En la Baja Edad Media Suecia era un país de orden secundario en casi todos los aspectos, política, economía y culturalmente con respecto a los reinos del occidente europeo, su capital Estocolmo era una ciudad con cierto nivel comercial, incluida dentro de la Hansa pero con muy poca independencia, se la tenía más como una pequeña colonia alemana con la que comerciar, de tal manera que la mayoría de los funcionarios de Estocolmo no eran suecos, si no alemanes, lo que acabó provocando tensión y animadversión hacia los alemanes y su influencia.
El cambio llega en el siglo XVI con el reinado de Gustavo Vasa o Gustavo I de Suecia, (1523-1560) elegido por el parlamento de Suecia, poco después liberó Estocolmo de los daneses, poniendo fin a la presencia extranjera en Suecia y dando inicio a su crecimiento. A pesar de esto la influencia de Alemania seguía muy patente, el propio Gustavo I contrajo matrimonio con una alemana, el descontento de los suecos frente a los alemanes se aprecia como aun en 1612 se reclama la exclusión de todos los alemanes que ocupasen cargos municipales.
Comercialmente bajo el reinado de Gustavo Vasa Suecia comenzó a ganar peso y expandir su influencia por el báltico rompiendo el monopolio alemán en esa zona y iniciando relaciones comerciales con otros países como las Provincias Unidas o Escocia. Empezaron a exportar minerales en grandes cantidades e importaban sobre todo tejidos que cada vez tenían más importancia en la aristocracia sueca. A lo largo del siglo XVI Suecia siguió creciendo económicamente siendo uno de los países más fuertes del norte europeo.
La crisis del siglo XVII no le afectó mucho, gracias a la figura de Gustavo Adolfo II de Suecia (1611- 1632), hombre de voluntad enérgica consiguió utilizar la crisis en Europa para fortalecer aun más Suecia frente al resto de Europa transformando la economía del país. Con la entrada de Suecia en la guerra de los Treinta Años Gustavo Adolfo II aprovechó para realizar una reforma económica, movilizó todos los recursos del país, mejoró el cobro de impuestos, aumentó la presión fiscal y creó monopolios reales, modernizando el sistema económico sueco. A pesar de que Gustavo Adolfo II muere en la batalla de Lutzen en 1632 (El ejército sueco venció) Suecia no se vino abajo.
Básico fue el cobre, un metal más pobre pero de vital importancia en la Europa de la Edad Moderna, ya que ante la crisis del siglo XVII por ejemplo en Castilla se emite mucha más moneda de cobre, también se usaba en el viejo continente para hacer objetos de cobre colocando a Suecia como el primer productor de cobre de Europa, sobre todo bajo gobierno del rey Gustavo Adolfo II que creo la Compañia Comercial de Suecia para controlar su comercialización y sacar mayores ingresos. Además fomentó una industria armamentística que hizo a Suecia independiente en este aspecto.
Suecia pasó en poco más de 100 años (1523-1632) y con dos figuras básicas (Gustavo I y Gustavo Adolfo II) de ser un estado muy secundario y atrasado a ser una monarquía moderna, fuerte militar y económicamente y que cada vez iba ganando más peso a nivel Europeo
lunes, 3 de febrero de 2014
Caída de la hegemonía de las Provincias Unidas
Desde la mitad del siglo XVII el poder económico de las Provincias Unidas va cayendo en favor de Francia y sobre todo Inglaterra. El inicio se puede situar en el año 1651 con la Ley de Navegación Inglesa que decretaba que todas las mercancías que entrasen en suelo inglés solo podían hacerlo si era abordo de barcos ingleses por navíos del país productor. Esta ley tenía como objetivo principal obstaculizar el comercio holandés, lo que comenzó a deteriorar las relaciones entre ambos países de tal manera que al año siguiente entraron en guerra que se decantó rápidamente a favor de Inglaterra. Esta primera guerra anglo-neerlandesa duró dos años (1652-1654) y finalizó con la derrota de las Provincias Unidas con el Tratado de Westminster de 1654. Este conflicto fue el primero de las tres guerras anglo-neerlandesas de la segunda mitad del siglo XVII.
