Para cerrar el
trabajo sobre el comercio británico y holandés en la Edad Moderna, y
aprovechando la relativamente nueva implantación del estudio de redes en los
estudios económico – históricos actuales, me ha parecido especialmente correcto
incluir un estudio de las redes comerciales de la época y su funcionamiento.
Ante ello, lo primero que he de aclarar es que la información recopilada, en su
mayoría corresponde al imperio español, pero qué mejor que ver la posición de
los enviados anglo – holandeses en el ámbito del mayor imperio de la Edad
Moderna (de acuerdo al interés internacional por ocupar una posición
privilegiada en el comercio hispánico tras 1648[1]). El
estudio del funcionamiento interno de las redes es el “new challenge” de la
historia socio – económica, tal y como afirma Ana Crespo Solana.[2]
A la hora de
presentar este estudio de redes he decidido tomar como punto de partida los
grandes puertos, de los cuales iremos concretando hacia las personas o redes
menores, de acuerdo a un sistema de análisis que va de lo general a lo
particular. De este modo, y de acuerdo a la multitud de fuentes hispánicas, y
con el fin de dar otro matiz a este trabajo, valoraremos el papel del comercio
británico y, sobre todo, neerlandés en relación a los grandes puertos
hispánicos que mantenían relaciones comerciales con América, un nuevo mercado
que nadie estaba dispuesto a dar por perdido (pudiendo observar así su
actuación en otros ámbitos que no sean el propio). De este modo podemos hablar
de una comunidad flamenca importantísima en Sevilla y Cádiz, esos dos grandes
puertos antes mencionados. Se trataba de puntos comercialmente estratégicos por
su control del comercio americano y que, por tanto, eran vitales en la creación
de redes comerciales (un sujeto pasivo donde se encuentran intereses económicos
y políticos, así como influencias sociales y culturales, tal y como se ha
llegado a definir)[3]. Pero el caso de estos dos
puertos es especialmente reseñable, pues se trataba de puertos que por ese
“monopolio” con las colonias sirvieron a estos comerciantes extranjeros como
puntos de re – exportación de manufacturas (éstas ya habían sido exportadas
desde su lugar de origen a España, desde donde a su vez serían exportadas a las
colonias, a cambio de la plata americana). Por todo ello, una tesis sostenida
recientemente con relativa fuerza es la que afirma la importancia vital de la
financiación extranjera en el comercio hispano – americano en la Edad Moderna.[4] [5]
Pero los
holandeses serán los primeros en conocer el provecho que tiene el hecho de
crear una red comercial en los puertos, depurando un mecanismo que les llevará
a controlar el Báltico, la zona de Surinam y que casi les proporciona el
control sobre el Caribe: la mecánica consistía en invertir en las producciones
agrícolas autóctonas, mejorándolas a cambio de poder almacenar y exportar a
Europa las cosechas.[6] Se
creaban así unas complejas redes comerciales y mercantiles con un entramado muy
complejo pero extremadamente eficaz, con centro en esos dos puertos mencionados
que servían de re – exportadores[7] del
mercado marítimo europeo ya no sólo de manufacturas hacia América, sino de
materias primas desde ese suroeste hacia el norte del continente europeo[8] (Mar
Báltico, Amberes, Brujas, etc.) o hacia el ámbito del Mediterráneo[9] (con
especial interés por la zona de la Península Itálica y la conexión Oriental).
Armando Alvarado hace una descripción muy concreta de todos estos productos
importados y exportados.[10]
Por ello, y en
este análisis de las redes comerciales, cobran especial significado estos
puertos, donde se puede ver perfectamente cómo aparecen, se desarrollan y
mantienen estas comunidades de comerciantes extranjeros (especialmente
flamencos), de acuerdo a ese atractivo comercial de ambas ciudades antes
mencionado. Estamos hablando de lo que se podría calificar como “sociedades
dentro de la propia sociedad”. En los casos que nos ocupan, en las comunidades
de Sevilla y Cádiz nos encontramos ante unas comunidades (abiertas a recibir
nuevos miembros[11]) dentro de la sociedad,
unidas por lazos de paisanaje, parentesco[12],
religión o vocación comercial. Pero la mejor definición de éste funcionamiento
interno de las redes de comunidades auto – organizadas lo encontramos en los
trabajos de Ana Crespo Solana: “núcleos complejos y flexibles que formaban
redes evolutivas integradas en su marco correspondiente, e integrados por
comerciantes, productores y funcionarios gubernamentales”.[13] El
prototipo de personas que conformaban estas redes de comerciantes extranjeros
era el siguiente: se trata en su inmensa mayoría de hombres adultos,
procedentes de las Provincias del Sur, que han conseguido licencia para el
comercio con las colonias americanas, y que buscan conseguir la “carta de
naturalización” castellana mediante el matrimonio con mujeres del lugar y la
adquisición o propiedad de bienes inmuebles/bienes raíces.[14]
Estos
comerciantes flamencos asentados en los que podríamos denominar “puertos
americanos” en Castilla se aprovecharon de su pasado bajo la Corona Imperial de
Carlos V para de este modo gozar de ciertos favores reales. Además, la
tradición histórica de unión entre Flandes y Castilla favoreció a estas redes
flamencas por el hecho de conocer las costumbres y sociedad española, de tal
forma que pudieron mimetizarse de forma más que aparente con el medio en el que
desenvolvían su trabajo, lo cual les favoreció no sólo en los beneficios
conseguidos sino inicialmente también en su competencia con el comercio inglés.
