viernes, 29 de noviembre de 2013

La riqueza como forma de proyección social hacia la nobleza y el mayorazgo como consolidación del estatus nobiliario


La inmovilidad de la sociedad estamental ha sido por excelencia una de las principales características vinculadas a la organización social del Antiguo Régimen. No obstante, lo cierto es que, aunque no suponen casos mayoritarios, pueden apreciarse claras transgresiones en este aspecto en relación con las posibilidades económicas de unos grupos sociales potencialmente emergentes. Así, si bien es cierto que los principales valores que articularon la organización estamental vinieron determinados por el ordenamiento jurídico, el pensamiento político y religioso y la concepción de la monarquía, la riqueza también es un elemento a tener en consideración a la hora aproximarse a los procesos sociales y políticos durante la Edad Moderna.

De esta forma, las grietas en el ordenamiento jurídico y las posibilidades económicas van a ser las dos claves a partir de las cuales los grupos en progresión van a orquestar su proyección social hacia el estamento nobiliario apoyándose también en la precaria situación económica de la monarquía que se va a mostrar dispuesta a integrar en la nobleza a grupos de menor extracción social. No obstante, este apoyo real no sólo va a venir determinado por motivos puramente económicos y por la necesidad de financiación, sino que también va a ser utilizado por la institución monárquica para consolidar su propia posición social acuñando una nueva nobleza fiel a la realeza al ver vinculada su suerte al favor real.

Por tanto, las posibilidades económicas, junto con el favor regio, se va a constituir como la principal vía de ascensión social a través de la acumulación de una fortuna que se podía obtener a través de diferentes cauces, en muchos casos vinculada a actividades comerciales y mercantiles o en relación con prácticas usureras, prestatarias y especulativas, que derivaban en unos resultados económicos afortunados que permitían alcanzar unos niveles de riqueza que eran empleados como catalizador social.

                        
Leyes de Toro (1505) en las cuales queda regulado el mayorazgo sin hacerlo restrictivo al estamento nobiliario y permitiendo así a grupos emergentes la vinculación de sus bienes
Así, el proceso hacia el ascenso nobiliario solía pasar por la consolidación de una base económica agraria, que aunque no proporcionaba estatus social ofrecía seguridad económica, a lo que seguía la vinculación con estirpes locales a través de estrategias matrimoniales uniendo por tanto riqueza económica con influencia social y creando un patrimonio que vio en el mayorazgo su principal medio de consolidación convirtiéndose en la institución para asegurar la posición social y económica familiar a través de una actividad rentista sobre sus tierras y para crear una casa nobiliaria revestida también de elementos simbólicos como escudos y apellidos familiares o las propiedades de enterramiento propias.

De esta forma, el mayorazgo no va a ser más que una fórmula jurídica con el fin de proteger el patrimonio familiar de la disgregación a lo largo del tiempo buscando transmitir de manera intacta el conjunto de posesiones, derechos y rentas a través de la vinculación de un cuerpo de bienes transmitidos de forma inalienable de generación en generación a través de un orden sucesorio preestablecido. No obstante, si se atiende a las diferentes fórmulas a través de las que se constituyeron los mayorazgos también se puede observar que, aparte de la consolidación del patrimonio existente, se buscaba dejar la puerta abierta a la agregación de fortunas, lo que permite entender por qué el más frecuente fue el conocido como patrimonio regular, en el que, aunque se daba preferencia al elemento varón sobre el femenino, este último no quedaba excluido manteniendo así la herencia dentro de la rama familiar troncal y favoreciendo la agregación de fortunas procedentes de otras casas nobiliarias con un claro fin de acumulación que también estuvo presente en diversas estrategias:

1-La concentración de riqueza en el heredero del mayorazgo a través de la adición de nuevos bienes y posesiones a sus rentas haciendo uso de lo que se ha conocido como “mejora del tercio y el quinto”, si bien es cierto, que en muchos casos esta condición de heredero también traía consigo la obligación de contribuir a acrecentar el patrimonio para poder disfrutar de él.

2-El apoyo de parientes colaterales solteros o sin herederos a través de la vinculación de sus posesiones al sucesor de un hermano mayor con el fin de engrandecer la casa nobiliaria.

3-Las leyes hereditarias que favorecían siempre al varón primogénito  como heredero frente a las ramas familiares subsidiarias y el traspaso de ese mayorazgo al pariente más próximo y con mayores derechos en caso de ausencia de descendencia directa.

4-La homogamia como estrategia matrimonial nobiliaria de forma que todas las esposas de primogénitos eran poseedoras, herederas ya fuera en acto o en potencia en caso de fallecimiento de los hermanos varones de la casa nobiliaria de la que procedían.

Así, como conclusión, el mayorazgo no se basó únicamente en la preservación del patrimonio sino que contó también con un fin acumulativo a través de su concentración en pocas manos y la agregación de posesiones y bienes vinculados haciendo uso de complejas prácticas hereditarias en relación con el interés por acrecentar el poder familiar, situando al primogénito como máximo exponente del mismo. De esta forma, se constituyeron unos usos en los que la acumulación de riqueza se convierte en uno de los ejes centrales en torno a los que giran sus intereses lo que, en último término, viene a ratificar la importancia del elemento económico dentro del estamento nobiliario al tratarse de un símbolo intrínseco a este grupo social, cuya fuente principal de riqueza debía proceder de una actividad rentista y absentista despreocupada, permitiéndoles de esta forma cumplir con los modos de vida adscritos a su idiosincrasia, combinando la ausencia del trabajo manual con la exteriorización del poder y riqueza de la casa nobiliaria de la que forman parte, para así diferenciarse del resto de la población.

Bibliografía
-Gimeno Sanfeliu, M.J.: Patrimonio, parentesco y poder: (Castelló, siglos XVI-XIX). Publicaciones de la Universidad Jaume I. Servicio de Publicaciones de la Diputación de Castelló, D.L., 1998.

-Soria Mesa, E.: La nobleza en la España Moderna. Cambio y continuidad. Marcial Pons, Madrid, 2007.

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