La segunda guerra Anglo-neerlandesa comienza en 1665 y dura también dos años, poco a poco y de forma constante Inglaterra va ganando terreno a las Provincias Unidas, no solo en Europa si no también en el comercio internacional, un ejemplo es el tratado que pone fin a esta guerra, el de Breda de 1667, que aunque no fue una derrota total para los holandeses ya que sacaron cosas positivas. Con el tratado se acordó que las Provincias Unidas cambiaban Nueva Amsterdam (actual Nueva York) por Surinam y Polo-Run en las Indias Orientales, los ingleses aceptaron que ciertas mercancías holandesas entrasen en Inglaterra. Los más importante es la cesión de Nueva Amsterdam a Inglaterra, ya que era un lugar desde donde los holandeses evitaban las restricciones de los ingleses. Clave es la entrada de Francia en la guerra en 1667, Luís XIV invadió los Países Bajos españoles lo que aceleró que ingleses y holandeses firmasen el tratado de Breda. Poco después ambos países más Suecia formarían una Triple Alianza contra Luis XIV que le hizo retroceder. Esta victoria mantuvo durante un tiempo a las Provincias Unidas a la par que Inglaterra o Francia, pero estaba ya en decadencia.
El punto de inflexión llegó en 1672, cuando las Provincias Unidas se encontraban en guerra por separado contra Inglaterra (tercera guerra anglo-neerlandesa) y con Francia.
La tercera guerra entre ingleses y holandeses duró lo mismo que las anteriores, dos años, y fue un conflicto naval del que de nuevo salieron victoriosos los ingleses, aunque durante la guerra hubo victorias de las Provincias Unidas como la captura de Nueva Amsterdam de nuevo en 1673. A pesar de esas victorias la flota neerlandesa salió derrotada por su incapacidad de construir más barcos. Esta guerra finalizó con el tratado de Westminster de 1674 por el que Nueva Amsterdam volvía a manos inglesas ya que todos los territorios tomados por ambos bandos debían de ser devueltos.
La guerra con Francia fue más dura y larga. Luis XIV en 1672 había conquistado casi todas las Provincias Unidas aunque no acabó con todo, el conflicto se alargó llegando a un punto muerto ya que otros países como España entraron en él contra Francia, firmándose el tratado de Nimega por la que Francia devolvía a España plazas en los Países Bajos españoles como Gante, aunque el Franco Condado pasaba a manos francesas. Las Provincias Unidas recuperó Maastricht y otros territorios al Imperio.
Lo más importante de estos tratados es que desde entonces las Provincias Unidas pasaron a un segundo plano internacional en favor de Inglaterra y Francia que serían las potencias que durante el siglo XVIII tendrán la hegemonía en Europa, y en el caso de Inglaterra también la hegemonía comercial a nivel internacional.
Bibliografía
WALLERSTAIN, I. El moderno sistema mundial II, el mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. Madrid, 1984
La segunda guerra Anglo-neerlandesa comienza en 1665 y dura también dos años, poco a poco y de forma constante Inglaterra va ganando terreno a las Provincias Unidas, no solo en Europa si no también en el comercio internacional, un ejemplo es el tratado que pone fin a esta guerra, el de Breda de 1667, que aunque no fue una derrota total para los holandeses ya que sacaron cosas positivas. Con el tratado se acordó que las Provincias Unidas cambiaban Nueva Amsterdam (actual Nueva York) por Surinam y Polo-Run en las Indias Orientales, los ingleses aceptaron que ciertas mercancías holandesas entrasen en Inglaterra. Los más importante es la cesión de Nueva Amsterdam a Inglaterra, ya que era un lugar desde donde los holandeses evitaban las restricciones de los ingleses. Clave es la entrada de Francia en la guerra en 1667, Luís XIV invadió los Países Bajos españoles lo que aceleró que ingleses y holandeses firmasen el tratado de Breda. Poco después ambos países más Suecia formarían una Triple Alianza contra Luis XIV que le hizo retroceder. Esta victoria mantuvo durante un tiempo a las Provincias Unidas a la par que Inglaterra o Francia, pero estaba ya en decadencia.
