viernes, 22 de noviembre de 2013

SUECIA EN LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

Todo en la economía sueca queda sobre la base de una población que no alcanza el millón y medio de habitantes (contando con los terrenos finlandeses). Suecia, en concreto, tenía 750.000 habitantes a mediados del XVII, poco en relación con Dinamarca. Además, es también un país relativamente atrasado, en parte por su juventud. Los ingresos de Suecia, en consecuencia, eran relativamente modestos y, desde luego, insuficientes para mantener una actividad militar prolongada allende lo mares. Además, aunque hubiesen sido suficientes, no habría sido útil el hecho de que aún se cobrasen en especie, lo cual es inútil para pagar a las tropas en el extranjero.
Así las cosas, era necesario hacer una reforma fiscal y económica, y lograr la independencia económica del ejército. Empezando por lo relativo al ejército, debemos de ponerlo siempre en relación con los conflictos militares, puesto que sus ingresos vendrán por esta vía.
Hay que recordar que Dinamarca siempre había controlado el paso del Sund, y esto era para ellos suficiente para cobrar un peaje, peaje que no cobraba a Suecia. Por otro lado, la única salida directa de Suecia al Atlántico es Alvsborg que, sin embargo, está rodeada de territorios daneses y es fácilmente bloqueable. Es más, los suecos perderán en la guerra de Kalmar, entre 1611 y 1613, las ciudades de Kalmar y Alvsborg, lo cual corta todo acceso al Atlántico. No obstante, podrán recuperar la última ciudad sin necesidad de guerra, bastándoles con pagar una indemnización de un millón de riksdaler. La indemnización se pudo pagar en 1619 gracias a la contribución holandesa y al potenciamiento de la industria del cobre.
Dos años después de recuperar Alvsborg se tomó Riga, lo cual resultaba importantísimo por dos cosas: demuestra el buen estado del ejército; y supone un aumento generoso de los ingresos gracias al elevado volumen comercial que pasa por la ciudad.
Nuevas adquisiciones se logran con la tregua de Altmark (1629) para un tiempo de 5 años. Son los centros hanseáticos del Báltico Sur desde Neva a Pregel, salvo la ciudad de Dantzig. En todas ellas Suecia impone fuertes derechos de paso, e incluso Dantzig (mucho más importante que Riga) ha de pagar parte de sus derechos a Suecia. Con estas adquisiciones, nuevamente, vemos un aumento de los ingresos en las arcas de la Corona.
Son importantes también las licencias derivadas de la conquista de Pomerania y Mecklenburgo, pero más aún lo es la ayuda francesa prevista en el Tratado de Bärwalde (1631). Este tratado supone que Francia donará todos los años 400.000 riksdalers a Suecia. Esta ayuda será más necesaria si cabe tras la muerte de Gustavo, es decir, cuando el ejército sueco se vea en problemas y deba de retroceder en Alemania. Por no hablar del descenso de las aportaciones económicas de todos los territorios que se han visto devastados por la guerra.
Cuando finaliza la tregua de Altmark con Polonia, en 1635, se llega a un nuevo pacto. Suecia pierde sus concesiones anteriores y debe evacuar sus posesiones en la región de Prusia. Además, Francia amenaza con eliminar su aportación económica, lo que se suma a que el ejército, en horas bajas, ha perdido ya buena parte de su capacidad de financiación. Finalmente, la amenaza francesa desaparece y se convierte en un aumento de la aportación en un 20%. Ello suponía, aproximadamente, un tercio del PIB sueco y permite reanudar las campañas. Las nuevas campañas se traducen en victorias y las victorias en dinero gracias a los rescates que pagan las ciudades por su independencia. Es el caso de Leipzig, que pagará cerca de 150.000 riskdalers.
En 1645 Suecia obtiene, por la paz de Brömsebro, la ciudad de Halland. Este es un paso importantísimo, pues supone la independencia ante Dinamarca para cruzar el paso del Sund, dado que la ciudad es la posesión que permitía a los daneses considerar ese brazo de mar como suyo. Esto permitirá compensar la pérdida de Prusia y la generación de nuevos ingresos. Este mimo año se incluye un nuevo sistema de tarifas escalonadas pensado para estimular el tráfico de los puertos. Además, se pensó en construir un canal que permitiese eludir el Sund atravesando Suecia.
Finalmente, la paz de Westfalia del 1648 supone un ingreso extraordinario para Suecia de cinco millones de riskdalers. Ello supone un gran alivio para Suecia, que sin esa ayuda no podía licenciar a los mercenarios que ya no necesitaban. Por otro lado, se conserva la Pomerania y el control del comercio de Silesia, que necesariamente había de pasar por Stettin. No obstante, la paz significó la recesión Sueca por la falta de ingresos militares, pero ya tenía entonces una posición muy fuerte en los mercados que permitió aguantar el golpe.

