sábado, 30 de noviembre de 2013

Grupo 5. Jano en Madrid, Madrid con Jano. Hacia la ciudad cortesana. Pp. 331-339. Segunda parte.

Por cierto, los Villanueva actuaron asimismo con el apoyo de Beltrán del Salto, importante agente en el gobierno hacendístico de la Monarquía, y emparentado con la poderosa familia toledana San Pedro.

Nada tiene de extraño que Alonso de Vozmediano poseyese casas “en que solían posar los señores presidentes del Consejo y últimamente poso el Almirante de Castilla”. Corría la cuarta década del siglo XVI.

La Corte no se había estabilizado en Madrid, pero la ciudad si sentía su presencia. De modo sordo, se estaban dando una serie de transformaciones sociales en las que no es ajena la presencia continuada, que no continua, de las instituciones regias.

Comenzaron a llegar mercaderes a la ciudad, adquirieron la dignidad de regidores.

El gran beneficiado de la presencia de la corte fue el regimiento de Madrid, esto es, la nomina de familias que poco a poco comenzaba a dirigir la ciudad sin el concurso de otros grupos sociales. A partir de 1539 se observa una mayor presencia de agentes reales en la toma de decisiones.

Las dinámicas internas de la ciudad no eran ajenas a esta realidad. Gracias a las cada vez mas importantes exigencias de la monarquía, las grandes familias de Madrid, emparentadas con las altas instancias de la Corona, se estaban adueñando por completo de parcelas de gestión que años antes debían compartir con la representación de pecheros y con los llamados tratos y oficios.

Estos mantenían un importante ascendiente sobre las sobras de alcabalas, esto es, demasías recaudatorias que nutrían las arcas municipales.

El regimiento madrileño estuvo en condiciones de marcar una nueva acomodación más favorable a sus intereses, siempre amparándose en el servicio a su majestad.

La Corte se estaba convirtiendo en un magnifico discurso legitimador para una clase cada vez más dominante.

La presencia de la Corte aumentaba los gastos de la ciudad, pero asimismo servía de estimulo externo a la economía de Madrid, con nuevos mercados, nuevos productos y nuevas posibilidades. Efectivamente, la Corte constituía un estimulo externo para la economía de Madrid, con una secuencia inmediata: aumento de ingresos para el ayuntamiento, también para diferentes sectores, con su consiguiente impacto sobre toda la estructura de la ciudad.

La llegada del aparato de la monarquía en 1534 facilitó, el alquiler de tiendas pertenecientes a los propios de Madrid. El encabezamiento de alcabalas y tercias dio paso a un incremento de los ingresos: pero la recaudación se disparaba en cuanto llegaba el séquito real.

Las cifras no dejan lugar a dudas. Si tomamos como ejemplo los años 1538-1542, el cargo del receptor de la villa excedió en más de cuatro millones de maravedíes al precio del encabezamiento, lo que deja un porcentaje superior al 60% en relación a lo que Madrid pagaba por sus alcabalas y tercias.

En 1546, los beneficios por la recaudación de tributos reales se disparo. Gracias a este dinero se pudieron financiar actividades tan dispares como la organización del Corpus, traspasos de dinero en efectivo a los propios, la financiación del servicio de Cortes o el pago de obras.

Madrid se estaba convirtiendo en un centro financiero importante a nivel castellano; la ciudad llego a solicitar licencia para que en sus ferias se pudieran hacer “pagamentos”. Las repercusiones de esta medida hubieran sido colosales: se abría la posibilidad de entrar en los ingentes negocios financieros que se daban en torno a la monarquía. Madrid fue nombrada plaza de cambios en 1569, pero ya existía un precedente anterior. Reflejaba la existencia de un intenso y dinámico mercado de dinero con amplios vínculos con la ciudad.

La economía continuaba conservando una indudable base agraria, pero, al mismo tiempo, ya antes de 1561 se puede detectar una intensa actividad en el marco de préstamos, compraventas y transacciones de todo tipo.

Madrid comenzó a albergar a agentes de las casas bancarias más ilustres comenzaron a tener tratos con organizaciones como la de la familia Fugger.
A Madrid, llegaban tratantes e intermediarios de Corte, de modo que se negociaban y firmaban cuantiosas actividades ante los escribanos de la ciudad.

Madrid estaba transitando hacia un verdadero centro de negocios. En 1539, Raimundo de Taxis, correo mayor de Carlos V, otorgo su escritura notarial a favor de Pablo Bernandino por lo que este se responsabilizaba de cualquier recaudación en el reino.

En Madrid, por tanto, se negociaban y firmaban transacciones de enjundia al calor de una corte que atraía a mercaderes y tratantes.

En ocasiones, eran vecinos de Madrid los que actuaban en labores de intermediación. Diego de Gamarra utilizo en 1546 al madrileño Hernando Romano, definido asimismo como estante en la Corte, como agente en la firma de un asiento al rey de 60.000 ducados de un 12,5% de interés.

Componentes del grupo:

Daniel Almería
Ramón Carballal
Rafael Jiménez
Carmen Martínez
Víctor Nebreda


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