El punto de inflexión llegó en 1672, cuando las Provincias Unidas se encontraban en guerra por separado contra Inglaterra (tercera guerra anglo-neerlandesa) y con Francia.
La tercera guerra entre ingleses y holandeses duró lo mismo que las anteriores, dos años, y fue un conflicto naval del que de nuevo salieron victoriosos los ingleses, aunque durante la guerra hubo victorias de las Provincias Unidas como la captura de Nueva Amsterdam de nuevo en 1673. A pesar de esas victorias la flota neerlandesa salió derrotada por su incapacidad de construir más barcos. Esta guerra finalizó con el tratado de Westminster de 1674 por el que Nueva Amsterdam volvía a manos inglesas ya que todos los territorios tomados por ambos bandos debían de ser devueltos.
La guerra con Francia fue más dura y larga. Luis XIV en 1672 había conquistado casi todas las Provincias Unidas aunque no acabó con todo, el conflicto se alargó llegando a un punto muerto ya que otros países como España entraron en él contra Francia, firmándose el tratado de Nimega por la que Francia devolvía a España plazas en los Países Bajos españoles como Gante, aunque el Franco Condado pasaba a manos francesas. Las Provincias Unidas recuperó Maastricht y otros territorios al Imperio.
Lo más importante de estos tratados es que desde entonces las Provincias Unidas pasaron a un segundo plano internacional en favor de Inglaterra y Francia que serían las potencias que durante el siglo XVIII tendrán la hegemonía en Europa, y en el caso de Inglaterra también la hegemonía comercial a nivel internacional.
Bibliografía
WALLERSTAIN, I. El moderno sistema mundial II, el mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. Madrid, 1984
Y al examen... con una sonrisa (reflexión final)
Los cursos siempre pasan a velocidad de vértigo. Parece que fue ayer cuando inaugurábamos esta asignatura con el feliz imprevisto de un permiso por paternidad. Y hoy, aquí, en el ejercicio final, asistimos al último acto de una función de final feliz. Hoy no es día de tensión, es día para disfrutar, para dejar correr la pluma al hilo de los ensayos que previamente se han preparado. Hoy es un día, y no el único, para sentirse historiador, no alumno/a.
La valoración del curso es muy positiva, lo cual es mérito, principalmente, de los actores principales, los estudiantes. Hemos compartido multitud de lecturas, debates, preguntas e incluso idiomas, recordando en este punto que las exposiciones finales se han desarrollado en inglés, italiano y español. No sé cuantos artículos o libros habremos manejado entre todos, pero calculo que no menos de 25-30. No está mal para una asignatura cuatrimestral de 8,30h. de la mañana.
Comentario aparte merece el blog. No sólo por recoger el "acta de clase", es decir, resúmenes de lo que hemos ido desarrollando. En nuestro blog encontramos infinidad de referencias bibliográficas, aportaciones sobre China/Japón, por supuesto diferentes países Europeos... o incluso entradas de marcado carácter humorístico en torno a acontecimientos históricos. Todos hemos compuesto el blog, donde todos hemos sido autores, creadores, aunque fuese para dar un matiz a lo que veíamos en clase.
No son pocos los temas y los enfoques que hemos tratado. Desde la usura a Adam Smith, desde Annales a las corrientes actuales en Historia Económica, desde la agricultura a los precios o las finanzas, desde el presente y el futuro de los historiadores, hemos abordado multitud de aspectos de nuestra materia. Y lo más importante: lo hemos hecho entre todos, en un ambiente distendido, aprendiendo, haciendo de cada sesión una experiencia enriquecedora.
Por mi parte sólo me queda daros la enhorabuena, augurar un futuro muy prometedor a la mayoría de todos vosotros y agradeceros lo fácil que ha sido hacer mi función de director adjunto para que la puesta en escena en esta asignatura haya sido, sencillamente, espectacular.
