Por
cierto, los Villanueva actuaron asimismo con el apoyo de Beltrán del Salto,
importante agente en el gobierno hacendístico de la Monarquía , y emparentado
con la poderosa familia toledana San Pedro.
Nada
tiene de extraño que Alonso de Vozmediano poseyese casas “en que solían posar
los señores presidentes del Consejo y últimamente poso el Almirante de
Castilla”. Corría la cuarta década del siglo XVI.
Comenzaron
a llegar mercaderes a la ciudad, adquirieron la dignidad de regidores.
El
gran beneficiado de la presencia de la corte fue el regimiento de Madrid, esto
es, la nomina de familias que poco a poco comenzaba a dirigir la ciudad sin el
concurso de otros grupos sociales. A partir de 1539 se observa una mayor presencia
de agentes reales en la toma de decisiones.
Las
dinámicas internas de la ciudad no eran ajenas a esta realidad. Gracias a las
cada vez mas importantes exigencias de la monarquía, las grandes familias de
Madrid, emparentadas con las altas instancias de la Corona , se estaban
adueñando por completo de parcelas de gestión que años antes debían compartir
con la representación de pecheros y con los llamados tratos y oficios.
Estos
mantenían un importante ascendiente sobre las sobras de alcabalas, esto es, demasías
recaudatorias que nutrían las arcas municipales.
El
regimiento madrileño estuvo en condiciones de marcar una nueva acomodación más
favorable a sus intereses, siempre amparándose en el servicio a su majestad.
La
presencia de la Corte
aumentaba los gastos de la ciudad, pero asimismo servía de estimulo externo a
la economía de Madrid, con nuevos mercados, nuevos productos y nuevas
posibilidades. Efectivamente, la
Corte constituía un estimulo externo para la economía de
Madrid, con una secuencia inmediata: aumento de ingresos para el ayuntamiento,
también para diferentes sectores, con su consiguiente impacto sobre toda la
estructura de la ciudad.
La
llegada del aparato de la monarquía en 1534 facilitó, el alquiler de tiendas
pertenecientes a los propios de Madrid. El encabezamiento de alcabalas y
tercias dio paso a un incremento de los ingresos: pero la recaudación se
disparaba en cuanto llegaba el séquito real.
Las
cifras no dejan lugar a dudas. Si tomamos como ejemplo los años 1538-1542, el
cargo del receptor de la villa excedió en más de cuatro millones de maravedíes
al precio del encabezamiento, lo que deja un porcentaje superior al 60% en
relación a lo que Madrid pagaba por sus alcabalas y tercias.
En
1546, los beneficios por la recaudación de tributos reales se disparo. Gracias
a este dinero se pudieron financiar actividades tan dispares como la
organización del Corpus, traspasos de dinero en efectivo a los propios, la
financiación del servicio de Cortes o el pago de obras.
Madrid
se estaba convirtiendo en un centro financiero importante a nivel castellano;
la ciudad llego a solicitar licencia para que en sus ferias se pudieran hacer
“pagamentos”. Las repercusiones de esta medida hubieran sido colosales: se
abría la posibilidad de entrar en los ingentes negocios financieros que se
daban en torno a la monarquía. Madrid fue nombrada plaza de cambios en 1569,
pero ya existía un precedente anterior. Reflejaba la existencia de un intenso y
dinámico mercado de dinero con amplios vínculos con la ciudad.
La
economía continuaba conservando una indudable base agraria, pero, al mismo
tiempo, ya antes de 1561 se puede detectar una intensa actividad en el marco de
préstamos, compraventas y transacciones de todo tipo.
Madrid
comenzó a albergar a agentes de las casas bancarias más ilustres comenzaron a
tener tratos con organizaciones como la de la familia Fugger.
A
Madrid, llegaban tratantes e intermediarios de Corte, de modo que se negociaban
y firmaban cuantiosas actividades ante los escribanos de la ciudad.
Madrid
estaba transitando hacia un verdadero centro de negocios. En 1539, Raimundo de
Taxis, correo mayor de Carlos V, otorgo su escritura notarial a favor de Pablo
Bernandino por lo que este se responsabilizaba de cualquier recaudación en el
reino.
En
Madrid, por tanto, se negociaban y firmaban transacciones de enjundia al calor
de una corte que atraía a mercaderes y tratantes.
En
ocasiones, eran vecinos de Madrid los que actuaban en labores de
intermediación. Diego de Gamarra utilizo en 1546 al madrileño Hernando Romano,
definido asimismo como estante en la
Corte , como agente en la firma de un asiento al rey de 60.000
ducados de un 12,5% de interés.
Componentes del grupo:
Daniel Almería
Ramón Carballal
Rafael Jiménez
Carmen Martínez
Víctor Nebreda
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