De este modo, aún en los cincuenta años siguientes a la Guerra de los Treinta
Años la preponderancia neerlandesa en el comercio castellano siguió vigente.[15] Una
preponderancia que se verá, de algún modo, incluso legitimada por la
legislación y las concesiones realizadas a la comunidad flamenca (con acuerdos
como los de 1687, 1688 o 1692 o la confirmación de los fueros de esta comunidad
extranjera en 1738 (fueros aceptados a su vez por los cónsules de Francia, Gran
Bretaña y Holanda).[16] Vemos
así como la comunidad de comerciantes flamencos en Andalucía se fueron
asentando poco a poco (desde la llegada de Carlos I al trono castellano y hasta
mediados del siglo XVIII), empleando diversas vías de integración, como es el
caso de las cofradías gaditanas que señala Ana Crespo Solana.[17] Por
ello, esta capacidad de mimetismo es uno de los motivos que explican el enorme
éxito comercial flamenco en España (además de la necesidad de manufacturas en
un país en el que escaseaban y ese nuevo nicho comercial fue aprovechado desde
el norte de Europa). En el análisis de estas fuentes tampoco podemos olvidarnos
de que el funcionamiento familiar de estas casas comerciales de origen
extranjero no tuvieran sólo una función, sino que los herederos de una
determinada firma mercantil, por lo que se ha estudiado y tal y como afirman
Fernández Chaves y Gamero Rojas, mientras que uno de los hijos se dedicaba a
llevar el control de la casa comercial, el otro tomaba la vía militar,
integrándose en el ejército[18],
ejemplos de los cuales encontramos varios como la familia Gand o los
Craywinckel. Pero el mismo hecho de pertenecer a esa comunidad dentro de la
sociedad castellana favorecía que entre ellos se realizasen acuerdos más o
menos duraderos para el aprovechamiento del comercio, pero sin perder nunca el
contacto con sus lugares de origen (como es el caso de Van der Woestyne).
Además, por esa exigencia de posesión de bienes raíces para obtener la
“naturalización” del individuo por parte de la Corona, muchos de estos
extranjeros fomentaron la inversión interior que supuso a su vez una activación
de la economía a nivel local y que les granjearía incluso el favor de algunos
gremios (como se vio en la década de 1660).[19] Los
inversores extranjeros impulsaron el sector agrícola andaluz, sobre todo los
ingleses en el campo de los cítricos o el vino (un producto que se mantuvo en
valores elevados a lo largo de toda la primera mitad del siglo XVIII, como
demuestra Diego Téllez Alarcia[20]).
Pero, si bien
muchas veces los integrantes de estas comunidades de extranjeros eran
corresponsales de una red que se iniciaba en su país, otras muchas veces eran
ellos mismos el origen de una red que se extendía desde los puertos andaluces
hacia América, donde era imprescindible la presencia de agentes, agentes que
además no sólo se instalaban en América[21],
sino que además podían estar presentes en el interior continental, hacia donde
estos grandes comerciantes importaban las materias primas americanas,
adentrándose en el comercio interno de la mano de esos agentes.[22]
Los agentes
son aquellos que moverán la economía transnacional[23] en
esta época. Se trata de personas en las que los grandes empresarios o compañías
delegaban y que eran sus “corresponsales” en aquellas ciudades o puertos en los
que dichos proto – empresarios tenían intereses. Además, los agentes
mercantiles o comerciales son testigos del crecimiento de los intercambios en
zonas marginales, así como responsables de la integración de nuevos espacios
económicos en el ámbito europeísta imperante.[24] La
práctica de delegar en una persona fue mucho más común en los casos de
procedencia flamenco – holandesa que en los ingleses, aprovechando además los
flamencos el mercado americano (por su pasada pertenencia a la Corona hispana) en
su puja con los británicos.