La valoración del curso es muy positiva, lo cual es mérito, principalmente, de los actores principales, los estudiantes. Hemos compartido multitud de lecturas, debates, preguntas e incluso idiomas, recordando en este punto que las exposiciones finales se han desarrollado en inglés, italiano y español. No sé cuantos artículos o libros habremos manejado entre todos, pero calculo que no menos de 25-30. No está mal para una asignatura cuatrimestral de 8,30h. de la mañana.
Comentario aparte merece el blog. No sólo por recoger el "acta de clase", es decir, resúmenes de lo que hemos ido desarrollando. En nuestro blog encontramos infinidad de referencias bibliográficas, aportaciones sobre China/Japón, por supuesto diferentes países Europeos... o incluso entradas de marcado carácter humorístico en torno a acontecimientos históricos. Todos hemos compuesto el blog, donde todos hemos sido autores, creadores, aunque fuese para dar un matiz a lo que veíamos en clase.
No son pocos los temas y los enfoques que hemos tratado. Desde la usura a Adam Smith, desde Annales a las corrientes actuales en Historia Económica, desde la agricultura a los precios o las finanzas, desde el presente y el futuro de los historiadores, hemos abordado multitud de aspectos de nuestra materia. Y lo más importante: lo hemos hecho entre todos, en un ambiente distendido, aprendiendo, haciendo de cada sesión una experiencia enriquecedora.
Por mi parte sólo me queda daros la enhorabuena, augurar un futuro muy prometedor a la mayoría de todos vosotros y agradeceros lo fácil que ha sido hacer mi función de director adjunto para que la puesta en escena en esta asignatura haya sido, sencillamente, espectacular.
domingo, 2 de febrero de 2014
La limitación de la usura
La condena a la usura es un tema recurrente desde tiempos muy antiguos, y está profundamente imbricada con la cultura occidental desde la Edad Media, cuando se establecieron sus bases por combinación del Derecho natural, el Derecho civil (derivado del romano), el Derecho canónico, las Sagradas Escrituras y la doctrina de los Padres de la Iglesia.
Mientras que la Iglesia Oriental no prohibió la práctica de prestar con interés, la Iglesia Occidental la persiguió muy intensamente, mediante denuncias en el púlpito, exámenes de conciencia en el confesionario y persecuciones en los tribunales. Se basaba en conceptos religiosos, por lo que era el clero el principal agente en contra de los usureros.
No se prohibía la ganancia en términos absolutos, aunque la amenaza de caer en la codicia era algo constante. Era lícito recibir una cierta compensación por encima del capital empleado si se establecía en base a un riesgo equitativo para todas las partes o correspondía a un daño incurrido.
Con el reinado de los Austrias, tuvieron gran importancia las actividades misionales, que recorrían los pueblos realizando actos de penitencia y de acción de gracias a los que acudía todo el vecindario. Los misioneros predicaban contra los pecados, y la usura tomaba un papel muy destacado entre ellos. Influidos por estos, el pueblo mostraba su odio alimentado hacia los usureros, marginándolos y separándolos de la sociedad.
No era, sin embargo, una actuación simplemente moral, sino que las actuaciones judiciales en contra de la usura fueron constantes. Los tribunales eclesiásticos aplicaron penas en función de la amplia legislación al respecto. El tribunal de la Inquisición fue a menudo el encargado de aplicarla, cosa que hizo con gran efectividad.
Las autoridades civiles también establecieron límites a las prácticas usureras, aunque en general fueron más permisivas y cosecharon menos éxito. Las Cortes castellanas y aragonesas, desde la Edad Media, señalaban máximos en el cobro de intereses, tolerando una ganancia moderada. Eran los municipios quienes asumían la defensa de los deudores para evitar una imposición excesiva. Esta práctica, sin embargo, era a veces descuidada, tomando solo verdadera importancia en ocasiones de crisis, escasez, epidemias, etc. Considerando que la simple prohibición era inviable, las Cortes de Madrid de 1534 reintrodujeron la limitación legal del interés al 10% anual. En 1652, la Pragmática de Felipe IV lo limitó al 5%. Además, se prohibió por completo la usura entre judíos y musulmanes. También la obra de los arbitristas trató de paliarla o eliminarla por completo. Con Felipe II se diseñó, y se desarrolló en las Cortes con Felipe III, la práctica de reunir erarios y montes de piedad en una misma institución para reducir los impuestos y la práctica usurera. Sin embargo, esta medida no llegó a salir a la luz.
