Todo
en la economía sueca queda sobre la base de una población que no
alcanza el millón y medio de habitantes (contando con los terrenos
finlandeses). Suecia, en concreto, tenía 750.000 habitantes a
mediados del XVII, poco en relación con Dinamarca. Además, es
también un país relativamente atrasado, en parte por su juventud.
Los ingresos de Suecia, en consecuencia, eran relativamente modestos
y, desde luego, insuficientes para mantener una actividad militar
prolongada allende lo mares. Además, aunque hubiesen sido
suficientes, no habría sido útil el hecho de que aún se cobrasen
en especie, lo cual es inútil para pagar a las tropas en el
extranjero.
Así
las cosas, era necesario hacer una reforma fiscal y económica, y
lograr la independencia económica del ejército. Empezando por lo
relativo al ejército, debemos de ponerlo siempre en relación con
los conflictos militares, puesto que sus ingresos vendrán por esta
vía.
Hay
que recordar que Dinamarca siempre había controlado el paso del
Sund, y esto era para ellos suficiente para cobrar un peaje, peaje
que no cobraba a Suecia. Por otro lado, la única salida directa de
Suecia al Atlántico es Alvsborg que, sin embargo, está rodeada de
territorios daneses y es fácilmente bloqueable. Es más, los suecos
perderán en la guerra de Kalmar, entre 1611 y 1613, las ciudades de
Kalmar y Alvsborg, lo cual corta todo acceso al Atlántico. No
obstante, podrán recuperar la última ciudad sin necesidad de
guerra, bastándoles con pagar una indemnización de un millón de
riksdaler.
La
indemnización se pudo pagar en 1619 gracias a la contribución
holandesa y al potenciamiento de la industria del cobre.
Dos
años después de recuperar Alvsborg se tomó Riga, lo cual resultaba
importantísimo por dos cosas: demuestra el buen estado del ejército;
y supone un aumento generoso de los ingresos gracias al elevado
volumen comercial que pasa por la ciudad.
Nuevas
adquisiciones se logran con la tregua de Altmark (1629) para un
tiempo de 5 años. Son los centros hanseáticos del Báltico Sur
desde Neva a Pregel, salvo la ciudad de Dantzig. En todas ellas
Suecia impone fuertes derechos de paso, e incluso Dantzig (mucho más
importante que Riga) ha de pagar parte de sus derechos a Suecia. Con
estas adquisiciones, nuevamente, vemos un aumento de los ingresos en
las arcas de la Corona.
Son
importantes también las licencias derivadas de la conquista de
Pomerania y Mecklenburgo, pero más aún lo es la ayuda francesa
prevista en el Tratado de Bärwalde (1631). Este tratado supone que
Francia donará todos los años 400.000 riksdalers a Suecia. Esta
ayuda será más necesaria si cabe tras la muerte de Gustavo, es
decir, cuando el ejército sueco se vea en problemas y deba de
retroceder en Alemania. Por no hablar del descenso de las
aportaciones económicas de todos los territorios que se han visto
devastados por la guerra.
Cuando
finaliza la tregua de Altmark con Polonia, en 1635, se llega a un
nuevo pacto. Suecia pierde sus concesiones anteriores y debe evacuar
sus posesiones en la región de Prusia. Además, Francia amenaza con
eliminar su aportación económica, lo que se suma a que el ejército,
en horas bajas, ha perdido ya buena parte de su capacidad de
financiación. Finalmente, la amenaza francesa desaparece y se
convierte en un aumento de la aportación en un 20%. Ello suponía,
aproximadamente, un tercio del PIB sueco y permite reanudar las
campañas. Las nuevas campañas se traducen en victorias y las
victorias en dinero gracias a los rescates que pagan las ciudades por
su independencia. Es el caso de Leipzig, que pagará cerca de 150.000
riskdalers.
En
1645 Suecia obtiene, por la paz de Brömsebro, la ciudad de Halland.
Este es un paso importantísimo, pues supone la independencia ante
Dinamarca para cruzar el paso del Sund, dado que la ciudad es la
posesión que permitía a los daneses considerar ese brazo de mar
como suyo. Esto permitirá compensar la pérdida de Prusia y la
generación de nuevos ingresos. Este mimo año se incluye un nuevo
sistema de tarifas escalonadas pensado para estimular el tráfico de
los puertos. Además, se pensó en construir un canal que permitiese
eludir el Sund atravesando Suecia.
Finalmente,
la paz de Westfalia del 1648 supone un ingreso extraordinario para
Suecia de cinco millones de riskdalers. Ello supone un gran alivio
para Suecia, que sin esa ayuda no podía licenciar a los mercenarios
que ya no necesitaban. Por otro lado, se conserva la Pomerania y el
control del comercio de Silesia, que necesariamente había de pasar
por Stettin. No obstante, la paz significó la recesión Sueca por la
falta de ingresos militares, pero ya tenía entonces una posición
muy fuerte en los mercados que permitió aguantar el golpe.