Pues bien, atendiendo
a estos agentes, cuya importancia en el mercado era trascendental, podemos
observar que ellos necesitaban de algo muy valioso para permanecer en su
puesto: gozar de la confianza de su contratista. Los sistemas de confianza son
clave en estas redes comerciales (tal y como defiende Xabier Lamikiz)[25]. Se
trata, según este autor de unas relaciones continuas, en los que es esa misma
continuidad la que se encarga de legitimar la confianza otorgada al agente
comercial. Un agente que, al mismo tiempo, no duda en extender su buena
reputación en los círculos locales a los que tiene acceso con el fin de sacar
algún tipo de beneficio.
Vemos así como
el entramado de redes comerciales que se tejían a lo largo y ancho del orbe
mundial era complejísimo y su estudio puede ir desde las relaciones entre los
puertos comerciales a través de los grandes negocios de mercancías hasta las
pequeñas comunidades locales y sus agentes en núcleos urbanos menores. Por todo
ello, el estudio de redes se nos presenta como una herramienta básica en el
estudio de las relaciones comerciales. Para ello, es imprescindible contar con
las fuentes necesarias, las cuales no tienen por qué ser estrictamente
económicas, sino que pueden ser de otra índole, aportando datos igualmente
importantes: me estoy refiriendo a los documentos notariales (testamentos,
deudas, poderes, letras de cambio, arrendamientos…), los cuales nos permiten
reconstruir no sólo las relaciones comerciales sino que además, en muchos otros
casos, y contrastándose con documentos de carácter familiar como partidas de
bautismo o de boda, pueden ayudarnos a reconstruir la interrelación social que había detrás de todos
esos intereses comerciales, así como otros muchos aspectos como puede ser el
papel de la mujer en todo ello.
BIBLIOGRAFÍA
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del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado
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Ciencias Sociales y Humanidades, n º 36, México, 1995.
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hispánica.”, en Cuadernos de Historia, nº
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TÉLLEZ ALARCIA, DIEGO, “El
comercio del vino español con Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Un
proyecto político”, en Brocar: Cuadernos
de Investigación Histórica, n º 29, 2005.
[1]
CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad en el comercio flamenco –
holandés en Europa y la Monarquía hispánica.”, en Cuadernos de Historia, nº X. CSIC, Madrid, 2011, p. 57.
[2] Ibídem, p. 63.
[3]
CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes
Atlánticos. Redes del comercio flamenco y holandés entre Europa y el Caribe. Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones de
Cajasur, 2009.
[4]
CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 71.
[5]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, “Flamencos en la Sevilla
del siglo XVIII: entre el Norte de Europa y América.”, en Orbis Incognitvs. Avisos y Legajos del Nuevo Mundo. XII Congreso
Internacional de la AEA. Universidad de Huelva, 2009, p. 211.
[6]
CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes
Atlánticos. Redes…
[7]
CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam y Cádiz (1713 –
1778)”, en Cuadernos de Historia
Económica, n º 40. Banco de España, 2001, p. 22.
[8]
CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam…”, p. 29.
[9]
CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 56.
[10]
ALVARADO, Armando, “La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo
XVIII y su impacto en el mercado novohispano.”, en Iztapalapa: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, n º 36,
México, 1995, pp. 130 – 131.
[11]
CASADO ALONSO, Hilario, “Los flujos de información en las redes comerciales
castellanas de los siglos XV y XVI.”, en Investigaciones
de Historia Económica, n º 10, 2008, p. 39.
[12]
IBARRA, Antonio; DEL VALLEPAVÓN, Guillermina (coords.), Redes sociales e instituciones comerciales en el imperio español,
siglos XVII a XIX. UNAM, México, 2007.
[13]
CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 60.
[14]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 212.
[15]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 212.
[16]
CRESPO SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 66.
[17]
CRESPO SOLANA, Ana, Mercaderes
Atlánticos. Redes…
[18]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 213.
[19]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 217.
[20]
TÉLLEZ ALARCIA, DIEGO, “El comercio del vino español con Inglaterra a mediados
del siglo XVIII. Un proyecto político”, en Brocar:
Cuadernos de Investigación Histórica, n º 29, 2005, pp. 77 – 89.
[21]
CRESPO SOLANA, Ana, “El comercio marítimo entre Ámsterdam…”, p. 23.
[22]
FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes, Opus cit., p. 217.
[23]
Entendiendo como economía transnacional en la Edad Moderna la cooperación entre
negocios basados en más de una región, área o país.
[24] CRESPO
SOLANA, Ana, “Elementos de transnacionalidad…”, p. 60.
[25] LAMIKIZ GOROSTIAGA, Xabier, Trade and Trust in the Eighteenth Century
Atlantic World. Spanish Merchants and their Overseas Networks. The Boydell
Press, 2010.
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