Fue uno de los elementos que más interés se puso en regular y establecer límites (legales y morales), teniéndolo en cuenta en la creación del Derecho mercantil. En las ciudades europeas, donde la Edad Media y la Edad Moderna, las transacciones y todas las actividades económicas estaban afectadas por diversos ámbitos jurisdiccionales, que en ocasiones coincidían en el mismo producto. La práctica legal era resultado de una relación variable entre el ius commune, el Derecho canónico, los iura propria (leyes del reino, estatutos ciudadanos, de corporaciones, derechos señoriales, etc.), en función del tema tratado y del caso concreto.
El Derecho mercantil, entonces, se erige como una necesidad ante las contradicciones y limitaciones. El ius commune era inadecuado en sus contenidos y procedimientos, el Derecho germánico era demasiado simple y primitivo, el Derecho justinianeo prestaba poca atención a los bienes muebles y el Derecho canónico estaba inspirado en principios incompatibles con el desarrollo comercial. El nuevo Derecho, ius mercatorum o lex mercatoria, pretendía ser flexible y adaptable, y seguía el tradicional objetivo de los comerciantes: contar con una jurisdicción propia, experta en este nuevo Derecho y desligada de cualquier otro fuero.
Los que practicaban la usura se veían estigmatizados, se les vedaban los cargos municipales por tener un oficio vil y degradante (como se hacía con los recaudadores de impuestos), y sufrían de forma directa el rechazo social. En caso de que fueran condenados como usurero público, la pena común era la expropiación de todos los bienes, en su casa y otras propiedades, su herencia y todas las posesiones familiares. Para abrir un caso por usura era necesaria la deposición de cuatro testigos, de forma pública, y la realización de interrogatorios a los vecinos, especialmente a los que habían sufrido la práctica usurera del acusado.
No obstante, pese al rechazo social, religioso y moral de esta práctica, las actividades mercantiles fueron desarrollándose, y unidas a estas también crecieron los préstamos con intereses. Se escribieron libros sobre el arte mercantil o mercantivol, en los que se desarrollaban y explicaban préstamos con interés simple y compuesto. Algunos eran incluso elaborados por religiosos, y podían superar la censura eclesiástica.
El rigor de los teólogos en la revisión de contratos para evitar cualquier tipo de usura no impidió que se permitiera un discreto interés a través de la variación del justo precio. La llegada de grandes cantidades de metal precioso del Nuevo Mundo, junto con el incremento general del comercio y las transacciones, hizo que crecieran los motivos para justificar el préstamo con intereses. En el siglo XVI se empezarían a admitir prácticas como la del lucro cesante, aun con grandes restricciones. Los teólogos vieron que una interpretación demasiado estricta de la ilegalidad de la usura podría dificultar el desarrollo económico, por lo que se acabó aceptando, de forma limitada, una práctica que ya realizaba un gran número de buenos cristianos, pues no hacerlo perjudicaría al común de la población.
La progresiva apertura de la Iglesia (en especial en el mundo protestante) hacia la práctica prestamista, aunque siempre con interés en limitarla, hizo que esta fuera perdiendo su carácter de pecado (o incluso de delito) y se fuera introduciendo en el tejido económico como una manera más, legítima, de hacer riqueza.
Innovaciones en el proceso productivo (siglo xv).
Hasta el siglo XV
la innovación tecnólogica fue el factor más dinámico que generaba
cambios en el proceso económico así como lo desarrollaba. Por el
ejemplo el siglo XIV presenció mejoras en diferentes sectores
productivos, siendo el principal la industria minera.
La invención de
la imprenta por ejemplo, también generó cierto dinamismo económico.
No sólo aumentael número de personas en el sector, si no que se
produce un gran ascenso en la productividad del comercio de libros y
además se desarrolló de gran forma la cultura, con la difusión en
especial de informaciones técnicas y económicas, permitiendo una
“internacionalización” de las innovaciones contribuyendo todo a
un desarrollo progresivo del proceso económico mejorando las
técnicas de cultivo, de producción etc...
