jueves, 23 de enero de 2014

Política económica bajo el mandato de Don Luis de Haro (1598-1661)

              Ahora que el curso ha acabado, y me entra el miedo porque no sé si voy a llegar a las cuatro entradas mínimas os proporciono el trabajo que expuse junto a mis compañeros del grupo 4. Notaréis que he incluido el cuadro que no incluí en la presentación que os hice. Espero que disfruten.
Planteamiento
            En el presente trabajo, se tomará la figura de Don Luis de Haro como una excusa para analizar los intentos de reforma fiscal que hubo en uno de los períodos menos estudiados en la historiografía española: la segunda etapa del reinado de Felipe IV, o lo que es lo mismo, ¿qué medidas económicas se llevaron a cabo en España entre la Paz de Westfalia en 1648 y la muerte de Felipe IV en 1665?
            El problema que afrontamos al encarar el tema es la falta de información concreta relativa a este período. Bien es cierto que se puede recurrir a manuales como La economía en la España Moderna (Alvar Ezquerra, Alfredo dir.) que nos darán una panorámica general, pero no nos aportarán reformas o proyectos concretos, que es precisamente el objetivo de este trabajo. Para ello, he recurrido a la obra de Valladares, Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio General, que nos proporciona información detallada acerca de distintas sesiones de Cortes entre 1646 hasta 1664.
            En el presente trabajo, por tanto, seguiremos la línea argumental de Valladares y nos centraremos en el proyecto del Medio General y su intento por parte de Felipe IV de instaurarlo a través de las distintas sesiones de Cortes. Todo ello enmarcado en una aguda crisis política y económica.
El Medio General
            La década de 1650 había demostrado el agotamiento de la capacidad contributiva del Estado llano mientras que la crisis hacendística desbordaba todas las previsiones. El recurso a la suspensión de pagos, como ocurrió en 1647 y 1652, sólo contribuiría a ahuyentar a los banqueros, precisamente cuando más se les necesitaba. Era necesario un Medio General que gravase a todas las capas estamentales.
            El intento de aprobar este tipo impositivo no era algo novedoso en España. Ya desde tiempos del emperador se intentó, en las Cortes de 1538 (que se negaron ante lo que percibieron como una violación de los derechos de la nobleza), aprobar un impuesto común a todos. Habrá intentos también con Felipe II y Felipe III. Olivares recogerá esta idea, y en 1623 aprobará un Decreto Real por el cual las oligarquías urbanas, principal punto de mira de Olivares, debían aportar un 5% de las haciendas a la recién creada red de bancos. Ante el clamor popular, Olivares se vio obligado de pactar en las Cortes de 1623 el aumento de millones[1], pero a cambio de renunciar al 5% de las haciendas de estas oligarquías. La caída posterior de Olivares, en 1643, no representó un debilitamiento de Felipe IV, sino todo lo contrario, ya que se tenía la imagen de rey cautivo por el corrupto Olivares[2].
            Una vez depuesto Olivares, la figura en la que debemos detenernos es Jacinto de Alcázar (1597-1687). Como buen arbitrista, se fijó en la crisis que estaba asolando el reino y propuso la manera ideal de proceder, en 1643. La reforma fiscal propuesta por Alcázar se basaba en la consideración de que gran parte de la riqueza que se producía en Castilla estaba distribuida de forma muy desigual, ya que las principales fortunas la acaparaban la nobleza y el clero. El método corrector sería una alcabala, de la cual se esperaba recaudar alrededor de 31 millones de ducados cada año, sería un pago proporcional que cada súbdito, sin excepción, realizaría al fisco según perteneciese a alguno de los cinco niveles de renta establecidos:
Nivel de renta
Pago
1.      Grandes, títulos, comendadores, ministros superiores, asentistas, ricos abogados y juristas

