domingo, 15 de diciembre de 2013

TAREA SEMANAL: MARTES 10 DE DICIEMBRE, 2013-12-15 (Grupo Globalización: mirad el final)



ARTÍCULO:
CASADO, H., “Los flujos de información en las redes comerciales castellanas de los siglos XV y XVI”, Investigaciones de Historia Económica, 2008, Vol. 4, nº 10, págs. 35-68

            En este artículo, Hilario Casado trata de demostrar la tesis, propuesta en las primeras líneas, que trata sobre la importancia del tráfico de información para la prosperidad de los negocios en la Edad Moderna, centrándose más concretamente en el área castellana. Para ello utilizará tres ejemplos, a saber: los seguros marítimos burgaleses, la Compañía Simón Ruiz y el Consulado de Burgos, instituciones que son objeto de estudios más profundos por su parte.
            El autor comienza haciendo una serie de valoraciones de carácter general en torno al valor y significado de la información, de forma incluso atemporal, a juzgar por sus comparaciones con el momento presente e Internet. La posesión de la información, así, es planteada como medio de consecución del éxito empresarial, abriendo las puertas a su tesis principal. Para demostrar de qué forma la posesión de datos de todo tipo (rutas, precios, productos, leyes…) era uno de los motivos de prosperidad de los negocios castellanos del siglo XV y XVI, en el ámbito de las colonias, el autor repasará las dimensiones, características, precisión y velocidad del tráfico de la información: fundamentalmente, el correo postal.
            Todo ello será aplicado al fenómeno de las colonias comerciales castellanas del periodo cronológico apuntado, que más abajo describiremos. Este proceso de auge, tal y como es presentado por Casado, se mueve en un contexto económico de ampliación de los mercados y negocios locales y nacionales, abriéndose paso al tráfico internacional y las rutas de larga distancia. Convenientemente, comenzarán a surgir lugares concretos en las ciudades destinados a la labor mercantil, como serán la Plaza de la Bolsa en Brujas y Amberes, los fondacos de las ciudades italianas, el Puente Nuevo de Amsterdam, etc. El progreso del correo mercantil y de las técnicas de gestión empresarial (manuales, contabilidad por partida doble, etc.) contribuirán a complicar el panorama de los negocios, dándoles unas dimensiones más profundas de las que, tal vez, se les supone para la época marcada.
            El estudio elaborado en este artículo se refiere, fundamentalmente, a las colonias comerciales castellanas, utilizando los tres ejemplos ya citados como arquetipos de las mismas y muestra del nivel de complejidad de ciertos negocios. Sin embargo, el fenómeno de las colonias mercantiles y de las redes comerciales no era exclusivamente castellano, sino que tenía carácter general para toda Europa, por lo que Casado comienza refiriéndose al fenómeno de forma global. Estas redes comerciales serían, con las particularidades de cada proveniencia, agrupaciones de mercaderes según motivos de tipo cultural, geográfico, religioso, etc. Su función no sería otra que la de la colaboración y la asistencia mutua, entendiendo por ésta, además de compromisos de otra índole, el libre uso de la información, con el beneficio común que la misma conlleva. Otro tipo de mecanismos de ayuda mutua se referían a la asistencia a los recién llegados, los huérfanos de los miembros afiliados, etc. Un punto de vital importancia en la conformación de estas redes comerciales sería el mantenimiento del prestigio, como elemento de fiabilidad hacia el exterior que acompaña a cada mercader perteneciente a la colonia.
            Salvando muchas distancias, y con un significado diferente en lo que a la economía se refiere, cabría establecer ciertas semejanzas, en el plano de la protección mutua, entre las colonias y los gremios. Compartir la información, colaborar en empresas conjuntas, ahorrar gastos utilizando los mecanismos de la acción conjunta, servirse de las ventajas institucionales de la colonia… serían prácticas que recuerdan a la economía gremial en el sentido de la conformación de grupos de participación en la tarea productiva. Habría que salvar aquí largas distancias por lo que tienen los gremios de paralizadores de la economía y controladores de la misma, así como la naturaleza de su actividad económica. 