La invención de
la imprenta también colocó al papel en el primer puesto de los
soportes de escritura, mejor soporte y más barato. Por lo que la
producción de papel también aumentó sobremanera.
En el siglo XV
también hubo mejoras técnicas en el arte de la navegación y de las
costrucciones navales,cuyo mayor éxito fueron los descubrimientos
geográficos que se realizaron en este momento.
Las diferencias
regionales en cuanto a las innovaciones provocó cierta movilidad del
capital humano, lo que podría ser perjudicial para las economías de
los distintos Estados: “los Estados son conscientes de que la
emigración de trabajadores especializados y técnicos puede tener
consecuencias muy negativas para una economía”1.
Pese a este problema, parece ser que la capacidad de las monarquías
para controlar a los trabajadores y limitar la movilidad parecía en
esta época ser bastante limitada.
Bibliografía:
Vittorio, A
(coord), Historia económica de Europa. SIGLO XV-XX. Crítica.
BarcelonaVittorio, A (coord),
sábado, 1 de febrero de 2014
Las reformas económicas en América durante el siglo XVIII
La finalidad de dichas reformas era incrementar la producción, facilitar el comercio entre los virreinatos y la Península y, en definitiva, aumentar los ingresos fiscales de la Corona.
Particular importancia se dio a la minería, con el fin de lograr mayor producción. Buena prueba del interés de la Corona por el desarrollo de la minería es, por ejemplo, el auspicio que dio Carlos III a expediciones mineralógicas que se dirigieron al Nuevo Mundo con el fin de intentar el empleo de nuevas técnicas para conseguir esos objetivos. Interesaba sobre todo la minería de la plata. Había que abaratar los costes para competir en un mundo que experimentaba cambios importantes. Para estimular la minería se crearon escuelas técnicas de minería en México y en Lima, se establecieron sistemas de crédito y se flexibilizaron los impuestos cobrados a los mineros para favorecer la inversión en las minas. La creación de algunos monopolios de la Corona, como el del azogue, contribuyó a estabilizar los precios, e incluso a su abaratamiento.
Pero fue en el comercio donde se produjeron las transformaciones de mayor relieve. Se trataba de liberalizar las actividades comerciales. Ocurrió no sólo en España, sino también en otros estados europeos, como Francia e Inglaterra. La Corona española entendió que era necesaria la promulgación de leyes que introdujeran cierta libertad comercial, ante el nuevo panorama que el siglo XVIII trajo consigo. Además, estaba claro que el sistema de monopolio comercial hasta entonces vigente no había cumplido sus objetivos, siendo una muestra de ello la importancia que había adquirido el contrabando. Debe tenerse en cuenta, entre otros factores que explican esa nueva legislación, el hecho del considerable aumento que en el siglo XVIII experimentó el comercio transatlántico, como consecuencia del crecimiento del consumo en Europa a raíz del importante desarrollo demográfico y económico que en esa centuria se dio en el Viejo Continente.
Ya en la década de 1760 la Corona española dictó algunas medidas parciales permitiendo el comercio directo entre distintas islas del Caribe, al igual que entre ellas y ciertos puertos peninsulares. Fue en 1778 cuando se promulgó el denominado Reglamento del Comercio Libre. Sin embargo, y a pesar de su nombre, no se trató de una total libertad comercial: se autorizó el tráfico directo entre veinticuatro puertos americanos y doce peninsulares, e igualmente el tráfico interprovincial en América. Además, dejó de existir la Casa de Contratación, lo cual supuso que hubiera mayor flexibilidad en cuanto a las exigencias administrativas para la navegación, cuyo control se estableció en torno a juzgados de arribadas que se establecieron en cada puerto. El mencionado reglamento supuso también la eliminación o disminución de gravámenes fiscales para ciertos productos cuyo comercio se buscaba fomentar, y a la inversa, creció la presión tributaria para los productos extranjeros.