Volviendo atrás, dijimos que fue necesaria también una reforma fiscal y económica. Hemos de apuntar previamente que la economía sueca del siglo XVI se había basado en una agricultura de subsistencia con rotación bienal. A mediados del siglo ya se inició una fuerte industria maderera y naval, pero estas solo beneficiaron a la aristocracia.
Pero es que Suecia tenía también importantísimos recursos mineros a explotar. El problema es que el gobierno careció del capital para iniciar una explotación adecuada hasta la llegada de Gustavo Adolfo, quien introduce los cambios necesarios para remediar esto. En primer lugar inició la venta de tierras de la Corona. Una vez hecho esto, exigió el pago de los impuestos en metálico, eliminando en muchos casos las exenciones a los nobles. Ello es, además, una mejora económica real porque obliga a comerciar. Pero para mejorar los ingresos es mejor inducir a los capitalistas extranjeros a invertir en los recursos mineros. Consiguió atraer a gente como Louis de Geer, holandés de gran relevancia y a otros muchos financieros y armeros de los Países Bajos y Alemania.
Los primeros respondieron a la llamada porque realmente había posibilidades de negocio: combustible barato (madera), abundante energía hidráulica y mano de obra barata. Además obtuvieron privilegios y ventajas fiscales. Todo ello permitió unos precios competitivos. Y aunque los flamencos no pasaron de ser unos cuantos centenares, su efecto en la economía fue enorme. En primer lugar por la transformación de la industria sueca, al fin centrada en la metalurgia. Esto tiene que ver con la aportación de nuevos procesos y, lógicamente, por la fundación de armerías y simples fundiciones. Ya en el siglo XVI había aumentado la producción de hierro de manera considerable. La exportación de hierro en barras llegó a superar ya en 1600 la de hierro sueco sin tratar. Hay que decir que el hierro sueco es de una pureza destacadísima y que, lógicamente, es el material que usaron para la fabricación de las barras. Así, consideramos hierro sueco al hierro todavía sin tratar. Sorprende el dato porque el hierro en barras era dos veces más caro que el hierro puro, pero es que realmente el proceso era caro, y la infraestructura requería de grandes inversiones iniciales. La producción de hierro se multiplicó desde 1627, de tal modo que si en los años veinte se exportaban unas 6.600 toneladas anuales, a mediados de siglo llegaron a las 17.000 y a finales exportaban ya unas 33.000 toneladas. Pero como ya hemos dicho, no solo era importante la metalurgia, sino también la industria armamentística, con un destacado papel de la artillería. Estos cañones se fabricaban con hierro fundido y forjado. Gracias a este desarrollo, en 1630 Suecia ya era autosuficiente militarmente e incluso llegó a ser exportadora.
Pero no todo en la metalurgia sueca es el hierro, también existe el cobre. De hecho, hasta mediados del siglo XVII, el cobre es más importante que el hierro en las finanzas suecas. La guerra había convertido a Suecia en el único productor importante de cobre, gracias a su aislamiento. Y, curiosamente, España fue el principal cliente económico de Suecia en lo referido al cobre, pese a ser enemigos en el campo de batalla. En este caso, la inversión extranjera influye sobre todo en las técnicas de extracción y de mercado. La Kopparkompanief (fundada en 1619) obtuvo sus primeros beneficios por la fuerte demanda española de cobre para acuñación. Incluso cuando España dejó de importar, la producción se duplicó hasta alcanzar su cota más alta en 1650, con cerca de 3.000 toneladas métricas. La paz, sin embargo, implicó la recesión del sector y, de consecuencia, la recesión de una potencia efímera.


BIBLIOGRAFIA

CIPOLLA, Carlo M., Historia económica de Europa (2): Siglos XVI y XVII, Editorial Ariel, Barcelona, 1987.

COOPER, J.P. (dir.), Historia del mundo moderno. IV: La decadencia española y la Guerra de los Treinta Años. Editorial Ramón Sopena S/A, Barcelona, 1989.

2 comentarios:

  1. ¿Es posible reconstruir el PIB en el Antiguo Régimen? Reflexionad sobre esta cuestión.

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  2. Siempre lo he puesto en duda y, aunque se pudiera, no debe utilizarse indiscriminadamente y sin explicaciones. Imagino que Cipolla identifica en este caso PIB con ingresos en las arcas del Estado, pero no sabiendo si esto es así o no tengo que conformarme con escribirlo como lo escribe él. En cualquier caso, creo que es necesario, cuando se habla del "PIB" de un Estado histórico, ponerlo siempre en comparación con otras potencias, puesto que de otro modo no sabemos de lo que hablamos y no podemos decir realmente si esa Estado del que hablamos era importante económicamente. En ese sentido he cometido un error al no aprovechar que hablaba de Francia para hablar de su economía, aunque creo que es bastante interesante el dato de que lo aportado por Francia a Suecia es cerca de un tercio del "PIB" (permíteme, nuevamente, la expresión) de esa región.
    En otras palabras: cuanto he expuesto es relativo y está sujeto a error.

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