            El tipo de información que la red comercial facilitaría a través de sus mecanismo de obtención, que, en muchos casos, estaban institucionalizados y eran propios (como en el caso del Consulado de Burgos) pasaría a beneficiar a toda la comunidad. Sin embargo: ¿qué tipo de información era esa? Se trataría de cualquier tipo de dato que, suministrada por enlaces, emisarios y mercaderes, contribuyese a incrementar la rentabilidad de los negocios: precios, pesos y medidas, asuntos legales que concerniesen a las aduanas, portes, y otro tipo de asuntos vinculados al comercio; cuestiones lingüísticas, eventos bélicos y problemas con las rutas, prácticas mercantiles y financieras a tener en cuenta.
            Si esto define, grosso modo, las redes comerciales con carácter general, Casado nos expone, además, el caso castellano concreto. Surgen con excepcional rapidez, desde el siglo XVII, pero tienen su auge a partir del siglo XV, merced a la rápida superación castellana de la crisis altomedieval. Las colonias castellanas se extenderán por buena parte de Europa, y, por supuesto, por las principales sedes comerciales: Amberes, Brujas, Venecia, Nápoles, etc. El aglutinante que unirá a los mercaderes castellanos, por lo general, será su pertenencia a una misma corona, así como una evidente voluntad de protección mutua. En este sentido, las colonias castellanas no son una excepción, siendo algunas de sus principales funciones las de: alojar y colaborar en el sostenimiento de los castellanos recién llegados, beneficiarse comunitariamente de la adquisición de información valiosa para la actividad comercial, asegurarse del cumplimiento de los testamentos de los miembros, hacerse cargo de los huérfanos de los mismos, colaborar en la extensión de la religión (aunque este punto es presentado casi anecdóticamente).
            La rápida extensión y el éxito del fenómeno a que nos referimos suscitaron, en Castilla, la necesidad de institucionalizar y organizar cada red comercial. La figura que habría de crearse entonces sería la del Cónsul, representante de la comunidad castellana en el extranjero y encargado del mantenimiento del orden y la justicia en la misma, para lo cual tenía prerrogativas especiales. Además, tenía atribuciones vinculadas al buen funcionamiento comercial de la comunidad, debiendo encargarse de seguros marítimos, flotas, y todo tipo de gestiones.
            La extensión geográfica de las redes comerciales castellanas es muy amplia. En Países Bajos se concentraba en Amberes y Brujas, donde los productos de comercio eran, fundamentalmente, la lana merina y las pañerías flamenca y brabanzona. En Francia, se situaban en Ruan, Nantes, Toulouse, la Rochela y Burdeos, y los productos de intercambio eran parecidos, añadiendo el vino francés, con la particularidad, en esta zona, de la introducción por parte de Castilla de la letra de cambio. En Gran Bretaña se localizaban en Londres, Bristol, Plymouth y Southampton, y se comerciaba con vino de Burdeos, pañería inglesa, lana merina, hierro vasco, aceite, especias y azúcar. En Portugal existían colonias en Lisboa, Aveiro, Oporto y Viana do Castelo, abundando la competencia genovesa y hanseática; allí comerciaban con azúcar, especias y pastel. Por último, Florencia era la ciudad comercial más importante del Meditérraneo para las colonias castellanas, adonde llevaban lana merina, y los productos coloniales del azúcar, los colorantes y las especias.
            Los ejemplos aportados, para corroborar e ilustrar todo lo anterior, por Hilario Casado son el Consulado de Burgos, los seguros  marítimos burgaleses y la Compañía Simón Ruiz. El Consulado de Burgos destaca, fundamentalmente, por la importancia de su propio correo “privado”, para hacer la analogía. Muchos mercaderes y hombres de negocios castellanos se beneficiaron del uso de este correo, empezando por Simón Ruiz, que utilizaba sus servicios para algunas de sus comunicaciones postales. Era también un centro de concentración y distribución de información,  pues a él llegaban datos comerciales de diversa procedencia que eran ofrecidos a los interesados. La importancia de este correo interno del Consulado le llevó a dotarlo de una figura de autoridad que se encargara de su óptimo funcionamiento: el Maestro de Correos, creado en 1538.