Los resulrados de estas reformas en América fueron muy desiguales. Se incrementó la exportación de mercancías (azúcar, tabaco en rama, cacao, cuero y pieles, etc.), que llegaron a suponer el 25% de las exportaciones (el 75% lo constituían las exportaciones de plata) y aumentó el comercio entre los virreinatos, en artículos que no interfirieran en la importación de productos desde España (cueros y pieles argentinos). En cuanto a la repercusión en los distintos territorios, es claro que los efectos positivos se produjeron en aquellas regiones que a la vez habían experimentado reformas territoriales. Un caso claro en este sentido es el del virreinato del Río de la Plata, que tuvo un gran desarrollo a a partir de la decisiva importancia económica y comercial que fue adquiriendo el puerto de Buenos Aires. También fueron un éxito en Nueva España, no así para el Perú y Nueva Granada.
Patricio de Blas Zabaleta et. al., La empresa de América
(Madrid: Editorial EDAF, 2011).
Breve reflexión sobre la Teoría de la Mano Invisible
Sin duda cuando nos mencionan a
Adam Smith lo primero que se nos viene a la cabeza son conceptos como
liberalismo económico, libre mercado o capitalismo, lo que se suele asimilar
con un exacerbado deseo de la no intervención
del estado en la economía nacional. El pensamiento de Adam Smith, plasmado en La riqueza de las naciones, ha sido
parcialmente mal interpretado, o incluso, tergiversado en muchos de sus puntos.
Uno de los mismos, y en el que centraremos la reflexión, es sobre su teoría de
la “mano invisible”.
En esta teoría, Adam Smith, afirma
que hay una fuerza oculta y abstracta en el interior del hombre que le empuja
al enriquecimiento personal, algo que si que podemos encuadrar en algunos de
los principios nuevos que acaba potenciando el liberalismo, como es el
individualismo. El hecho de que un individuo se enriquezca era, en la visión de
Adam Smith, un elemento plenamente positivo para el bien común, pues alrededor
de un ciudadano enriquecido se generan una serie de nuevas posibilidades para
otros ciudadanos en el sentido de que se le va a posibilitar aumentar su
volumen de gasto generando demanda. Hasta este punto vemos una lectura de la
situación bastante lógica. Pero, ¿qué concibe hoy en día la opinión general
acerca de la teoría de la “mano invisible”?
La opinión actual acerca de la
teoría de la “mano invisible” es que es una teoría económica que va a
justificar la no intervención del Estado en la economía basándose en la
creencia de una fuerza natural que va a estructurar por sí solo un sistema o
mercado, ausente de desajustes. Como se puede apreciar las diferencias sobre lo
expuesto por Smith, y lo que hoy llega al conocimiento general es plenamente
diferente. ¿Por qué se ha producido un proceso de tergiversación de la teoría
de la “mano invisible”?
Para empezar debemos analizar que
supusieron esas teorías en la práctica. No cabe duda que inician un proceso de
cambio importante, que pese a todo ya se comienza a fraguar desde momentos
anteriores no siendo un cambio plenamente espontáneo, que inician un crecimiento
industrial y económico en Europa (con matices importantes) sin precedentes.
Este crecimiento produce la creación de un importante estrato social que se ha
beneficiado y enriquecido con este profundo cambio, esos inversores y/o
propietarios de ese nuevo sector industrial (de nuevo matizando que no es un
proceso homogéneo de toda Europa), sector que de manera voluntaria o
involuntaria pudo tergiversar estas ideas, favoreciendo un marco de
intervencionismo económico mucho más leve que en los periodos anteriores, algo
claramente favorable a ellos mismos.
Sin duda, aunque esta visión
pueda estar más acorde con una lectura historiográfica de tipo marxista, no hay
demostración fuerte de la misma, incluso pudiendo ser un tanto incompleta pues
es una explicación excesivamente simple para poder explicar una serie de
cambios económicos y sociales tan complejos. La aclaración y la explicación de
esta teoría de una manera óptima y real debe ser una importante acción a llevar
a cabo, al igual que otros muchos de los principios que en La riqueza de las naciones expone el pensador escocés.
Manuel Cano Ruiz-Ocaña.
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