda Negra, mucho más hermoso, sin duda, pero una mentira, por hermosa que sea, no deja de ser un mentira.
GARCIA CARCEL, Ricardo (Coord.), Historia de España siglos XVI y XVII. La España de los Austrias. Madrid, Cátedra, 2003.
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