El establecimiento de la Historia Económica.
Hasta los años 50 y 60 del
siglo pasado, la Historia Económica no fue un campo de investigación
predominante. Esta situación se hizo posible por las reformulaciones que había
atravesado la producción histórica en las décadas anteriores. Las corrientes que
mayor énfasis pusieron en la Historia Económica fueron la Escuela de los
Annales, la historiografía británica y la llamada cliometría.
La Escuela de los Annales tiene
su origen en la revista Annales,
dirigida por Febvre y Bloch y surgida en 1929. Emprendieron un cambio completo
en la forma de hacer historia, desviando la atención de los temas políticos y
militares al ámbito económico y social, combinando la geografía, la historia y
la sociología. Se pretendía hacer una Historia que fuese más allá de la narración
de sucesos puntuales, desarrollos políticos y biografías, volcándose en una
interpretación crítica de la estructuras. Para ello emplearon métodos y
procedimientos tomados de otras ciencias, como la estadística. Orientaban su
análisis esencialmente hacia la sociedad y la economía, pues tomaban como
objeto de estudio a la sociedad humana, delimitada en el espacio y el tiempo,
cuyo acontecer histórico pudiera ser interpretado y explicado.
Fernand Braudel supuso una
importante vuelta de tuerca en el seno de este movimiento, introduciendo una
serie de herramientas de análisis que hicieron que se le conociese como el
iniciador y orientador de la segunda generación de Annales. Defiende la idea de
una Historia Total, cuyo estudio englobe, desde una perspectiva abierta y de
colaboración entre ciencias, todos los aspectos de la realidad pasada. El
objeto de análisis serían las sociedades, que toma como unidades delimitadas,
siendo su principal área de investigación el conjunto del Mediterráneo. Esta
idea se toma como una de las más acertadas de este autor, y es el origen de
toda la corriente de Atlantic History.
Establecía un estudio de la
historia en tres tiempos: la larga duración se equipara a la geografía, la
relación de la sociedad con el medio; la duración media correspondería a la
estructura social, la economía, las civilizaciones y las sociedades, y
finalmente la corta duración atendería a los acontecimientos, la política, los
individuos. Este esquema tripartito sufrió una reestructuración con la publicación
de su obra Civilización material,
economía y capitalismo, cuando establece una diferenciación entre
civilización material, el sustento básico, más allá de la economía; la economía
propiamente dicha, regulada por el mercado, y la élite social, que ostenta
privilegios y monopolios y, por tanto, escapa del mercado.
Las críticas hechas a
Braudel, por la imposibilidad real de llevar a cabo una historia social, por la
desatención a las relaciones de vasallaje, la política, los acontecimientos y
otros aspectos tomados por menores, hará
que surja una tercera generación de Annales. Esta se caracteriza por la
diversidad, pues no sigue una única línea de investigación como una corriente
cohesionada, fundamentada en una teoría historiográfica común, sino que supone
un marco amplio en el que se llevan a cabo estudios sobre la historia de los
acontecimientos, las mentalidades, las representaciones, la historia política,
planteando nuevos campos de estudio y retomando aquellos que se habían
abandonado. Emplea un método comparativo y crítico, que estudia un fenómeno
concreto de forma global y organizada, atendiendo a los diferentes aspectos y
distintos ritmos de la realidad observada.
Más allá de esto, se llega
a hablar, incluso, de una cuarta generación de la escuela de los Annales, cuyo
inicio se sitúa en 1988. Esto, sin embargo, no deja de ser una categoría
abierta y aún vigente, por lo que requiere una mayor perspectiva y visión de
conjunto para establecer una denominación precisa.
La segunda gran escuela que
colocó a la Historia Económica en la primera línea de los estudios históricos
es la historiografía marxista británica. Su origen y las influencias en las que
se basó inicialmente son inciertos y objeto de debate, pero se considera que
uno de los hitos fundamentales que marcaron esta corriente es la fundación de
la revista Past and Present, en 1952,
en la que intervinieron personajes tan destacados como Eric Hobsbawm, Gordon
Childe o Maurice Dobb. Estudiaba la
historia desde unas perspectivas y con unas herramientas marxistas,
considerando la lucha de clases como un motor fundamental del progreso y, por
tanto, dando una importancia capital a la economía. Se separaba del cientifismo
y utilitarismo soviéticos, así como de la idea de determinación en base a las
infraestructuras, y trataba de hacer una historia económica y social, desde
abajo, atendiendo a las clases más desfavorecidas como agente primordial del
cambio histórico. Sus estudios se centraron en el surgimiento del capitalismo
y, sobre todo, en la agricultura como gran factor económico.
En 1946 comenzó un cambio
importante en sus postulados, con la publicación de Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, de Maurice Dobb,
respondido por Paul Sweezy, que consideraba que los factores de producción eran
el elemento explicativo básico para comprender el desarrollo del tránsito del
feudalismo al capitalismo. No obstante, Robert Brenner rechazó esta idea,
considerando que el factor clave se encontraba en la lucha de clases, por lo
que le daba un enfoque más social en lugar de uno puramente económico.
El debate entre estas dos comprensiones
de la historia, sobre todo en lo tocante al surgimiento del capitalismo, tuvo
su punto álgido en los años 70 y 80. A partir de los años 90 (por la caída del
bloque soviético) tuvo lugar otro cambio, una evolución en los postulados y
formas de comprender la historia social y económica, fundamentalmente. Empezó a
modificarse el concepto de lucha social para hacerlo responder a una realidad
de lucha de élites, considerando que la oposición y el cambio de paradigma se
producía a manos de quienes tenían un nivel suficiente para permitírselo.
Posteriormente, la tercera
corriente de influencia para la Historia Económica, aunque de un peso
comparativamente menor, es la cliometría, de origen norteamericano. Originada
con el trabajo de Conrad y Meyer sobre el esclavismo, es el fruto de una
concepción radicalmente cuantitativa de la Historia, pues toma todos los datos
relevantes por evaluables y cuantificables, susceptibles de un estudio estadístico.
Cifraba la idoneidad y el rigor de los trabajos en su peso matemático y estadístico,
así como en ocasionales ejercicios de análisis contrafactual.
Es una visión de cierto
predicamento y defendida ardientemente por sus adeptos, cuya forma de
denominarla, como Nueva Historia Económica, hace pensar en que la consideran la
única manera científica de realizar un estudio histórico. Por todo esto, es
abrazada más por estudiosos de la Economía que por historiadores.
Actualmente existen
numerosas críticas a los modos tradicionales de hacer historia económica, y
cada una de las corrientes anteriormente expuestas han recibido refutaciones
sobre determinados aspectos. El problema fundamental que suele achacárseles es
el de centrar toda la atención del análisis histórico en los estudios económicos,
convirtiendo al hombre en un homo
economicus, cuyo único móvil es el afán de lucro.
Por todo ello, aunque la
Historia Económica ha adquirido un papel fundamental en los estudios históricos,
y es abordada abundantemente y desde distintas perspectivas, generalmente se
prefiere contrastarla o completarla con estudios sobre otros elementos, de ámbito
social, político, individual, etc., a la búsqueda de una comprensión de
conjunto (orientada globalmente o a través de una concatenación de estudios más
limitados) de la realidad humana.
Para más información:
Moradiellos, E. El oficio de historiador. Siglo XXI, 1996, Madrid.
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