V. Fides. Nodriza
veneciana
(1780-1815)
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Las nodrizas: su trabajo consistía en el cuidado y alimentación de los niños desde su nacimiento hasta los 2-3 años de vida. Esto incluía darles de mamar, limpiarles, vestirles, enseñarles a caminar...etc. Entre los ss. XVI-XVII, las casas reales tenían especial cuidado en elegir a la mejor para sus hijos, el médico de la reina recorría los pueblos buscando la más apropiada, que además tenía que demostrar la pureza de sangre. Una vez seleccionada se instalaba en el palacio. El trabajo de las nodrizas comenzó a ser reconocido como una actividad fundamental de las economías campesinas y urbanas en la Europa de los siglos XVIII-XIX. Un hecho importante en este periodo es que la lactancia asalariada pasa de ser una actividad rural a ser una actividad urbana. Esto se debe a los cambios en la oferta y la demanda; por un lado, la crítica médica de las condiciones de en las que se crían los niños en casa de la nodriza, que lleva a las clases acomodadas a preferir a la nodriza que cría en la casa de los padres; por otro lado, el deterioro de las condiciones de los labradores de los pueblos hace que estos dejen de ver la lactancia como una actividad interesante para su economía. Además para las clases acomodadas tener una nodriza en casa se convirtió en una símbolo de ostentación y también es una imagen característica en el escenario urbano de estos siglos.
Matthijs Naiveu, Visita
a la habitación de los niños, 1700,
Stedelijk Museum de Lakenhal,
Leiden
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En Madrid, en ese periodo, la lactancia era una actividad asalariada que había generado una diferenciación entre las nodrizas: las campesinas de los alrededores de la capital que criaban a los niños en sus casas; las mujeres de Madrid que criaban en sus casas mientras realizaban otros trabajos a domicilio; las asalariadas de instituciones públicas
como la Inclusa; o las asalariadas de casas particulares que formaban parte del servicio doméstico. Para estas mujeres había dos mercados de trabajo, el de las que trabajaban en casa de los padre, y el de las nodrizas que buscaban un infante para su casa. La pertenencia a uno u otro grupo venía condicionados por la procedencia y estado civil de la nodriza. En el s. XIX con la expansión del consumo de leches de animales, las nodrizas ven reducido su trabajo.
Las Parteras: estas mujeres estaban al lado de la parturienta y le
prestaban ayuda. Eran especialistas autodidactas que no tenían ninguna preparación o educación especial, ejercían su oficio siguiendo las normas empíricas recibidas por la tradición oral a través de las parteras más experimentadas o a través de su propia experiencia. Estas mujeres estaban rodeadas de un halo de misterio ya que su conocimiento venía de los secretos del cuerpo femenino y de su potencial para asegurar la vida o la muerte, es por ello que en muchas ocasiones se las relacionó con la brujería. También controlaban la anti-concepción y el aborto, y aunque no hay datos sobre la extensión de estas prácticas, se sabe que hubieron de ser importantes.
En España, el primer libro que trata de los partos data del s. XVI, Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimiento de las preñadas y de los niños, cuyo autor fue el Maestre Damián Carbón. En este siglo también se pidió a las cortes de Castilla que los médicos examinasen las capacidades de la partera para poder obtener la licencia correspondiente, con el objetivo de prevenir la brujería. Pese a todos los inconvenientes, fueron de las pocas profesionales impulsadas por las propias mujeres, de forma oficial a través de las licencias, o de forma clandestina desarrollando su
trabajo aunque no estuvieran censadas. Estaban muy bien valoradas ya que en la sociedad preindustrial en la que nos encontramos, permitían aumentar el número de brazos para el trabajo, además se las
pagaba bien, aunque en el mundo rural solía hacerse en productos básicos.