            En Burgos radicaba uno de los principales centros de adquisición de seguros marítimos de Europa, y el más importante de la península. Realizaba unas 2000 pólizas anuales en el siglo XVI, lo que podría explicarse por la abundancia de hombres de negocios adinerados interesados en invertir en este artículo de riesgo; pero sobre todo responde a una reglamentación legal que desde el siglo XV amparaba y regulaba estas prácticas. Los seguros burgaleses eran contratados por mercaderes de muy diversa procedencia internacional, lo que hacía imprescindible la disposición de información abundante, precisa, fiel y veloz. Sólo una arquitectura de los flujos de información con estas características habría permitido a la ciudad mantener un negocio semejante, en cualidad y cantidad. La información necesaria era de toda índole: nombre del interesado, nombre de la embarcación, productos, valor de los mismos, nombre del maestre, localidad y residencia del propietario, peligrosidad de la ruta para calcular el precio del seguro, duración del viaje, etc. Además, claro, de la necesidad de datos precisos que sirvieran para corroborar las testimonios referentes a siniestros y accidentes.
            Por último, la Compañía de Simón Ruiz representa el valor empresarial de la información y corrobora las dimensiones que ésta adquiría en la preocupación de los hombres de negocio de la época, llegando a ocupar las tareas relativas al correo postal buena parte del tiempo de aquellos. El archivo de la Compañía, afirma Casado, es uno de los mejores de carácter mercantil y financiero. Simboliza la eficacia con la que Simón Ruiz llevaba el suministro de datos de toda índole. Se han contabilizado 56721 cartas y 21065 letras de cambio, por aportar algún dato que ilumine la afirmación.  Las cartas provenían de todo tipo de lugares: Venecia, Praga, Viena, Hamburgo, Chile, Malta, México, París, Londres, Génova, Bilbao, Sevilla, etc. Esto muestra una capacidad de gestión de la información y un nivel de interconexión geográfica acaso insospechado para muchos.
            Uno de los puntos más interesantes, en nuestra opinión, de este artículo es la insinuación que Casado hace de la naturaleza de un posible estudio postal sobre el archivo de la Compañía. Es una disciplina que desconocíamos, y que consiste en el análisis pormenorizado de las cartas enviadas y recibidas, capaz de aportar una enorme cantidad de información al historiador. Va desde un estudio de los tipos de envío (marítimo, terrestre, urgente, ordinario, mediante emisario, junto a la mercancía, etc.), hasta, por ejemplo, estudios interesantísimos sobre la velocidad de transmisión del correo, contabilizando el número de días que tardaban las cartas en llegar a su destino. Pero también toca otros muchos temas, tales como el precio del correo, que, según Casado, disminuyó notablemente en la época marcada; el lugar de pago, la legislación e instituciones encargadas de gestionarlo, e incluso, para nuestra sorpresa, de la desinfección de las cartas, práctica que, según parece, era llevada a cabo por Simón Ruiz.
            En último lugar, el autor expone algunas conclusiones. Entre ellas está, como ya cita al principio del artículo, una patente falta de estudios en el tema de los flujos de información, donde parece haber un filón aún sin explorar. Pero, más importante aún, la conclusión definitiva es que, contra lo que creía, el nivel de transmisión de la información e interconexión de los nodos de esa red mercantil es mayor del que imaginábamos. El volumen de datos movido en la época es insospechado y la actualización de los mismos también, constituyendo un factor imprescindible en los motivos de éxito de los negocios.
            Como anexo a este análisis, hacemos dos recomendaciones finales. Una, como comenté en la clase correspondiente, consistente en el valor del artículo descrito para el estudio sobre los procesos de globalización que realiza un grupo de la clase. La otra es, si este artículo suscita el interés de algún compañero, la lectura de otros artículos del mismo autor relacionados con la cronología y el tema de este, que pueden ser especialmente útiles para el grupo de trabajo de mencionábamos, ocupado de la globalización:
-          CASADO ALONSO, H., “Comercio y mercaderes en el Valle del Duero (siglos XVI y XVI), Estudios de Historia de España, 2010, nº12, 1, pp. 93-116
-          CASADO ALONSO, H., “El mercado internacional de seguros de Burgos en el siglo XVI”, Boletín de la Institución Fernán González, 1999, nº219, pp. 277-306.
-          CASADO ALONSO, H., “Los seguros marítimos de Burgos: observatorio del comercio internacional portugués en el siglo XVI”, Revista da Faculdade de Letras. Historia, 2003, nº4, pp.213-242
-          CASADO ALONSO, H., “El comercio del hierro vasco a través de los seguros marítimos burgaleses (1565-1596)”, Itsas memoria: revisa de estudios marítimos del País Vasco, 2003, nº4, pp. 165-192

AUTOR: Lucas Canteras Zubieta

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