La idea principal en
torno a la cual gira el artículo es la revisión del concepto de declive y debilitamiento
español para la Edad Moderna, mantenida durante mucho tiempo por los
historiadores, pero que debe ser eliminada ya que no es válida por muchas
razones, siendo necesaria una revisión del tema y un giro metodológico.
A su vez la estructura
del texto es clara: Israel presenta las teorías de Henry Kamen para después
valorarlas, refutarlas o dar su opinión sobre el asunto.
Kamen plantea un
panorama de desarrollo en la España de los siglos XVI y XVII, pero siempre condicionado y
obstaculizado por la dependencia (que no declibe) de otros mercados y potencias
que avanzaban en su industrialización. Sin embargo estas nuevas ideas deben ser
puestas en cuarentena, tomadas con cuidado.
Para avalar y
argumentar su tesis, Kamen recurre a los arbitristas. Afirma que en los
escritos de estos teóricos que trataban de resolver los problemas económicos
del país, muy pocas veces aparece el término decadencia, abundando más el de
infortunios, cambio de suerte, de fortuna, oportunidades perdidas. La
percepción de los mismos es como que su época seguía a la Edad de Oro, que
sitúa en los RRCC y no en la etapa de los Austrias Mayores como
tradicionalmente se ha pensado en la historiografía. Israel aclara la
situación, poniendo de relieve lo que sencillamente es un choque con la
realidad: la idea de empobrecimiento, declive, si está presente en la
literatura económica. El término declive puede no abundar, pero sí lo hacen
ruina total, daño general, declinación. Se tiene conciencia de que se vive una
caída repentina, abrupta respecto a una etapa de florecimiento anterior.
Kamen pone en relación el
deterioro del Seiscientos con el declinamiento del poder militar e imperial
español. Dice que los estudiosos ven el inicio de esta crisis en 1640, mediados del XVII, por lo que
hay que entenderlo a parte de lo económico, que abarca diferentes periodos
previos, desde mediados de 1550. El
autor del artículo afirma que en este sentido Kamen sigue la línea tradicional.
Sin embargo este da mucha importancia a los conflictos contra los franceses,
como la derrota española en Rocroi, en 1643. Es evidente que esto fue
determinante, pero Israel dice que los conflictos anteriores y la larga y
pesada herencia de Carlos y Felipe tampoco mejoraron la situación.
Volviendo a la idea de dominación
y dependencia comercial, Kamen afirma que durante el reinado de los Reyes
Católicos se exportaba materias primas a bajo coste y se importaban
manufacturas más caras, lo que a la larga generaba una balanza negativa, nociva
para la economía, que se verá agravada con el descubrimiento de América y la
apertura de nuevos mercados, a los que Castilla, con sus débiles manufacturas no
pueden hacer frente, aumentando esa dependencia. Sobre esto Israelí atacará la
rotundidad y lo absoluto de las afirmaciones de Kamen: pudo haber dependencia,
pero debemos reconocer que hasta 1570 está atestiguado un periodo de
crecimiento urbano, demográfico, industrial (textil, cuero, construcción de
barcos…) que se evidencia en la capacidad de las ciudades castellanas para
alzar la voz ante Carlos I cuando ven amenazados sus intereses por las
políticas económicas del monarca.
El siglo XVI en parte
fue difícil en Europa: los conflictos con Países Bajos y el bloqueo que estos
imponen, hacen que el flujo de mercancías desde Flandes, tradicional
suministradora, a Castilla, mermase considerablemente. En los centros
franceses, como Rouen y Amiens también hay un declive, afectados por las
guerras de religión. Junto a ello Inglaterra sigue centrada en los productos
norteños. Todo cambiara a inicios del
XVII, etapa de crecimiento industria francesa, holandesa y flamenca. Inglaterra
empieza a producir los tipos mediterráneos, al tiempo que la industria española
cae, se colapsa. Se evidencian, se detecta un notable aumento de las
importaciones, debido al cese de la guerra con Provincias Unidas, que levantan
el bloqueo a Flandes. Aumento de las exportaciones holandesas también.
Retroceso industrial generalizado,
si bien se rastrean vestigios de desarrollo industrial (Palencia). Las cortes toman medidas: limitar
exportaciones y prohibir importar sedas italianas por ejemplo, o gravar las
importaciones de manera elevada. Israelí afirma que no es casual que sea en la
primera mitad del XVII, momento de mayores problemas, cuando más se mueva la
pluma de los arbitristas, que apoyan las medidas proteccionistas y de control de la exportación, que
beneficiaran a la economía.
Esta es la reacción de Felipe
III y Felipe IV a la crisis: se entiende que la restricción del comercio
exterior español es la solución para una economía enferma. Cinturón contra la
importación. Sin embargo las políticas de reactivación económica fracasan. Si bien
se reducen las exportaciones de lana (en parte por la ausencia de flotas holandesas
que carguen las mercancías) las ciudades castellanas no aprovechan esa ocasión
proteccionista favorable.
Incide en los hechos
cruciales de 1650: tratado de Münster de 1648 y Paz de los Pirineos de 1659. Se
reactiva el flujo, se levantan restricciones. Israel dice que es el fin de una
época y que efectivamente España era un tema y mercado dominado por capital y
productos extranjeros.
Para acabar, Israel
repasa otros tres puntos de los trabajos de Kamen. Por un lado está el tema de
la demografía. Estudia la población de forma independiente a la economía, sin
tener en cuenta las numerosas imbricaciones y paralelismos existentes entre
ambas. Israel afirma que no se entiende el análisis social sin tener en cuenta
el desarrollo económico, histórico. De esta forma, a una etapa de crecimiento
demográfico y económico le siguió en la primera mitad del XVII una etapa de
retraimiento (despoblamiento del campo, aumento de la presión fiscal, problemas
con la propiedad de la tierra etc.)
Junto a esto, otro de
los temas candentes es la identificación de Castilla con España. Kamen ve esto
como un error historiográfico que tiene que ser desterrado. Sin embargo aquí
Israel muestra una visión con la que no estoy del todo de acuerdo. Viene a
afirmar que esta identificación se explica por la preeminencia geográfica de
Castilla, viendo a Aragón como una zona marginal, de extrarradio, sin darse
cuenta de que será en este extrarradio peninsular la vanguardia de la recuperación
y el desarrollo industrial.
Finalmente está el
problema de la cronología. La línea tradicional anticipa el inicio de la crisis
al siglo XV, mientras que siguiendo a los arbitristas, sitúa el comienzo del
decaimiento a comienzos del XVII, prolongándose la situación hasta mediados del
Seiscientos.
Ángel G. Ureña Palomo
(trabajo semanal del grupo 1)
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