En el s. XVII su monopolio comienza a caer a causa de su escasa instrucción. En Francia se produjo, en este momento, una gran novedad, la incursión masculina en el mundo de la obstetricia, procedentes del gremio de los cirujanos barberos. No obstante hubo muchas parteras que supieron distinguirse y capacitarse para la gran responsabilidad que asumían y fueron conscientes de la necesidad de perfeccionar su arte. De entre ellas hay que destacar a Luisa Burgeois (1536-1632) su fama la llevó a asistir a la reina de Francia, María de Médicis en el parto del cual nació Luis XIII; o Madame de la Chapelle, la más famosa de todas las comadronas francesas, fue directora de la Maternidad de parís. Las matronas francesas fueron más conscientes que las del resto de Europa de la necesidad de perfeccionar sus conocimientos y actuar como profesionales con base científica, es por ello que en Francia la obstetricia se desarrolló antes que en ningún país y desde allí se difundió al resto de Europa. En España el monopolio de las parteras también comenzó a decaer en el s. XVII, pero como la figura de la matrona continuaba teniendo importancia social y asistencial, se regularon por fin los estatutos de matrona en 1787 a través del Colegio de San Carlos y con la aprobación del Protomedicato. Los estudios exigidos estaban contenidos en la Cartilla nueva, útil y necesaria para instruirse las matronas en el oficio de partear de Antonio Medina, publicado en 1785. En 1804, Carlos IV en cédula del 16 de Mayo dispuso de nuevo los exámenes de comadrona. A partir de 1857 se hace mención a los títulos de matrona y practicante y desde entonces ambas profesiones siguen trayectorias paralelas. En las primeras legislaciones se orienta la formación de ambos profesionales hacia la asistencia domiciliaria principalmente.
lustración de El jardín de las rosas para
comadronas y embarazadas, Roesslin
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En España, el primer libro que trata de los partos data del s. XVI, Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimiento de las preñadas y de los niños, cuyo autor fue el Maestre Damián Carbón. En este siglo también se pidió a las cortes de Castilla que los médicos examinasen las capacidades de la partera para poder obtener la licencia correspondiente, con el objetivo de prevenir la brujería. Pese a todos los inconvenientes, fueron de las pocas profesionales impulsadas por las propias mujeres, de forma oficial a través de las licencias, o de forma clandestina desarrollando su
trabajo aunque no estuvieran censadas. Estaban muy bien valoradas ya que en la sociedad preindustrial en la que nos encontramos, permitían aumentar el número de brazos para el trabajo, además se las
pagaba bien, aunque en el mundo rural solía hacerse en productos básicos.
Abraham Bosse: El
nacimiento. S. XVII
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En el s. XVII su monopolio comienza a caer a causa de su escasa instrucción. En Francia se produjo, en este momento, una gran novedad, la incursión masculina en el mundo de la obstetricia, procedentes del gremio de los cirujanos barberos. No obstante hubo muchas parteras que supieron distinguirse y capacitarse para la gran responsabilidad que asumían y fueron conscientes de la necesidad de perfeccionar su arte. De entre ellas hay que destacar a Luisa Burgeois (1536-1632) su fama la llevó a asistir a la reina de Francia, María de Médicis en el parto del cual nació Luis XIII; o Madame de la Chapelle, la más famosa de todas las comadronas francesas, fue directora de la Maternidad de parís. Las matronas francesas fueron más conscientes que las del resto de Europa de la necesidad de perfeccionar sus conocimientos y actuar como profesionales con base científica, es por ello que en Francia la obstetricia se desarrolló antes que en ningún país y desde allí se difundió al resto de Europa. En España el monopolio de las parteras también comenzó a decaer en el s. XVII, pero como la figura de la matrona continuaba teniendo importancia social y asistencial, se regularon por fin los estatutos de matrona en 1787 a través del Colegio de San Carlos y con la aprobación del Protomedicato. Los estudios exigidos estaban contenidos en la Cartilla nueva, útil y necesaria para instruirse las matronas en el oficio de partear de Antonio Medina, publicado en 1785. En 1804, Carlos IV en cédula del 16 de Mayo dispuso de nuevo los exámenes de comadrona. A partir de 1857 se hace mención a los títulos de matrona y practicante y desde entonces ambas profesiones siguen trayectorias paralelas. En las primeras legislaciones se orienta la formación de ambos profesionales hacia la asistencia domiciliaria principalmente.
BIBLIOGRAFÍA
GARRIDO GONZÁLEZ, Elisa (Ed.): Historia
de las Mujeres en España. Síntesis.
Madrid, 1997.
SARASÚA, Carmen: Criados, nodrizas y amos.
Siglo Veintiuno. Madrid, 1994.
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