60 Ducados
2.      Comerciantes
20 Ducados
3.      Ricos ganaderos y agricultores
16 Ducados
4.      “Gente de medianía” (agricultores pobres y oficiales de bajo nivel)
6 Ducados
5.      “Gente sin Hacienda”
1 Ducado
6.      “Gente suelta y sirviente”
Exentos
            Este es el cuadro que propuso Alcázar[3]. Sin embargo, caben dos aclaraciones. La primera, es que Alcázar, como arbitrista, no propone un método realista y práctico adaptado a las condiciones del momento, sino que da su punto de vista de lo que sería la forma de proceder ideal; de hecho, el propio Alcázar admitió la imposibilidad de llevar a cabo este proyecto, por lo que acabó modificándolo. La segunda aclaración, es que su método no se debe interpretar como algo liberal o revolucionario (más propio de tratadistas decimonónicos), sino que por la propia contingencia demográfica de cada grupo estamental, acabaría siendo el estamento no privilegiado el que más contribuyese[4] y el privilegiado el que menos.
            Esta reforma fue apoyada y respaldada por Juan Chumacero, el entonces presidente del Consejo Mayor de Castilla, y, por lo tanto, de Felipe IV. Fue presentada en las Cortes de 1646, pero ante las revueltas 1647 que tuvo su principal escenario en las ciudades (aunque también hubo revueltas desde arriba) y el cierre de Cortes precipitado por parte de Felipe IV, la cuestión nunca llegó a debatirse[5]. En este contexto, aparece la bancarrota de 1647, la segunda del reinado, que en ese clima de conflicto, Valladares la interpreta como un mensaje de tranquilidad hacia las oligarquías, satisfechas de comprobar que la Monarquía volvía a sus prácticas habituales[6].
            Con la toma de Barcelona en 1652, la política interior de Felipe IV da un viraje hacia nuevos objetivos: Portugal y Francia. El objetivo para financiar la guerra no varió, era necesaria la implantación del Medio General. A tal efecto, se convocó una Asamblea en Octubre de 1654. No se convocaron Cortes porque las de 1649-51 había demostrado que ni el Rey, obcecado con el Medio de la Harina, ni las Cortes, que no supieron dar alternativas; acabaron sin acuerdo entre ambas partes. En Octubre de 1654, cuando el rey evaluó en cinco o seis millones de Ducados el servicio mínimo que precisaba para liquidar la guerra con Francia, la Junta de Asistentes a Cortes se negó a volver a vivir otra pesadilla como la de 1651. Se propuso en cambio una Asamblea, efectiva a partir de Abril de 1655. El motivo de aquella asamblea era aprobar un Medio General, esta vez solicitado por el propio Rey, que hasta ahora no había sido tan directo ni había puesto en marcha ningún plan para conseguir la implantación del Medio General. En Mayo de 1655, Felipe IV ordenó a la Junta de Asistentes de Cortes que comenzasen a negociar con el Reino la implantación de un Medio General. La Asamblea, en principio, no cedió a las exigencias, aunque teniendo en cuenta la coyuntura de la guerra contra Francia, no es de extrañar que el Cuarto Felipe no desistiese en su empeño. Así, en Agosto ya empezaron las primeras aprobaciones de servicios. El rey presionó entonces para la lectura del memorial de Alcázar. A la par, la Asamblea fue aprobando servicios para evitar pronunciarse sobre el Medio General[7].
En Febrero de 1656, los contrarios al Medio General, eludiendo los escritos de Alcázar, pidieron a la Junta de asistentes que remitiesen los distintos proyectos para sopesarlos con el de Alcázar. La Junta de Asistentes enviaron un documento que recogía los tres Medios Generales que habían estudiado: el pago del 10% de las rentas patrimoniales, el 5% del Medio de la Harina y el crecimiento de la alcabala. Se decantaron por la última propuesta. Aunque hubo intentos y discusiones posteriores para que se discutiese y aprobase el Medio General, no se llegó a ningún acuerdo. Finalmente, Felipe IV desistió[8]. En opinión de Valladares, no debe interpretarse la decisión de Felipe IV como una derrota, ya que al Rey aún le quedaban recursos a los que acogerse, como la Junta de Fraudes o la Junta de Millones.
Por último, vamos a detenernos en las últimas Cortes en tiempos de Felipe IV, las de 1661-64. Acabada la guerra con Francia, tocaba ocuparse de Portugal. Felipe IV comunicó su primera demanda: necesitaba cinco millones de Ducados anuales en vellón para el conflicto, sugiriendo que este dinero fuese aportado por un Medio General. El monarca daba a elegir, o caían en la inflación (el Rey ya había mandado la acuñación de tres millones más de cobre) o se aprobaba el Medio General. No se aceptó ninguna de las dos opciones. Las negociaciones se recrudecieron con la retención por parte de Felipe IV del 70% de los juros. Se empieza a debatir entonces si no sería mejor ceder ante algunas de las exigencias del Rey, en una especia de Medio General imperfecto. Resultaba difícil debido a la coyuntura de aquellos años, con Portugal sublevada y el comercio con las Indias bloqueado por naves inglesas. El monarca se impuso. En 1663, obtuvo el consentimiento para una recaudación para pagar a sus tropas. Tras los desastres de 1663, la idea de un Medio General se esfumó: se centrarán en sanear las deudas con los banqueros[9].
Conclusiones
            Me gustaría articular este breve apartado en torno a una idea que viene repitiéndose en la historiografía desde hace algunos años: si hubo o no improvisación fiscal en la España del siglo XVII. A tenor de los resultados expuestos, debo estar de acuerdo con esta afirmación, aunque haría un matiz: no es que hubiese improvisación fiscal en base a las dificultades que iban planteándosele a la Monarquía Hispánica, si no que, como hemos visto, hubo una enorme planificación para la consecución de un objetivo, el Medio General. La improvisación fiscal vendría entonces una de las características más importantes del reinado de los Austrias, la Monarquía Compuesta, esto es, las resistencias y limitaciones que se encontraban estos reyes. Las Cortes se celebraron para debatir, no para aprobar decisiones ya tomadas por el monarca. Será esa característica la que marcará esa improvisación fiscal y no otra.
Bibliografía
·         ALVAR EZQUERRA, A. (dir.), La economía en la España Moderna, ed. Istmo, Madrid, 2006.
·         VALLADARES, R., Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio General, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002.



[1] El impuesto de millones gravaba seis especias: vino, vinagre, aceite, carne, jabón y velas de sebo.
[2] VALLADARES, R., Banqueros y Vasallos, Felipe IV y el Medio General, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002, pp.11-19.
[3] El cuadro ha sido extraído del libro de VALLADARES, R., Ibídem, pág. 64
[4] Valladares nos proporciona cifras al respecto: 100 000 personas el primero (6 000 000 millones de Ducados), 500 000 personas el segundo ( 8 000 000 millones), 500 000 personas el tercero (10 000 000 millones) 1 000 000 el cuarto (6 000 000 millones) y 1 000 000 el quinto (1 000 000 millón). Como se puede apreciar, los que más contribuirían serían las oligarquías burguesas.
[5] VALLADARES, Ibídem, pp. 66-70.
[6] Esta teoría se puede apoyar en las dificultades hacendísticas por las que pasaban los municipios en los años 40, según GARCÍA GUERRA, E. “Banca y crédito en España en los siglos XVI-XVIII”, en La economía en la España Moderna, Alvar Ezquerra (dir.), ed. Istmo, Madrid, 2006, pág. 288.
[7] VALLADARES, Ibídem, pp. 79-88.
[8] VALLADARES, Ibídem, pp. 88-92.
[9] VALLADARES, Ibídem, pp. 93-110.

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