Volviendo atrás, dijimos que fue necesaria también una reforma
fiscal y económica. Hemos de apuntar previamente que la economía
sueca del siglo XVI se había basado en una agricultura de
subsistencia con rotación bienal. A mediados del siglo ya se inició
una fuerte industria maderera y naval, pero estas solo beneficiaron a
la aristocracia.
Pero es que Suecia tenía también importantísimos recursos mineros
a explotar. El problema es que el gobierno careció del capital para
iniciar una explotación adecuada hasta la llegada de Gustavo Adolfo,
quien introduce los cambios necesarios para remediar esto. En primer
lugar inició la venta de tierras de la Corona. Una vez hecho esto,
exigió el pago de los impuestos en metálico, eliminando en muchos
casos las exenciones a los nobles. Ello es, además, una mejora
económica real porque obliga a comerciar. Pero para mejorar los
ingresos es mejor inducir a los capitalistas extranjeros a invertir
en los recursos mineros. Consiguió atraer a gente como Louis de
Geer, holandés de gran relevancia y a otros muchos financieros y
armeros de los Países Bajos y Alemania.
Los
primeros respondieron a la llamada porque realmente había
posibilidades de negocio: combustible barato (madera), abundante
energía hidráulica y mano de obra barata. Además obtuvieron
privilegios y ventajas fiscales. Todo ello permitió unos precios
competitivos. Y aunque los flamencos no pasaron de ser unos cuantos
centenares, su efecto en la economía fue enorme. En primer lugar por
la transformación de la industria sueca, al fin centrada en la
metalurgia. Esto tiene que ver con la aportación de nuevos procesos
y, lógicamente, por la fundación de armerías y simples
fundiciones. Ya en el siglo XVI había aumentado la producción de
hierro de manera considerable. La exportación de hierro en barras
llegó a superar ya en 1600 la de hierro sueco sin tratar. Hay que
decir que el hierro sueco es de una pureza destacadísima y que,
lógicamente, es el material que usaron para la fabricación de las
barras. Así, consideramos hierro sueco al hierro todavía sin
tratar. Sorprende el dato porque el hierro en barras era dos veces
más caro que el hierro puro, pero es que realmente el proceso era
caro, y la infraestructura requería de grandes inversiones
iniciales. La producción de hierro se multiplicó desde 1627, de tal
modo que si en los años veinte se exportaban unas 6.600 toneladas
anuales, a mediados de siglo llegaron a las 17.000 y a finales
exportaban ya unas 33.000 toneladas. Pero como ya hemos dicho, no
solo era importante la metalurgia, sino también la industria
armamentística, con un destacado papel de la artillería. Estos
cañones se fabricaban con hierro fundido y forjado. Gracias a este
desarrollo, en 1630 Suecia ya era autosuficiente militarmente e
incluso llegó a ser exportadora.
Pero no todo en la metalurgia sueca es el hierro, también existe el
cobre. De hecho, hasta mediados del siglo XVII, el cobre es más
importante que el hierro en las finanzas suecas. La guerra había
convertido a Suecia en el único productor importante de cobre,
gracias a su aislamiento. Y, curiosamente, España fue el principal
cliente económico de Suecia en lo referido al cobre, pese a ser
enemigos en el campo de batalla. En este caso, la inversión
extranjera influye sobre todo en las técnicas de extracción y de
mercado. La Kopparkompanief (fundada en 1619) obtuvo sus primeros
beneficios por la fuerte demanda española de cobre para acuñación.
Incluso cuando España dejó de importar, la producción se duplicó
hasta alcanzar su cota más alta en 1650, con cerca de 3.000
toneladas métricas. La paz, sin embargo, implicó la recesión del
sector y, de consecuencia, la recesión de una potencia efímera.
BIBLIOGRAFIA
CIPOLLA, Carlo M., Historia económica de Europa (2): Siglos XVI y
XVII, Editorial Ariel, Barcelona, 1987.
COOPER, J.P. (dir.), Historia del mundo moderno. IV: La decadencia
española y la Guerra de los Treinta Años. Editorial Ramón
Sopena S/A, Barcelona, 1989.
¿Es posible reconstruir el PIB en el Antiguo Régimen? Reflexionad sobre esta cuestión.
ResponderEliminarSiempre lo he puesto en duda y, aunque se pudiera, no debe utilizarse indiscriminadamente y sin explicaciones. Imagino que Cipolla identifica en este caso PIB con ingresos en las arcas del Estado, pero no sabiendo si esto es así o no tengo que conformarme con escribirlo como lo escribe él. En cualquier caso, creo que es necesario, cuando se habla del "PIB" de un Estado histórico, ponerlo siempre en comparación con otras potencias, puesto que de otro modo no sabemos de lo que hablamos y no podemos decir realmente si esa Estado del que hablamos era importante económicamente. En ese sentido he cometido un error al no aprovechar que hablaba de Francia para hablar de su economía, aunque creo que es bastante interesante el dato de que lo aportado por Francia a Suecia es cerca de un tercio del "PIB" (permíteme, nuevamente, la expresión) de esa región.
ResponderEliminarEn otras palabras: cuanto he expuesto es relativo y está sujeto a error.